5. Hospital Saint Radcliffe

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Una vez me dijeron que para encontrar la felicidad, debía buscar mi ''Isla Flotante''. Aquella con la cual podría tranquilizarme en medio de una tormenta, conseguir el sostén que necesito cuando transite el dolor, y aliviar mis miedos en los momentos más oscuros. Aquella con la que pueda entender que sigo en pie y no debo sangrar para reconocer que sigo viva después de tanto agobio ¿Quién diría que esa isla sería una persona y no una cosa u objeto? Porque a decir verdad, el único cable a tierra que encuentro en estas circunstancias y anhelo, es mamá. Sí. Y no pude haberlo explicado mejor ya que no soy lo suficientemente buena demostrándolo a menos que posea una hoja, papel, o simplemente mi mente. Son las herramientas con las que trabajo a diario, y ella provoca que se manejen con tanta fluidez.

Tiene nombre, y es Elena. Debo plasmarlo aquí, para que todos lo vean, porque no hay otro lugar para buscarlo luego. Necesito que quede grabado el hecho de que la quiero como nunca lo logré conmigo. Que la aprecio de manera única, porque no contemplo sus ojos negros al cerrar mis párpados como el resto. Y ojalá no reflejaran dolor. Ojalá las cosas cambiasen, pero soy un ser inútil que no tiene el poder en sus manos para cambiar acontecimientos pasados. No tengo las fuerzas para afrontarlo todo. Mayormente la idea de perderle por completo. Sin embargo, parece que lo he hecho hace mucho tiempo, sólo que no lo quise entender antes.

Ahora es muy tarde. Aquí, en el Hospital Saint Radcliffe, rodeada de tantas personas, la deseo más que nunca.

-Sky. Puedes presentarte.

Elizabeth, de ojos verdes, cabello rubio y lacio, delantal blanco y botas negras, me observa sin presión alguna, pero yo la siento de todos modos. A pesar de su gran sonrisa y el aliento que me brinda desde hace más de diez minutos, tengo el menester de huir a la velocidad de la luz. Es la coordinadora del grupo de apoyo al que me trajo papá después de que sufriera el ataque en mi habitación, y su misión parece ser que hable, porque no ha dejado de insistir en ello desde que ingresé. No es esto lo único que me hace sudar de pies a cabeza, sino la cantidad de personas que hay aquí dentro. Son más que el número de mi familia, y asusta. Unos veinte integrantes están presentes, por quinta vez, esperando una respuesta de mi parte.

Fue difícil poner mi trasero en la silla blanca en la que me encuentro. Puse cualquier tipo de resistencia, ya sea abrazándome a los barrotes de mi cama, sujetando la perilla de mi puerta luego, jalando la ropa de Kyle -eso en realidad, fue para fastidiarlo-, gritando, pataleando, e incluso rogando al final de la mañana.

-No seas tímida -su mano se posa sobre la mía ¿Cómo es que tiene la confianza suficiente para hacer eso?

Papá no puede liberarme de tanta inquietud. Se escabulló a penas cerraron la puerta detrás de mí. Dijo que ayudaría a Kyle con la tarea y volvería a recogerme a tiempo, lo que tomé como una excusa para dejarme enfrentar las cosas sin ayuda.

La ronda que se ha formado en el centro de este gran salón, se vuelve pequeña.

-Y-yo -aclaro mi garganta-. Me llamo Sky. Sky Hunter.

-De acuerdo, sí -las arrugas se forman a los costados de sus ojos- ¿Qué más?

-Vengo de Newark -trato de pensar en algo raquítico e interesante para no terminar con la garganta seca-. Tengo un hermano pequeño, a mi padre y un amigo cercano. Mamá murió. Me diagnosticaron trastorno de la personalidad a los doce y desde entonces vivo con ello.

-Te damos la bienvenida, Sky -doy un respingo en mi asiento cuando ese eco resuena en las paredes, producto de las bocas de los espectadores.

Ahora el resto se presenta también.

Abbie, pelirroja de ojos negros y tez blanca. Padece de Alexitimia desde los cinco años. Esta incapacidad neurológica para expresar sus emociones surgió cuando su padre la violó. No tiene muchos recuerdos de ello y tampoco puede nombrarlos porque Elizabeth está hablando por ella. Es algo terrible, horripilante, y me da escalofríos el hecho de que su propia sangre la haya traicionado de esa manera. Mantengo la esperanza de que pueda contar la historia más adelante, ya sea en estas cuatro paredes o fuera.

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora