Draco no podía sentirse más desilusionado, él tenía más habilidades que cualquiera que ya hubiese terminado su educación en Hogwarts, dominaba la magia defensiva y ofensiva como nadie y que no se le dejara participar únicamente por que no tenía la edad lo hacía sentir terriblemente humillado ¿Qué tenía que ver la edad con las habilidades que uno pudiera poseer?

Bastante indignado se dirigió a su sala común seguido de sus fieles amigos quienes trataban de calmar la furia del dragón sin éxito alguno. A Draco le habían arrebatado la oportunidad de, por primera vez, demostrarle a Harry que era un mago fuerte y poderoso, capaz de enfrentar cualquier prueba, que era capaz de protegerlo de cualquier cosa.

Unas semanas más tarde Draco y Harry se encontraban en el aula en desuso donde se habían visto por años para ocultarse del resto del mundo y aunque por un momento a los dos les había incomodado ligeramente tener que esconderse, a esas alturas disfrutaban muchísimo de aquel lugar que únicamente era suyo, suyo y de nadie más.

Harry sujetaba la mano de Draco, mientras ayudaba a cambiar el vendaje de su mano izquierda que durante la clase de cuidado de creaturas mágicas se había lastimado. Un escreguto de cola explosiva le había pinchado y desde entonces no dejaba de sangrar. Por más que madame Pomfrey le había mandado pociones curativas, no dejaría de sangrar hasta pasadas un par de días y tenía que cambiar los vendajes constantemente. Y, aunque Draco no se quejó ni un poco, el pelinegro no podía evitar de preocuparse por él.

—Comienzo a creer que dejas que los animales te dañen a propósito para no tomar criaturas mágicas —Dijo Harry, divertido. Ahora que estaba seguro que Draco estaba bien su bien humor había regresado y podía bromear a gusto.

—Detesto esa clase, pero necesito acreditarla si quiero ser alguien importante en la vida.

—Tú ya eres importante, al igual que tú familia, has tenido protagonismos en los periódicos y revistas casi tanto como yo.

—Eso es sólo porque mi familia es importante, no quiero se trascendente por ser hijo de Narcissa y Lucius Malfoy, quiero ser trascendente por ser yo.

—Me agrada como piensas —Le elogió el pelinegro terminando de ajustar la venda a la suave palma de su mano.

Harry se había tardado más tiempo del que realmente necesitaba para aquella tarea, se había tomado su tiempo para apreciar la fina y suave mano de su amigo, para admirar la blancura de su piel, para disfrutar de la textura lisa de sus dedos y aunque, le preocupaba ligeramente que Draco se hubiese percatado de sus intenciones, el rubio estaba tan adolorido por la herida que no pareció notar nada y eso hizo que Harry se aliviara a medias, porque una parte de él realmente quería saber cómo reaccionaría el rubio a sus caricias.

—Deberían despedir a ese inepto —Siguió quejándose y Harry le dio una mirada de advertencia. Draco resopló y continuó hablando. —Ya sé que es tu amigo, y que lo aprecias y que te ha ayudado mucho y que fue tu primer contacto con el mundo mágico, pero tienes que admitir que como profesor es malísimo.

Harry se encogió de hombros, debía admitir que su amigo tenía cierta razón, pero Hagrid era bueno con las creaturas mágicas, aunque constantemente estuviera involucrado con unas bastante peligrosas como Fluffy, el perro de tres cabezas que cuidaba la piedra filosofal, Norberto el dragón que se había llevado el hermano de Ron, Charlie. O Buckbeak, el hipogrifo y ahora con los Escregutos de cola explosiva.

—Bueno, es que Hagrid tiene un gusto... diferente en cuanto animales mágicos.

—No me sorprendería ver un dragón en los campos del colegio al final del curso, va a querer que lo alimentemos con nuestros dedos.

Harry soltó una carcajada y negó divertido.

Ambos se encontraban en el escritorio del profesor con un montón de dulces tendidos sobre la madera y trozos de pergaminos en los que planeaban escribir sus tareas junto a un montón de libros de la biblioteca (que Draco había sacado, por supuesto. Harry a duras penas revisaba sus libros propios).

