—Iré con ustedes, al menos la mitad del camino. Ustedes van a la biblioteca y yo al gran comedor por los gordos de Vincent y Gregory.

Los tres jóvenes caminaron de regreso entre conversaciones sin sentido, quejas sobre los Gryffindor, criticando a Dumbledore y hablando sobre la cámara de los secretos (que en aquel momento era el tema de moda)
Finalmente Pansy y Blaise siguieron su camino hasta la biblioteca y Draco dio vuelta en un pasillo en el que pudo divisar a sus dos amigos junto a una cabeza pelirroja.

—Están ahí —dijo él, mirándolos—. ¿Se pasaron todo este tiempo en el Gran Comedor, poniéndose como cerdos? Los estaba buscando, Pans y Blaise están en la biblioteca.

Malfoy echó una mirada fulminante a Percy Weasley, quién era la cabeza pelirroja que Malfoy había divisado.
—¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo. Percy se ofendió aún más.

—¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me gusta ese tono!

Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Crabbe y a Goyle que lo siguieran

Ambos salieron a toda prisa detrás de Malfoy, que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor:
—Ese Peter Weasley...

—Percy —le corrigió automáticamente Crabbe.

—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.

Lanzó una risotada breve y burlona.
Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.

—«¡Sangre limpia!» —dijo Malfoy, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y sus amigos lo siguieron. La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado.

—Esperen aquí —dijo Malfoy, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar. Pansy y Blaise ya lo han visto.

Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Crabbe y Goyle que en realidad eran Ronald Weasley y Harry Potter (respectivamente) se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa.

Habían muchas cosas que aquellos dos sentían en aquel momento, Ron estaba ansioso, nervioso y algo asustado y Harry se sentía exactamente igual a excepción de que él también se sentía realmente culpable por estar ahí engañando a uno de sus amigos (y uno muy preciado).
Desde que había visto a Malfoy aparecer en el pasillo sintió ganas de vomitar, sabía que debía seguir el plan que había trazado con Ron y Hermione, pero no le agradaba nada hacer eso a espaldas de Draco.

Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz. —Te vas a reír con esto —dijo.

Harry vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry. Era de El Profeta, y decía:

INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA

Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.

El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now