Potter lo miró con enojo durante un segundo, estaba consciente de que Draco había estado en todo su derecho de ignorarlo y de tratarlo mal, pero ahora ya llevaban bastante siendo amigos de nuevo ¿Por qué no había visto su regalo? Con lo mucho que se había esforzado.

—Está en la sala común —Dijo de pronto Malfoy, como leyendo los reclamos mentales de Harry. —No lo abrí porque yo no tenía nada para ti.

Harry suspiró, no esperaba realmente aquella respuesta.
—Ábrelo en cuanto puedas ¿Vale?

Draco asintió en silencio y todo lo que se escuchó por largos minutos fue el rasgueo de las plumas de ambos chicos que se habían enfrascado en sus tareas.
Finalmente Malfoy terminó sus deberes y se comenzó a recoger sus cosas, Harry quien comenzaba a ponerse nervioso al pensar que habían discutido por algo estúpido lo miró, dispuesto a no apartar su mirada del rubio, a inclinarse y esperar a que Draco cediera como si fuera un Hipogrifo, pero en lugar de la típica mirada fría que creía que iba a obtener, se encontró con una cálida mirada de disculpa.

—Lamento que hayamos estado distanciados tanto tiempo por mi culpa —Dijo el rubio, sin mirarlo a los ojos, se notaba que le había costado mucho pedir disculpas.

—Reaccionaste como cualquiera... —Se apresuró a decir Harry.

—Supongo que sí, pero ahora que has prometido confiar en mí, no creo que tengamos más ese problema. ¿Verdad?

Harry sonrió y asintió energéticamente.

—Mañana será la primera excursión a Hogsmeade —Dijo Malfoy, cambiando de tema. —¿Irás?

—Lo dudo, no conseguí que mi tío firmara el permiso, pero hablaré con McGonagall para...

—Podría quedarme contigo.

—¿En serio? —Harry de verdad sonaba incrédulo, pero emocionado.

—¿Por qué te sorprenden tantas cosas sobre mí, Potter? ¿No habías sido tú quién había dicho que me conocía?

—Ya pero...

—¿Quieres que me quede contigo o no?

—¡Si, claro que sí!

—Entonces ya está...

—¿Pero que le dirás a tus amigos...Y a tu novia? —Agregó con mucho pesar.

—Que no me apetece estar cerca de ellos.

—¿Eso no es descortés?

Draco soltó una carcajada.
—Por supuesto que lo es.

Se despidieron una vez que recogieron todas sus cosas y quedaron de seguir comunicados a través de la libreta. Draco había dicho que abriría con Harry su regalo hasta el sábado en el que tendría lugar la excursión a la que ninguno de los dos iba a ir.

Pero esos planes fueros aplastados por una insistente Pansy que había expresado, rotundamente, que si Draco no iba a Hogsmeade, ella se quedaría con él, sin excusas, sin excepciones. Y entonces el rubio no tuvo más opción que finalmente asistir a la salida y prometer a Harry que le traería muchos dulces del pueblo y unos cuantos objetos de Zonco.

Harry había dicho que no había problema, pero cundo lo vio justo antes de partir junto al resto lo veía tan desanimado que no pudo evitar sentirse culpable. Aunque ese sentimiento fue rápidamente reemplazado por enojo cuando vio que Creevey se acercaba, de manera muy efusiva hacia Potter y comenzaba con él una plática de la que ya no era consiente.

No se podía decir que Draco lo pasó mal en aquella excursión, estaba con sus amigos, disfrutaba de los muchos cuidados casi maternales de Pansy y había comprado un montón de dulces, pero no por eso dejó de pensar en Potter, sentía tristeza por él, sabía lo mucho que a Harry le había hecho ilusión conocer el pueblo, y aunque le prometió llevarle dulces y juguetes sintió un poco de culpa al haberlo dejado en el colegio (no solo, porque seguramente estaba con Creevey).

—No me digas que te sientes mal por haberle cancelado a Potter —Le dijo Zabini en voz baja, aprovechando que Pansy se encontraba mirando el aparador de una de las tiendas.

—Sabes que odio romper mis promesas —Respondió con indiferencia.

—Ya... Pues Potter está bastante grandecito para poder apañárselas solo, así que disfruta de la salida, seguro que quedaste con él en la noche y entonces le podrás dar todos los besos que quieras.

Draco se puso completamente colorado, no había podido evitarlo.
—No seas idiota, Blaise, los besos son asquerosos.

—Será mejor que te serenes, tu novia ya viene para acá.

Y Draco lo hizo.

El resto de la salida pasó entre juegos, nieve y cerveza de mantequilla.

Al regresar al colegio los Slytherin estaban más que dispuestos a calentarse junto a la chimenea de su sala común, pero Draco había dicho que necesitaba ver a Severus, por lo que el resto de sus amigos lo acompañaron. Nada más llegar a las escaleras se encontraron con un montón de gente murmurando.

—¡Ahora si hay problemas! —dijo una voz socarrona.

Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema. Llamó la atención de todos, incluyendo la de las serpientes.

—¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente.

La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.
—Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.

—¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja. —Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? — Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.

Todos comenzaron a cuchichear en voz demasiado alta, Draco fue capaz de encontrar a Harry con la mirada, el chico lucía confundido, pero no asustado. Le lanzó una mirada tranquilizadora antes de que los prefectos comenzaran a despejar las escaleras.

Malfoy caminó hasta su sala común de manera pensativa, sabía que probablemente Black querría vengarse de Harry por la caía de Voldemort, pero jamás creyó que llegaría tan lejos como para entrar a la escuela y peor aún, para intentar irrumpir en la que (ahora ya sabía) era la sala común de los leones.

Aquella noche no se pudieron encontrar, la seguridad en los pasillos fue reforzada, ningún alumno tenía permitido vagar en los pasillos y con un loco prófugo de la justica rondando por ahí mucho menos.

Draco se vio realmente tentado a explicarle a Harry lo que sabía, pero aquello podía significar que Potter perdiera el control y saliera en busca de Black y por supuesto, lo último que quería era exponer a Harry, ya suficiente tenía con lo de la piedra filosofal o la cámara de los secretos.

Al llegar a su dormitorio lo primero que hizo fue tomar la libreta de piel de dragón y comenzar a escribir en ella.

"Encontrarnos por las noches ahora será imposible, cuatro ojos, Black es peligroso y no quiero que nos expongamos ¿De acuerdo?"

"¿El gran Draco Malfoy tiene miedo?"

"Por supuesto que no, pero es lo más sensato, mantengámonos en contacto por aquí y no tientes a tu suerte"

"Lo dices cómo si fuera a correr tras Black ahora mismo"

"Con tu fama de héroe no me sorprendería, pero esta no es tu batalla, no te metas en problemas" Mintió, era consiente, pero era lo mejor, al menos hasta que capturaran a Sirius Black nuevamente.

"Me conmueve que te preocupes por mi"

"Eres idiota, Potter, me voy a dormir"

Y terminó la conversación sintiéndose culpable, no le agradaba nada tener que ocultarle cosas a su amigo o tener que mentirle, pero suponía que Harry lo entendería algún día o al menos eso esperaba. 

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now