Ron y Hermione estaban casi cien por ciento seguros de que Malfoy era el heredero de Slytherin, aquel que había petrificado a la señora Norris y a Colin Creevey un tiempo después, cuando el joven nacido de muggles iba a la enfermería para llevarle a Potter un racimo de uvas.
Claro que el comportamiento de Draco frente a todos no ayudaba en lo más mínimo, se la pasaba gritando a los cuatro vientos lo fantástico que era que los sangre sucia estuvieran en peligro constante, aunque simplemente lo dijera para molestar a Granger y porque Creevey no le caía nada bien.
El plan del trio dorado era buscar que Draco se quedara durante navidades y tomando poción multijugos, adoptar la forma de sus amigos más cercanos, Crabbe, Goyle (o Zabini) y Pansy para que Draco soltara todo y admitiera ser él el origen de aquellos ataques que amenazaban con no cesar hasta que todos los sangre sucia desaparecieran.

Harry sabía que simplemente debía corroborar (frente a sus amigos si se podía) que Draco era inocente y así podrían dejar todo ese tema de lado e incluso podría hablar con el rubio de aquello, de sus avances en la investigación y hasta tal vez quisiera ayudarlo a encontrar al verdadero heredero.

Se aferró a esa idea y sin darle más vueltas preguntó:
—¿Qué es lo que harás en navidad?

Draco levantó la vista hasta que el gris y el verde de sus ojos se encontraron, cerró con suavidad la cajita del ajedrez y comiendo el último trozo de chocolate que aún le quedaba sonrió con descaro.

—¿Es por eso que estabas tan nervioso y poco concentrado? —Preguntó con burla. —¿Por qué querías pedirme una cita?

Harry abrió muchísimo los ojos y sintió como poco a poco el calor iba subiendo a su rostro, haciéndolo lucir exageradamente rojo.

—¡Por supuesto que no, imbécil! —Dijo con una titubeante voz, casi un tartamudeo.

Draco soltó una carcajada y suavizó su expresión.

—Ya lo sé, cara rajada, ya lo sé, sólo quería alivianar un poco la tensión, parecía que ibas a explotar de nervios.

Harry suspiró, aunque el rubor de su rostro no menguó.
—¿Y bien?

—Este año me quedaré en el colegio —Afirmó mientras juntaba todas las envolturas de los caramelos que ambos chicos habían comido. —Mis padres estarán fuera del país y no pueden llevarme con ellos, cosas de negocios o algo así.

—Yo... me quedaré también —Dijo Harry —Me alegra que podamos vernos, así podré entregarte tu regalo en persona.

Draco sonrió y metió todas sus cosas en su mochila.

—Será agradable. Ahora tenemos que irnos o Filch nos meterá en problemas.

Harry asintió y se sintió ligeramente mal por Draco, pues a comparación de él, no tenía una capa invisible que lo protegiera y tampoco se había atrevido a decirle Malfoy que él poseía una.

Se despidieron con una sonrisa y cada uno partió a su sala común, Draco con paso firme y elegante y Harry de manera presurosa y poco agraciada.

Cuando Draco Malfoy por fin pudo poner un pie dentro de su sala común ya pasaba del toque de queda y había tenido que evadir al conserje para no ser descubierto, pero justo cuando creía que se había librado de todos y que podría entrar a su habitación sin llamar la atención, notó que Blaise se encontraba frente a la chimenea, esperándolo con ojos acusadores.

El moreno ya portaba su pijama y tenía en las piernas un libro de encantamientos (materia en la que no le estaba yendo muy bien), miraba al rubio con clara molestia y esperaba pacientemente lo que su amigo tuviera que decir a su favor.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorWhere stories live. Discover now