CAPÍTULO 8-Natural, como la vida misma

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-Entonces esas brujas se van a enterar...-murmuró Leo

- Bien pero... ¿Por dónde empezamos?- Gay simplemente sintió el dolor de cabeza aproximarse. Ante situaciones sin solución las jaquecas lo machacaban hasta la llegada del olvido de una innovadora forma de arreglar el problema.

- Por Tuisdroms.- Ludolf, de brazos cruzados y con ojos rojos de cómo el metal ardiente, habló.

Resignado y mordiéndose el labio con los afilados colmillos, el ceño fruncido y las venas marcadas, parecía que sus palabras eran el mayor delincuente jamás escapado de la cárcel de sus labios.

- ¿El peor barrio de... esa zona?- Leo se giró dramáticamente sobre la cama mirando fijamente a Ludolf a los ojos, cosa que duró pocos segundos a causa de la autoridad en la mirada del receptor- ¿Q-Que es lo que vamos a hacer allí? Drogarnos no es buena idea Ludolf, quizás si es divertida, pero no buena...

- Agh...-rugió el vampiro rodando los ojos con desdén- De acuerdo, ahora tu cabeza de humano tonto lo entenderá todo, pero debes prometerme que nada de lo que diga ahora llegará a oídos de nadie de vuestra institución.

- ¿Y yo que gano a cambio?- cuestionó el menor ladeando la cabecita como un cachorro curioso.

- Que no te arranque la jodida cabeza, por ahora.

- Me parece un trato justo- se alarmó Leo respondiendo con rapidez y una sonrisa forzada delante de las colmilludas fauces del vampiro y su constante cara de pocos amigos.

- En cuanto a ti...- su voz sonó gutural mientras se inclinaba ligeramente para entablar contacto visual con Jay. Sonrió escasos segundos al intuir el moviendo de su nuez bajo la bufanda, le había escuchado tragar saliva con miedo y eso le resultaba sumamente satisfactorio.- Una sola palabra y te juro que desearás no haber nacido ¿Comprendes?

- N-No diré nada- se maldito a si mismo internamente mientras se mordía el labio lleno de coraje ¡Su voz había flaqueado tan débilmente delante su oponente! Se había mostrado asustado, indefenso. Un cazador de monstruos jamás debía hacerlo.

- No te creo ni una puta palabra. Quizás debería morderte ahora para asegurarme de que me tienes el suficiente miedo como para estar calladito...

Su clara lengua, afilada como una cuchilla, se deslizó sobre sus labios. Ojos desorbitados le notificaron el efecto que había causado en el otro.

- ¡Ludolf! Joder... Parece que solo pienses en ir mordiendo a todo lo que se mueve, eres peor que un adolescente hormonado...- Leo se puso entre ambos para evitar el cumplimiento de lo que creía que el vampiro haría.- Jay ya está lo suficientemente asustado como para no hablar.

- ¿Enserio?- su tono era socarrón y la pronunciación melosa, dulce venganza- A mi no me lo parece.

- Sí que lo está ¿Verdad Jay?- Ambos lo miraron expectantes. Sus ojos parecían grandes focos de cine sobre su rostro y comenzó a sudar a mares; por si fuera poco, la bufanda no ayudaba demasiado.

-Jay, dilo- insistió Leo en un tono ya irritado.

-No pienso decir eso.- se cruzó de brazos, orgulloso, ridículo y rojo como un tomate.

- Entonces tendré que morderte.

- Pues vale, no me supone un gran problema. Ya lo he dicho, no me das miedo.

- ¡Trae aquí tu cuello de mentiroso entonces!

Ludolf se levantó violentamente y se lanzó contra el cuerpo alto y delgado de su odiado enemigo, lo notó tensarse, todos y cada uno de sus músculos contrayéndose como si estuvieran helados por el terror, y tiró de su pelo con intención de dejar su cuello amoratado la descubierto, ya sin importarle que Leo viera lo que la bufanda ocultaba.

Como arena entre los dedos -YAOI- [En Amazon]Where stories live. Discover now