🌑 Capítulo 36 🌑

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Marcia me revisó y encontró en perfectas condiciones, sin contar el hecho que aún no podía cambiar mi cuerpo de humano a un lobo.   Tampoco me sorprendió el diagnóstico, estaba sana, nada que no supiese de antemano.  A estas alturas, desconfiaba totalmente del sistema de salud de la Academia Louksna y su personal.

Eva esta vez no me acompañó, al parecer, tenía un ocupado itinerario que atender.  De alguna manera, extrañé su presencia, ella siempre parecía tener tiempo para todo y me acompañaba a donde sea que fuese.

No tenía ningún sentido.  Hace años que mi madre había dejado de acompañarme al médico, era ilógico que necesitara de Eva.

Tomé mi mochila, solo traía mis útiles de aseo, había dejado mis cuadernos en mi habitación antes de la consulta, de paso había cambiado mi uniforme por mi ropa deportiva.

Salí de la habitación y vi las expresiones de alivio de quienes esperaban afuera, seguramente porque quedaba menos tiempo para su turno.

Llegué a la cancha y dirigí mi mirada a las gradas, esperando encontrar a Angus sentado, igual que la última vez, pero me llevé la decepción de encontrarlas vacías.

Shiomara se encontraba esperándome tan puntual como siempre, al principio sentí deseos de preguntarle por su intermediación con el profesor Marshall, pero preferí reservar mis comentarios hasta que tuviera algo en concreto, en específico, luego de mi visita a la biblioteca.

La clase fue más tranquila de lo habitual, seguramente mi entrenadora estaba cuidando de mi salud.

De vez en cuando miraba de reojo los asientos del público, esperando encontrar a alguien ahí.  No obstante, permanecieron desiertos durante todo el entrenamiento.

—Buen trabajo —dijo Shiomara.

Fui incapaz de ocultar mi sorpresa, ella jamás me elogiaba.

—Gracias —respondí.

—Kenzie, no lograrás transformarte de aquí a la visita de la Hermandad —explicó—. Comenzaré con el informe hoy mismo, para que nadie te critique durante el aniversario.

Asentí cabizbaja, de alguna manera era decepcionante.  Nunca aposté por ser una mujer loba ni nada por el estilo, pero ya que estaba metida en este problema, me defraudaba no poder controlar mi segundo cuerpo.

—¿Cuándo...? —Me detuve antes de poder formular la pregunta, no quería demostrar que me sentía mal por algo que había negado durante tanto tiempo.

—Tal vez el poder de la Lágrima te lo esté impidiendo —concluyó.

Shiomara dio media vuelta y avanzó en dirección a los camarines. 

Miré por última vez en dirección a las gradas, solo porque la esperanza es lo último que se pierde y me retiré decepcionada de encontrarlas vacías.

Me di una rápida ducha para quitarme todo el sudor que tenía encima, y me vestí a toda velocidad. Intenté pensar que era mejor así, establecer distancia entre Angus y yo,  después de todo, nuestras realidades se encontraban en dos extremos opuestos.  Estuve consciente de ello desde el primer día, solo había sido suficientemente tonta como para ilusionarme.  Probablemente Angus pensaba igual, yo era una pobre humana, que por algún motivo debía proteger, una molestia a fin de cuentas.

Debía centrarme en lo importante.

Salí decidida como nunca antes, y me detuve de golpe cuando vi que la cancha ya no se encontraba desierta, sino que había una persona esperando afuera.

Me quedé estática, sin palabras, de un momento todas mis reflexiones en la ducha se fueron por el drenaje, como si el agua se las hubiese llevado.

Al ver que yo no respondía, fue Angus quien se acercó a mí, a diferencia de mi horrible uniforme deportivo, que por cierto, me quedaba al menos dos tallas más grande.  Él traía puesta ropa casual, jeans oscuros y una camiseta azul.

Cuando ya lo tuve frente a frente caí en cuenta que su cabello se encontraba mojado y una cicatriz le recorría desde la oreja izquierda hasta un poco más arriba de su barbilla.

Mis ojos se abrieron con horror.

—¿Dónde estabas? —inquirí preocupada.

No quería parecer una madre sobre protectora, pero creo que mi voz sonó como si lo fuera.

—Entrenando —contestó con desinterés—. Las prácticas del otro lado son... Diferentes.

Me percaté de que le costó encontrar la palabra adecuada, antes de decidirse por «diferentes».

—Sanará —aseguró—. Tengo rápida capacidad de sanación.

Llevé mi mano a mi mejilla, donde aún descansaban las garras de Cedric, aunque un poco menos visibles.

—¿Fue Cedric? —pregunté.

Angus negó.

—Si nos hubiésemos enfrentado, habría sido mi hermano quien acabara con la cicatriz en su rostro —Al ver que su respuesta no me complacía en absoluto, continuó explicando—.  El profesor arma grupos, y se nos informa con dos semanas de anticipación quién será nuestro contendor.  Es un poco violento, pero no se compara a la batalla por la sucesión. Eso sí es interesante.

Una sonrisa se asomó en su boca, revelando lo mucho que le divertía la idea.  Le gustaba aquella estúpida costumbre.

—¿Tú quieres ser alfa? —inquirí, aunque casi fue una afirmación.

—No, ya te dije.  Solo me divierte llevarle la contra a mi hermano, si fuese por mí le regalaría el título, lo cual es muy ventajoso para él, ya que soy la única competencia.

—¿Y entonces por qué...?

No sabía qué preguntar exactamente.  Si no le interesaba ser el líder de su clan, ¿por qué entrañaba tan duro? ¿Por qué se enfrentaba a Cedric? ¿Por qué le importaba la aprobación de su padre?

No sabía cómo comprimir todas mis preguntas en una sola, sabía que si era demasiado directa no iba a responder.  Así era Angus, me quería mantener lejos, lo más ignorante posible, de modo que pudiese solucionar todos sus problemas, sin verme involucrada, era su manera de cuidarme.

—Por el mismo motivo que decidí cuidarte —contestó, como si hubiese leído mi mente.

—¿Y algún día piensas decirme ese motivo? —pregunté.

Se quedó pensando un momento, su rostro solía ser inexpresivo, carente de cualquier emoción, pero una vez que lo conoces, no es difícil interpretar sus leves gestos.  No quería contarme, pude verlo a través de sus ojos.

—Algún día tendrás que decirme —propuse—. Si no lo haces, tarde o temprano lo averiguaré.

Angus sonrió ligeramente.  Me creía capaz de descubrirlo.

—Supongo que si me distraigo, te perderé de vista —dijo—.  De momento, si alguien te pregunta con quién irás al baile de aniversario, di que ya tienes pareja.

Mi expresión cambió abruptamente, de un momento a otro había perdido el control de la conversación. 

Ni siquiera lo había pensado, me había ocupado del vestido, los zapatos y las calificaciones, pero había olvidado la compañía.  Creo que en mi subconsciente había dado por resuelto que iría con Aby, Hannah y el resto, ya que ese mismo día llevaríamos a cabo nuestro plan, internándonos en el bosque para encontrar la Lágrima. 

Pero ahora, Angus había entrado en el juego.

SelenofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora