Débil

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El día de hoy me ha dejado totalmente con los nervios de punta, tanto así que me vi en la obligación de triplicar mi dosis de sedantes para lograr conciliar el sueño. Es de madrugada y aún no puedo dormir. Cambio mi posición constantemente para ver si así encuentro el lugar y la forma adecuada para poder descansar pero es inútil. Abro mis ojos frustrada y veo las tres treinta de la madrugada.

― Hora que los demonios salgan― susurro viendo el reloj sobre la mesa de noche.

Suspiro e intento convencerme de no seguir pensando y de dejar todos los pensamientos que abundan en mi cabeza en estos momentos a un lado y por fin sumergirme en el descanso apacible del sueño. Pareciera que mis intentos rinden frutos, con mis manos juntas bajo mi mejilla de a poco siento que mis párpados pesan y mi cuerpo se relaja cada vez más.

No sé si sea realidad o solo un mito loco que la gente se esfuerza en mantener, pero en serio empiezo a creer que los demonios salen a esta hora de la madrugada. En medio de mi pequeño éxtasis de calma mi cuerpo se vuelve a tensar completamente al oír golpes bruscos en la puerta. Abro mis ojos espantada.

― ¿Otra vez tú?― susurro molesta.

Los golpes en mi puerta no cesan y temo que los departamentos colindantes puedan oír semejante escándalo. Camino presurosa hasta la puerta y veo a través de la mirilla; solo oscuridad. Vuelvo un paso hacia atrás y un gran silencio me envuelve mientras intento oír atenta ya que la mirilla está obstruida. Nuevamente los golpes se hacen presentes y esta vez siento que la puerta se irá abajo por tal fuerza.

― ¡Dylan detente, no abriré!― alzo la voz asustada.

― ¡Abre la puerta!― su voz se oye enajenada.

― ¡Debes estar borracho!, ¡Esta vez no entrarás!― respondo casi temblando.

― Tengo mi arma y si no abres a la cuenta de tres juro que llenaré la puerta de plomo hasta que la derribe― advierte apretando sus dientes furioso.

― ¡Por favor Dylan vete!― suplico temblando con mi mano puesta en la manilla de la puerta.

― ¡A la una!― comienza a contar haciendo que mi estómago se apriete.

Observo mi mano y pienso sobre si girar o no la perilla.

― Dos...―El sonido de su arma hace que mi cuerpo se tense.

Entonces aprieto mis ojos y doy vuelta la perilla. Al instante una fuerza bruta me lanza directamente al suelo. Me reincorporo al tiempo que oigo la puerta cerrándose con fuerza de una vez. Con mi cabello revuelto en la cara observo a Dylan que se pasea errante en mi departamento. A pesar de la oscuridad no me es difícil oír su respiración alterada y sus ojos algo desorbitados. Me pongo de pie aterrada por su actitud y me ubico lo más lejos de él que puedo. Le veo tomarse la cabeza una y otra vez moviendola en negación de vez en cuando.

― ¿Q...qué quieres?― pregunto algo asustada.

No recibo respuesta y su errante caminata se detiene en mi sofá y se sienta con la cabeza entre sus manos escondiendo su rostro.

― ¡¿Qué pasa te digo?!― alzo la voz impaciente manteniéndome a metros de él.

― No...me alces...la voz― Advierte levantando su índice, con su voz severa manteniendo su rostro abajo.

― ¡Entonces dime que pasó!, ¿Le pasó algo a mi hija?― camino en su dirección buscando insistentemente una respuesta ― ¡Contéstame!, ¡¿Le pasó algo a mi hija?!―insisto acercándome cada vez más a su posición.

De pronto Dylan se pone de pie y me toma por el cuello pegándome contra la pared. Me aprieta con fuerza pero no la suficiente para dejarme sin respiración.

Hermosa MentiraWhere stories live. Discover now