CAPÍTULO 6- Hasta el amanecer

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- Jay.

- Que no- respondió el nombrado caminando por su despacho de un lado a otro con papeles en la mano en la ahora difícil tarea de ordenar los informes entregados la última semana.

- Jaaaaaay…- Leo rodó los ojos e hizo un tierno puchero.

- Que no- repitió con voz pesada, alargando las letras.

- Pero Jay…

- ¡He dicho que no!- Gritó haciendo un movimiento brusco por el cual se arrugaron los papeles que tenía en la mano.

Sopló cansado y los sostuvo cuidadosamente tratando de revertir el daño.

- Leo, llevas una hora aquí ¿Cómo puedes ser tan pesado?- murmuró con voz cansado y sosteniéndose el puente de la nariz.

- Es un don natural, como un superpoder.- alardeó el chico sentándose en la mesa de su jefe con altanería.

Se puso cómoda ganándose una mirada recriminadora por parte de Jay.

- Quiero que te vayas - farfulló el otro.

- Y yo que me dejes quitarle las cadenas a Ludolf- al oír cómo el muchacho nombraba al vampiro de nuevo sus ojos rodaron solos con desespero.

- No pienso hacer eso, es arriesgado liberar al vampiro.

- Ludolf. Se llama Ludolf. Y no es peligroso. Sé que eres de mollera dura y que aún no aceptas la idea de colaborar con él en igualdad de condiciones, pero este es un primer paso. Si le quitas las cadenas no podrá huir, las paredes están forradas de acónito, eso le repelerá de la puerta y no podrá escapar.

- Me da igual. Sé que no pasaría nada si se quedara ahí encerrado. Sé muy bien el efecto de las paredes de acónito en él, pero el motivo por el que esta encadenado no es para que no escape, es para que no te haga daño cuando entres ¿Que crees que pasará cuando le liberes? Te comerá con patatas.

- ¿Entonces mi sangre sería como el Ketchup?

- ¡No bromees!- gritó el otro furioso por la poca seriedad de Leo, quien levantó las manos en señal de inocencia.

- Mira, no tienes que preocuparte por mi. Ya lo has dicho tu, ni sin cadenas podrá escapar, así que si se las quitas no pasará nada. Él no me hará daño- afirmó dejando ahora su lado caricaturesco y sarcástico.

Sus ojos relucían ahora como gotas de miel colmadas de dulce convicción.

- ¿Y de donde sacas esas seguridad de que no te atacará?

Había dejado ya sus papeles de lado, metidos en un cajón provisional de la mesa, y se había puesto erguido delante de Leo. Con los brazos cruzados.

- Él me lo ha dicho.

De repente Jay estalló en carcajadas nerviosas y se llevó una mano al estómago para apaciguar el dolor que surgía por tan violenta risa.

Leo le miró frunciendo el ceño, él hablaba en serio.

- ¡Él te lo ha dicho!- repitió con sarcasmo, fingiendo un tono de alabanza divina- ¿Y tu eres tan estúpido que te lo has creído?

- Me lo ha demostrado- respondió apretando los puños y la mandíbula.

Los dientes apretados hacían su boca doler y sentirse entumecida pero eso era mejor que gritar las barbaridades que pensaba contra Jay.

- ¿A sí? ¿Como?- más que interés su tono denotaba burla y la sonrisa boba de su cara lo acababa de confirmar. Estaba claro que a partir de ese punto ya no se iba a tomar la conversación en serio.

Como arena entre los dedos -YAOI- [En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora