Ángel o demonio

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Es hora. Me levanto de la cama con desgano y camino hacia la ducha dejando atrás la sábana que me envuelve ya que nadie puede verme y me meto a la ducha. Cierro mis ojos mientras el agua choca con mi frente y suspiro ya que hoy comienza el juego nuevamente. Salgo de la ducha y me envuelvo en mi toalla, tomo la llave escondida detrás del espejo y me inclino debajo del lavamanos para recoger mi maletín.

― ¿Qué tienes para mi esta vez imbécil cretino?― susurro mientras introduzco la llave.

Abro el maletín y comienzo a sacar los implementos para la nueva misión. Dentro puedo ver fragancias y maquillajes que van de acuerdo a los gustos de Mcbeen, por supuesto todo costeado por el idiota de Dylan. Froto mi cuerpo con las lociones que encuentro dentro del maletín y luego rocío mi cuerpo con un poco de perfume. No puedo quejarme, estos lujos son algo que por un momento me hacen sentir mujer ya que la mayoría del tiempo soy un títere que se mueve a orden y voluntad de Dylan. Salgo y escojo mi tenida mientras cepillo mis dientes. Carmín será el color del día de hoy por lo que escojo zapatos y accesorios a tono. Una vez lista me dirijo al baño y marco mi labial el que me ayuda a resaltar más mis pequeños aunque carnosos labios. Mientras el intenso color los cubre siento una molestia. Me acerco más al espejo. Suspiro frustrada al ver que se trata de una pequeña mordida. Conservo la calma y con suavidad la cubro hasta dejarla invisible a simple vista. Recojo mi cabello con ayuda de una coleta y lo elevo para lucir un rostro aún más despejado.

― Una semana para engatusarlo―digo frente al espejo viéndome directo a los ojos― dos para envolverlo― continúo diciendo mientras una sonrisa siniestra se figura en mi rostro ― tres para asesinarlo y recuperar a mi hija― aseguro con una mirada que sinceramente me asusta.

Tomo mi bolso, mi abrigo, mis llaves y salgo de casa al fin. Con cada paso que doy aumenta un poco más mi entusiasmo. Envuelta en fragancias y cremas deliciosas me dirijo erguida y muy elegante hacia el ascensor, ¿Por qué tanto entusiasmo?, pues es mi última misión y al fin podré tener a mi pequeña conmigo. Entro al ascensor y veo mi reflejo fijo a los ojos mientras dejo ver una mirada casi tan tenebrosa como aquellas que deja ver Dylan siempre en mi dirección. Debo suponer que una parte de él se me ha contagiado o quizá su maldad es tan grande que con cada vez que me hace suya me la impregna más y más. Temo que quizá un día yo me vuelva peor que él pero teniendo a mi hija conmigo es imposible que eso suceda, sólo él puede ser tan frío y desalmado aun teniéndola a ella consigo. El ascensor se abre y salgo en dirección a mi carro. Me meto dentro y, una vez el motor andando, tomo rumbo hacia la nueva mansión.

Una vez en el lugar salgo de mi carro y pongo mis gafas sin aumento en su lugar. Suspiro y a trabajar. El día es el más propicio para comenzar, la calidez del sol envuelve mi cuerpo mientras subo las escaleras hasta llegar a la puerta. Toco el timbre y al instante la puerta se abre. Ingreso lentamente pero manteniendo mi postura segura observando todos los detalles a mí alrededor.

― ¿Es usted la nueva asistente?― me sorprende de pronto el ama de llaves amable.

― Si, Alicia Franco, mucho gusto― estiro mi mano con mi rostro serio conservando la compostura.

― Adelaida― toma mi mano correspondiendo mi saludo― Sígame, el señor la espera en su despacho.

En seguida se gira y toma rumbo hacia las amplias escaleras que se abren paso frente a la puerta en medio de la gran estancia y bajo un gran candelabro de cristal. La sigo silenciosa subiendo escalón por escalón sin dejar de observar a mí alrededor. Al llegar arriba recorremos un interminable pasillo.

― Este es el baño más cercano a la oficina― indica mientras camina.

Asiento ante su información.

Hermosa MentiraWhere stories live. Discover now