40. Una nueva yo

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•Nota [8:09AM]: Estaba indecisa sobre este capítulo pero pude terminarlo. ¡Se acerca el final con una bonita canción! Espero que estén preparados. Gracias por leer (y soportarme más que nada) —M. 


He buscado la excusa perfecta para no ver a Ansel esta mañana.

No deseo bajar las escaleras y encontrar un buen desayuno en la mesa, porque ahí es donde todos estarán reunidos. Y nadie, excepto mi abuela, sabe lo que sucedió ayer. Sería incómodo permanecer con mi familia sin notar a la persona que se me confesó, porque es un hecho su presencia. Mi vergüenza es notoria. Con tal de no ver a nadie, mantendría la cabeza gacha y no respondería preguntas que probablemente, si estoy ahí, serán mencionadas por mi falta de atención hacia la comida. Sin embargo, olvido las escenas que comenzaban a aparecer en mi mente, dejando atrás lo sucedido, porque en estos momentos, aunque no lo crean, permanezco enferma. 

Desperté con resfrío. Y no puedo decir con exactitud cómo pasó. ¿Por el aterido en la cena de anoche? Hubo mucho fresco y no llevaba abrigo ¿O fue algo que engendró mi conciencia? Dicen algunos, la mayoría de las veces, que el dolor que experimentamos en ocasiones es psicológico, o al menos de quienes lo oí. Por ejemplo, en la primaria y gran parte de la secundaria, cuando no quería moverme y sentía aflicción a causa de mi estómago, mamá mencionaba que no había una punzada real en esa zona. Algo así como: ''Tú misma planteas los síntomas. Sé que no quieres ir a educación física, pero tienes que moverte. Mientras menos pienses en ello, más rápido se irá''. En esos tiempos no lo desmentía. ¿Entonces, en verdad es esto obra de mi negación? ¿Es decir que, con tal de no verle, estoy engendrando cosas que puedo aliviar yo misma, sin necesidad de medicina? O sí tomé frío y soy muy estúpida por seguir pensando en esto. No tengo que darle muchas vueltas al asunto. No me apetece cruzar con Ansel Evans porque estoy apenada debido a incorregibles palabras y voy a encerrarme en mi habitación hasta que su persona desaparezca. Bueno...hasta que mis entrañas pidan comida y necesite bajar a toda costa. Para ese entonces, tengo agua en mi mesilla de luz y no pretendo más. Si alguien toca la puerta, solicitaré un pedido de voz ya que está cerrada con llave. Claro que suena extremista, pero es algo que propuse y no voy a retractar. Mientras tanto, hasta que alguien decida subir, me ocultaré bajo las mantas.

Disculpen. Me corrijo.

Estoy prácticamente helada. La fiebre literalmente me está matando. No dejo de tiritar y mis dientes no dejan de castañear. Además, si intento levantarme, le dan punzadas a mi sien y rápidamente necesito recostarme otra vez. Y sé que debería pedir ayuda, por lo que determino sólo llamar a una persona. No voy a decir el por qué de mi comunicación. Prefiero que surja después.

-¿Sky? -pregunta desde el otro lado.

Al cabo de unos minutos pude escuchar el sonido de sus zapatos pisando los escalones. 

El auxilio llegó.

-Recibí tu mensaje. ¿Por qué tienes la puerta cerrada? ¿Estás bien? -movió la perilla.

-Busca la llave debajo de la alfombra y entra.

Nadie sabe que hay una copia. Incluso siendo poco cuidadosa, ningún integrante de este lugar se dio cuenta. Fue de gran ayuda que siguiera ahí para tal emergencia desde hace nueve años.

El pomo giró. Pude ver su cabeza asomarse con cautela. Al parecer, quería tener cuidado, como si algo malo fuese a pasar, o algo malo estuviese pasando. Bueno...Algo malo siempre ocurre. No todo es flores a mi alrededor. Es razonable su actitud.

Finalmente, me encontró.

-¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? -se acercó preocupado.

Asentí con la cabeza.

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora