CAPITULO 37

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Eran las cuatro y cuarto, y Paula María aun no le había avisado. No podía evitar sentir una serpiente de celos reptar por todo su sistema.  A cada segundo que pasaba, se sentía más nerviosa y, a cada segundo, recordaba con más nitidez las palabras de Fernando: 

'Que pena contradecirla. Pero le ruego que me deje atenderla a  mi. Entre Lucrecia y yo nació algo especial e invaluable. No sabría explicarle. Aquella noche estuvimos muy conectados y afines. Hablábamos el mismo idioma e, incluso, puedo decir que saltó una chispa entre los dos. ¿No se si me entiende? Ella es muy tierna y cariñosa'

El veneno la estaba consumiento filtrándose en sus huesos, por lo tanto decidió salir y preguntar:  

L: Paula María, ¿la señora Lucrecia ha llamada avisando que no puede venir?

P.M: Ay amiga, la señora Lucrecia ha llegado a las cuatro en punto, pero no te he avisado porque por más que he insistido en que pase por presidencia ella no ha aceptado. Quiere ser  atendida por don Fernando, pero me ha dicho que antes de irse pasará para saludarte y presentarse.

L: ¿Qué? ─preguntó incrédula elevando sus manos y mostrando sus palmas─.  ¿En serio?, ¿de verdad Paula María? 

Paula María asintió anonadada por el asombro desmedido de Leticia. 

L: No. ─Sacudió su rostro consternado─. No me lo puedo creer, cada día son mas descaradas por el amor de Dios. Y...¿dónde están?

P.M: Desde las cuatro están encerrados en la oficina de don Fernando, pero tranquila Lety, no te reconozco. A ella, a esa encantadora mujer, hay que perdonarle cualquier cosa que haga.  

L: Ay no , ¿no me digas que a ti también te cautivó? ¿No me digas que tú también la vas defender? 

Leticia no podía creer lo que estaba escuchando. No entendía que le pasaba a las mujeres. Veían a un hombre y se cegaban por completo, o más bien, lo veían a él y ya no querían a mas nadie. ¿Que les daba Fernando?, sin duda el debía flirtear de algún modo para que quedaran tan extasiadas. Asimismo tampoco comprendía  porque Fernando no le había redirigido a su oficina, o por lo menos que la hubiese llamado. Él conocía el interés que ella había mostrado por atenderla. Entre ellos dos tenía que haber  algo mas, no existía otra explicación.

No pudo aguantar la tentación de llegar a su oficina y de pegar el oído.  Solo un tantito y se iría rápido. Si la pillaban tan solo tendría que decir que estaba a punto de golpear la puerta.

Leticia con disimulo se acercó a su oficina y con mucho sigilo se apoyo en la misma , y solapó la oreja. Paula María la miraba desde su escritorio, pero Leticia ya no le importaba, y con el dedo índice en sus labios le indicó que se mantuviese callada.

S.L: Me parece perfecta la oferta. En realidad en poco tiempo nos íbamos a decidir, pero ahora, sin duda,  es el mejor momento. Pero eso sí, firmamos el contrato si me aceptas la invitación de un almuerzo o cena.  Fernando amor mío,  te voy a demostrar que preparo el mejor mole de todo el país, el más picante y dulce. No te vas a poder olvidar de mi en mucho tiempo. 

F: No lo dudo. Ya no puedo olvidarme de usted y aun no he probado su mole. Y,  por supuesto,  el día que usted quiera allí estaré, ansioso y deseoso de volverla a ver.

Leticia al escuchar esa conversación tan reveladora, el coqueteo descarado de ambos, no pudo evitar que  se le cayeran todas  las carpetas que llevaba en las manos, y por el miedo que Fernando abriera la puerta y la pillase de nuevo en las mismas, las dejo allí en el suelo, y corrió a su oficina.

Leticia con el corazón en el puño se encerró , y  encolerizada pensaba que definitivamente Fernando no tenia escrúpulos y que le echaba 'la caña a todo lo que se movía'. ¿Como creer en sus sentimientos si a todas les decía lo mismo? La conoció a los pocos días de haber pasado una noche  maravillosa con ella en el jardín de los cactus, pero a él no le debió importar mucho. Y para mas indignación volvía a sentirse pequeñita y trasparente ya que por mucho gafete , y nombramiento que tuviese, en realidad ella seguía sin ser importante y sin tener autoridad.

En ese momento sonó el teléfono.

P.M: Amiga la señora Lucrecia y don Fernando se dirigen a tu oficina.

L: No, Paula María ,¡detenlos!  No tengo ganas de atender a nadie, por favor ¿si?

Era tarde porque la puerta se estaba abriendo, y apareció Fernando con su  perfecta sonrisa  desbordante de felicidad por haber conseguido un nuevo contrato, y en las manos las carpetas de Leticia que segundos antes había arrojado al suelo.

A continuación no entró nadie, pero la puerta se mantenía abierta, pasaron segundos que a Leticia le parecían minutos <<por el amor de Dios, ¿esa mujer va a entrar o no?>>.  Y lo primero que asomó al ras del suelo fue lo que  parecía la  base de un bastón de madera, que segundos mas tarde confirmó al  atravesar el umbral, y lo más sorprendente era que la mano apoyada que dirigía el mismo era una mano longeva con los pliegues lógicos del paso del tiempo, y  que no tardó en ponerle rostro.  El físico de la señora Lucrecia.  Una mujer elegante, educada y muy mayor.

Leticia no daba crédito a que su amenaza, su competencia , su rival hubiese sido durante todo este tiempo una mujer que podía tener ¡más de 70 años! Mucho más mayor que su madre, y más que Irmita.

La situación se  torno para Lety de lo mas  ridícula y vergonzante. Allí estaban los tres, Fernando disfrutándolo como loco  a más no poder y, aun mas si cabe,  ya que tenía las carpetas de ella que había recogido del suelo en la misma puerta de su oficina, prueba irrefutable de su espionaje. Por otro lado, la señora Lucrecia que nada mas verla te dabas cuenta que era un amor de mujer, a quien le había propiciado el gran piropo de descarada delante de Paula María. Y por último, Leticia sin gafas y recién peinada preparada para no quedar ensombrecida ante su rival , había caído como tonta en el cebo que Fernando había rumiado para ella, había conseguido  dejar en la superficie y ante sus ojos,  sus celos e inseguridad.  Leticia sin gafas y recién peinada  solo aspiraba a  morirse, si hubiese podido hubiera cavado un hoyo bien profundo para enterrarse allí mismo.

S.L: Mucho gusto Señorita.  Estoy inmensamente agradecida que haya querido atenderme personalmente, pero quise saludar primero a  Fernando.  Espero no le haya molestado.

L: El gusto es mío señora Lucrecia. Por supuesto que no, ¿cómo cree? Claro que no. ─En esos momentos Dios podía haberle castigado dejándole caer la lámpara en la cabeza por mentirosa, que ella lo hubiese entendido─. Yo confió muchísimo en don Fernando y sé que con él estaba en muy buenas manos.

Fernando se extendió explicándole a Leticia todos los detalles del comercial, y en ese momento empezaron a redactar el contrato , para que quedase firmado. Una vez todo concretado y firmado se despidieron de la señora Lucrecia y Paula María la acompañó hasta la recepción y espero junto a ella a que llegase su hijo Ivan a recogerla. Mientras tanto Fernando permaneció  con Leticia en su oficina.

L: Se ha divertido mucho, ¿verdad?

F: ¿Por qué lo dice Doña?, le dije que le caería muy bien, y que entendería porque quería recibirla yo con tanto interés. Es un amor de mujer.

L: Sí, ya me di cuenta, pero usted no lo hacia por eso, no me mienta. Usted a pretendido durante todo este tiempo que yo pensara que estaba interesado en ella, ¿por qué lo hizo?

F: Porque parecía que le molestaba, solo por eso. Y ahora dígame, ¿que hacían sus carpetas en el suelo en la puerta de mi oficina?, y ¿por qué no lleva sus gafas? , y ¿por qué se ha cambiado el peinado?

Leticia quedó sin habla, y ¿ahora qué?, ¿qué podía inventar ahora? Maldito Fernando presuntuoso y creído, era tan divino como odioso.


FANFIC: BÉSAME EN LA BOCA CON TU LÁGRIMA DE RISA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora