🌑Capítulo 43 🌑

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Por qué lo hiciste? —inquirió. 

Me encogí de hombros, en un gesto que fue muy descarado de mi parte, debo reconocerlo.

—Ustedes querían hacerme formar parte de un plan, del cual estaba completamente en contra —repuse.

—¿No crees que es un poco exagerado? Nunca pensamos en obligarte.

Apreté mis labios, conteniendo las ganas de gritar.

Años atrás, mis compañeros de clase me habían obligado a hacer un montón de cosas  que jamás quise.  Eran abusivos.  Recuerdo que limpiaban los baños con mi uniforme deportivo en educación física, luego debía fingir estar enferma para no tener que usarlo, pero no siempre funcionaba y acaba debiendo usar aquella ropa mal oliente.  Rompían mis cuadernos, echaban mugre a mi mochila, ponían chicle en mi cabello, se burlaban, y buscaban cualquier oportunidad para fastidiarme, no les importaba si lloraba, solo querían volverme miserable.

Los maestros nunca hicieron nada, aunque eran conscientes del maltrato.  A mis padres tampoco les importó, estaban demasiado ocupados resolviendo sus problemas maritales como para preocuparse de su molesta hija.

¿Qué se puede hacer en esa situación? Tan sola, sin ayuda, sin que nadie te dirigiera una palabra amable. 

Solo queda morir, al igual que los cientos de niños que se suicidan a causa del bullying.  Y aún así, simplemente me habría vuelto un número más, una cifra incapaz de conmover a alguien.

No quería ir a la escuela, solo quería encerrarme en mi cuarto y no salir jamás, como si mi propia habitación fuese la tumba. 

Estaba condenada al olvido.  O a crecer, y volverme una adulta amargada, atormentada por su pasado.

Pero cuando desperté en la habitación de hospital, fue como resucitar.  Nadie me conocía ni le importaba, era una nueva oportunidad, podía empezar desde cero una vida tranquila, sin miedos.

No iba a arriesgar todo lo que tenía por una aventura al bosque, no estaba dispuesta a provocar un nuevo infierno en mi vida. 

—Creí que eran mis amigos —respondí, apenada.

Los pasillos se habían vaciado por completo, todos los alumnos se habían dirigido a sus salones, solo quedábamos Aby y yo, hasta que el inspector nos descubriera.

—¿Pero qué dices? ¡Claro que lo somos! —dijo.

—¡Pero están intentando destruir mi paz! —exclamé.

—No… —respondió aturdida.

Era evidente que no podía entender a que me refería, había mantenido mi vida anterior resguardada en un cofre, lleno de cerraduras, de modo que nadie pudiera indagar si yo no lo permitía.

—Esta Academia fue mi salvación —expliqué—. Y ustedes solo quieren meterme en problemas.

—Hannah, si no querías, debiste decirlo.

—¡Lo hice! Y ninguno quiso tomarme en cuenta.

—Pensamos que solo había sido un arrebato —dijo—. Lo siento, no fue la mejor actitud, pero jamás te habríamos obligado a formar parte si no estabas de acuerdo.

SelenofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora