—¡Miren! —dijo Malfoy, agachándose y recogiendo la recordadora de la hierba, estaba bastante enojado por la forma en que aquella chica de Gryffindor le había hablado—. Es esa cosa que le mandó la abuela a Longbottom. —La Recordadora brillaba al sol cuando la cogió.

—Regrésala, Malfoy —dijo Harry con calma y un ligero tono de petición.

Todos dejaron de hablar para observarlos.

Draco miró a Harry dubitativo, podía subir a su escoba y poner la recordadora donde Longbottom no pudiera encontrarla o podía entregársela a Harry sin protestar.

Sintió la mirada de todas las serpientes sobre él, presionándolo a hacer algo que no le agradaba en absoluto, pero justo antes de poder tomar una decisión Crabbe ya le había arrebatado de la mano el objeto y lo había arrojado bastante lejos, haciendo que Harry instintivamente tomara su escoba y se lanzara tras la recordadora.

—¿A qué lo hice genial? —dijo Crabbe con una sonrisa burlona.

—No sabía que podías lanzar así de lejos —contestó Malfoy mirando como la pequeña esfera se alejaba y Potter iba tras ella.

Minutos después la profesora McGonagall se había llevado a Potter y Draco se sentía ligeramente culpable, la profesora Hooch había amenazado con expulsar a quien decidiera dar un paseo en escoba antes de acompañar a Neville a la enfermería.

Pese a que los amigos de Harry habían intentado decir la verdad, que había sido Crabbe quien había arrojado la recordadora, la subdirectora se había llevado al pelinegro sin escuchar a nadie y ahora Draco se encontraba frente a la oficina de McGonagall sin saber exactamente qué decir.

Estuvo a punto de regresar a su sala común cuando la puerta de la oficina se abrió y la profesora lo miró interrogante.

—Profesora... —dijo ligeramente asustado.

—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó la mujer con voz calmada.

—Sí, no, tal vez... —suspiró—. Es sobre Potter.

—Oh... Adelante. —Minerva se hizo a un lado, dejando pasar al niño quien se sentó frente al escritorio.

—Lo de esta mañana no ha sido culpa de Potter, Crabbe arrojó la cosa esa de Longbottom y sería bastante injusto que...

—¿Lo expulsaran?

—Exacto.

La mujer lo miró con las cejas alzadas, ella conocía a los Malfoy y jamás había creído que el menor de ellos tuviera aquel sentido de justicia. Había observado al chico, le gustaba molestar a los otros y ser el centro de atención de sus compañeros por sus bromas crueles, pero en ese momento ahí estaba, ligeramente avergonzado y tratando de ayudar a un chico que ni siquiera era de su casa.

—Potter no ha sido expulsado —anunció la mujer—. Simplemente ha sido elegido cómo buscador de nuestro equipo, jamás había visto a alguien atrapar algo como Potter lo ha hecho esta mañana.

—Ya veo. —Malfoy se puso de pie y caminó con pasos elegantes hasta la puerta—. Me alegro.

—Tal vez podrías ir a felicitarlo.

—Los leones me detestan. —Abrió la puerta y antes de salir se despidió.

Caminó hasta el gran comedor en busca de sus compañeros, era la hora de la cena y ahora que sabía que Potter no sería expulsado se sentía ligeramente más tranquilo, pero cuando llegó donde Zabini, Pansy, Crabbe y Goyle se dio cuenta que se encontraban junto a Potter y su amigo pelirrojo.

—¿Comiendo la última cena, Potter? ¿Cuándo coges el tren para volver con los muggles? —dijo Pansy.

—Parecen mucho más valientes ahora que ningún profesor se encuentra cerca —replicó Harry.

—Potter no va a ser expulsado, así que ya pueden dejar eso —comentó Draco mientras caminaba y se abría paso entre sus amigos—. No queden en ridículo, por favor.

Harry miró a Malfoy un tanto sorprendido, debatiendo entre si lo estaba defendiendo o efectivamente evitaba que sus amigos hicieran el ridículo.

—¿Por qué no arreglamos las cosas con Potter de una vez? —propuso Blaise—. Un duelo de magos, Potter y Malfoy, esta noche. —El moreno miró a los leones de manera retadora.

—Por supuesto, yo seré su segundo —anunció Weasley con las orejas rojas de la furia—. ¿Quién es el tuyo Malfoy?

Draco se quedó en silencio un instante, no creyendo en lo que acababa de meterse.

—No participaré en esta tontería —afirmó con voz fría.

—Sabíamos que eras un cobarde —le retó Ron.

El rubio se tensó ante aquellas palabras y tomó aire.

—Zabini fue el de la idea, que se haga cargo él.

Y se marchó, detestaba que sus amigos decidieran cosas como esas, sabía que lo hacían porque lo consideraban su líder, alguien tan popular como Potter y el más calificado para rivalizar con él, pero Draco Malfoy no deseaba aquello.

Cuando sus demás compañeros llegaron a la sala común no tardaron en explicarle el plan, Potter y su amigo pelirrojo irían a la sala de trofeos donde los habían citado y ellos alertarían al conserje para que los encontraran y los castigaran. Draco se quedó en silencio y decidió seguirles el juego.

—Si me hubieran dicho de que se trataba hubiera participado —afirmó y sus amigos sonrieron—. De hecho quiero ser yo el que dé el aviso.

—Sabía que te parecería divertido —dijo Blaise pasando su brazo sobre sus hombros—. Te acompañaré.

—No hace falta —contestó el rubio poniendo su mejor gesto de prepotencia.

(...)

Draco había salido tarde de su dormitorio, se había quedado dormido y esperaba a que aquello no hubiese sido un problema. Caminó a pasos rápidos hasta la sala de trofeos, esperando que Potter no se pusiera a la defensiva y quisiera escucharlo, que volviera a su recámara y que todo aquello fuera olvidado.

Pero había sido demasiado tarde, cuando estuvo lo suficientemente cerca del pasillo escuchó a Peeves —el desagradable fantasma que amaba molestar a los alumnos— gritar, decía una y otra vez que habían alumnos fuera de la cama y seguramente Filch ya se encontraba de camino.

Suspiró. No había nada que él pudiera hacer.

Regresó hasta las mazmorras y susurró la contraseña, sintió una ligera decepción por no haber podido ayudar a Potter, pensaba que tal vez aquella era su oportunidad y que hubieran podido ser amigos, pero el destino parecía realmente ensañado en que se volvieran enemigos o rivales.

Draco Malfoy y el príncipe de GryffindorKde žijí příběhy. Začni objevovat