Capítulo 4

2K 177 106
                                    

Legolas tenía un brazo alrededor de Narasene mientras dormitaba bajo el gran sauce en el jardín, que era su lugar favorito para verse desde que se habían conocido. Ella tenía la cabeza apoyada sobre su pecho y una mano sobre el abdomen del príncipe. Su largo cabello negro los cubría como una manta.

Despertándose un poco, Legolas alzó una mano y acarició el sedoso manto, maravillándose por lo suave que era y la dulce fragancia. A ella le encantaba lavarse el cabello con una mezcla de aceite de jazmín y un toque de limón. A Legolas le encantaba ese aroma y Narasene sonrió de gusto con las caricias en la cabeza.

"¡Maldición! ¡Pero si estabas despierta! –dijo Legolas, juguetón-. Debería haberme aprovechado de ti cuando estabas dormida y a mi merced."

Riéndose, Nara lo miró y le dio una palmada suave en el pecho.

"¡Ya quisieras, bárbaro!"

"¡Ay! –Legolas le cogió la mano y se la llevó a los labios-. ¿Un bárbaro yo? Creo que eso es lo que más te gusta de mí."

Ella se enderezó y lo besó.

"Sí, querido. Te amo. Y eso nunca cambiará, pase lo que pase."

Legolas la miró con seriedad.

"Eres demasiado buena para mí, ¿lo sabes?"

Sacudiendo la cabeza, Narasene le puso un dedo sobre los labios.

"No. Tú eres demasiado bueno para mí. Soy muy afortunada de tenerte en mi vida."

"Entonces ambos lo somos" –dijo Legolas, abrazándola con fuerza mientras observaban la puesta de sol.

Después de dejar a los hobbits en sus habitaciones hacía varias horas, Legolas le había contado a Gandalf y Elrond la verdadera razón por la que había ido a Rivendel. En vez de criticarle o enfadarse como él esperaba, el mago solo lo miró, comprensivo y pensativo. Incluso Elrond había sonreído, divertido, antes de decir:

"Siempre estás lleno de sorpresas, Legolas. Y ahora has hecho lo impredecible. Creo que tenías tus razones."

"Sí, mi señor. Tenía mis razones –había respondido Legolas-. ¡Solo espero que Estel me escuche antes de darme un puñetazo!"

Pero cuando se lo contó a los gemelos, los dos gritaron a la vez:

"¡¡¿Que hiciste QUÉ?!! ¡¿Has perdido la cabeza?!" –entonces ambos se lanzaron sobre él, comenzando una ronda de lucha libre.

Arwen y Narasene, que estaban observando cerca, los miraron disgustadas. ¿Por qué los hombres siempre arreglan todo con los puños? ¡Qué típico!

"¡¿No sabes cuánto nos costó capturar a esa criatura?!" –gritó Elladan.

"¡¿No sabes cómo sufrimos aguantándolo todo el camino?!" –exclamó Elrohir.

Cuando la lucha se volvió más salvaje, Narasene estalló.

"¡¡Aléjense de él, zoquetes!! –gritó mientras sujetaba a Elrohir del pelo y tiraba con todas sus fuerzas-. ¡¡O los dejaré calvos!!"

Arwen también ayudó cogiendo a Elladan de la oreja y retorciéndosela.

"¡Parad, idiotas! ¡Haré que padre los castigue por esto!"

Legolas sonrió al recordarlo y Narasene lo miró.

"¿Qué te hace tanta gracia?"

"Tú. No puedo olvidar cómo le tiraste a Elrohir del pelo y me salvaste. Mi heroína" –se inclinó un poco hacia ella y le besó la mejilla.

ConfianzaWhere stories live. Discover now