Después de meterse una rana de chocolate a la boca Harry preguntó:
—¿Vas a decirme por fin que es ese evento por el que la señora Weasley nos hizo traer túnicas de gala?

Draco no se había concentrado muy bien en aquella pregunta, su atención se encontraba únicamente en el residuo de chocolate que quedaba en la comisura de la boca de Harry.
Lo miró intensamente sin percatarse de que lo estaba haciendo y el pelinegro inmediatamente comenzó a tensarse, sin saber exactamente qué estaba pasando. Tan sólo un segundo atrás Draco parecía realmente enojado hablando de la clase del guardabosque, y ahora parecía realmente hipnotizado por sus labios.

El rubio se inclinó hacia adelante, acercándose inconscientemente hasta el rostro de Harry, aquel bendito trozo de chocolate lo llamaba cómo una veela a cualquier viajero desprevenido pasando por su territorio. Quería probar aquel trozo de dulce mezclado con el sabor natural del Gryffindor. Joder, claro que quería.

—¿Draco? —Preguntó Harry tartamudeando excesivamente haciendo notorio su nerviosismo.

Fue cuando el príncipe de las serpientes salió de su trance y volvió en sí, sus labios estaban tan cerca de los de Harry que si el pelinegro no hubiera hablado solo hubieran hecho falta un par de centímetros para besarlo.

Abrumado ante lo que estaba a punto de hacer el rubio rio nervioso y se retiró lentamente para después quitarle el chocolate de la comisura del labio.

—¿Cuántos años tienes, cinco? —Preguntó intentando que su tono fuese de broma, pero su corazón latía tan rápido que su voz salía con dificultad.

Por su parte Harry estaba shock, no respiraba y no parpadeaba, el nombre del rubio había salido de su boca involuntariamente al estar tan confundido y nervioso.
El acabose de todo fue cuando Draco comenzó a hojear sus libros y cuando pensó que Harry no lo veía lamió su pulgar donde el residuo de chocolate aún descansaba.

—Sigo sin entender —Dijo Potter tratando de no alterar esa atmosfera de nervios que se había creado entre ambos. —Ahora entiendo que el torneo era el evento importante, pero ¿Para qué diablos necesitamos túnicas de gala?

Draco soltó aquella risita melodiosa que hacía que Harry se derritiera en su lugar y contestó:

—Para la fiesta.

—¿Fiesta?

—Un baile, todos los alumnos a partir de cuarto pueden asistir.

—¿Y ese era el gran secreto? —Preguntó incrédulo.

—Ajam.

Hubo un momento de silencio, a Harry se le acababa de ocurrir que quería ir con Draco, aunque en el fondo sabía que era completamente imposible. Así que simplemente meditando en cómo se vería Draco vestido de manera formal (más de lo normal) y en como luciría al bailar dejó que aquella loca idea se escapara de su mente.

Aun así no pudo evitar preguntar:

—Y... ¿Ya tienes pareja?

—El curso acaba de iniciar prácticamente, no creo que nadie tenga pareja aún.

—¿Pero ya tienes a alguien en mente?

Draco quiso decir "Si, a ti". Pero no pudo. En su lugar simplemente respondió:

—No realmente ¿Y tú?

Y Harry quiso responder "Fuiste el único en quién pensé" pero en su lugar dijo:

—Acabo de enterarme, por supuesto que no —Luego comenzó a rebuscar entre sus libros nada en concreto. —Además, no se bailar...

—Que no...

—No, Draco, no sé, mis tíos nunca me llevan a ninguna parte, mucho menos a fiestas de gala donde requiera bailar.

El rubio lo meditó un segundo y justo después de concluir su tarea de herbología miró al pelinegro con una radiante sonrisa y dijo.

—Yo voy a enseñarte.

La sola idea de tener a Draco tan cerca, sujetando su cintura al ritmo de alguna hermosa melodía hizo que el corazón de Harry se acelerase y sin detenerse a pensarlo le regaló un "gracias" y una resplandeciente y dulce sonrisa. 

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now