Capítulo 9

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Gandalf los llevó por una zona escarpada, por un camino que ascendía cada vez más por la montaña. El camino se volvía cada vez más duro y los hobbits empezaban a notar sus músculos cansados y dificultad para respirar.

Pippin estaba abriendo la boca para pedirle a Gandalf que fuera más despacio cuando, de repente, se escuchó el chillido de una bestia a varias leguas tras ellos.

"¿Eso era un Espectro del Anillo?" –exclamó Sam, temblando de miedo.

"¡No paréis! –ordenó Gandalf-. ¡Sigamos!"

"¿Y qué pasa con Aragorn? ¿Y... y Legolas?" –preguntó Frodo mientras intentaba mantener el ritmo de los largos pasos del mago.

"Ellos retrasarán a las bestias y los matarán si pueden –contestó Gandalf, llevándolos más arriba y acelerando el ritmo-. Pero debemos apresurarnos para no desperdiciar sus esfuerzos."

"¡Pero podrían necesitar ayuda! ¡Iré con ellos!" –Gimli ya se estaba dando la vuelta, pero Boromir lo sujetó rápidamente.

"¡No, Gimli!"

"¡Suéltame, humano estúpido!" –gritó el enano, tirando de él para liberarse. Pero el hombre no lo soltó.

"¡Recuerda lo que dijo Legolas! ¡Que no dejáramos el grupo e ignoráramos los sonidos! El anillo es lo más importante. ¡Tenemos que protegerlo!"

"Pero..."

"No te preocupes, Gimli. Ellos pueden manejar a los Nazgûl –Gandalf se detuvo para hablarle al enano-. Legolas y Aragorn pueden vencerles, pero no me atrevo a parar. No tenemos tiempo, tenemos que seguir. Nos alcanzarán pronto."

Gimli todavía no estaba muy convencido, pero los siguió a regañadientes.

Mientras tanto, los chillidos de las bestias se habían vuelto más ruidosos.

Mientras tanto, los chillidos de las bestias se habían vuelto más ruidosos

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Gruñendo de furia, Aragorn balanceó su espada hacia la criatura. El Espectro del Anillo estaba gravemente herido, pero seguía sin rendirse. Es como luchar contra un fantasma, pensó el hombre, frustrado.

Legolas ya se había quedado sin flechas y atacaba a la otra bestia con sus cuchillos a toda velocidad. Al principio, tres espectros habían salido del bosque, pero uno había huido cuando Legolas consiguió dispararle en el lugar en el que debería estar su cara.

Sus monturas también habían huido tras el ataque de los dos amigos y ahora solo se oían los gritos de los Nazgûl y el entrechocar de las espadas.

Legolas giró con sus cuchillos en un intento de vencer a la criatura. Sus chillidos empezaban a hacerle sentirse ansioso y el espectro seguía atacándolo y forzándolo a retroceder. Uno de sus golpes consiguió por fin derribar al elfo y Legolas cayó de espaldas. Entonces vio, horrorizado, cómo la espada iba directa a su cabeza...

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