38. Alicia - "Propuesta"

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Continúo en mi intento por ponerme de pie. Con mucho esfuerzo, mi pierna recupera la movilidad y se libera de la rigidez. Camino por la habitación de forma lenta y dolorosa, decidida a ir en busca de los míos.

A pocos metros de alcanzar la puerta, una enfermera se acerca a mí e intenta detenerme.

—¿Por qué te levantaste? —pregunta, enfadada—. Has sufrido un gran trauma, debes mantener reposo.

—Disculpe, ¿sabe algo de Maximiliano Cervantes y Aaron Marshall?

Antes de que ella conteste, diviso a Max en la puerta de la habitación. Tiene vendas en los brazos y algunos cortes en el rostro, pero luce sano y salvo a grandes rasgos.

Ignoro lo sucedido entre nosotros y avanzo lo más rápido que puedo hacia él. Alzo mis brazos a su cuello cuando lo alcanzo. Él apoya su mentón sobre mi hombro y me abraza con firmeza.

—Pensé que habías muerto —admito. Resisto las ganas de llorar.

—Prometí nunca dejarte —susurra en mi oído—, y ni la muerte podrá romper esa promesa.

Me aparto unos centímetros y le sonrío. Hago a un lado las heridas que nos hemos provocado, me dejo llevar por la felicidad y presiono mis labios contra los suyos. Debo admitir que extrañaba el contacto de su boca. Su proximidad me hacía más falta de la que pensaba.

No puedo engañarme a mí misma: lo quiero y lo necesito a mi lado. Si bien nos quedan heridas por sanar, tenerlo lejos de mí no es algo que siga en mis planes.

—Perdóname por todo —ruega apenas separamos nuestros labios.

Le doy un beso más como respuesta.

—¿Has sabido algo de Aaron? —le pregunto al acabar el beso y al alejar mis brazos de su cuerpo.

—Aaron... —Max duda por tantos segundos que mi corazón se detiene—. Carlos se lo llevó.

Y me cuenta todo lo sucedido. Fue el mismo David quien se lo relató con lujo de detalles.

—No puede ser, ¡tenemos que salvarlo! —Pierdo la calma.

—Un grupo de rebeldes lo está buscando en los hospitales, en las prisiones y en los centros de seguridad del país —informa Max, lo que me tranquiliza un poco—. Aaron sabe demasiado sobre Amanecer, no podemos permitir que Carlos le saque información importante ni que descubra la ubicación de nuestro refugio.

—¿Pueden acceder a sus pensamientos o recuerdos para descubrirla? —inquiero, aún angustiada por la noticia sobre Aaron.

—Los reproductores de recuerdos exhiben lo que el usuario permite mostrar —recuerda Max—, y en la superficie no cuentan con reproductores de pensamientos. No olvides que son un invento nuestro.

—¡Pero podrían torturarlo hasta conseguir respuestas! —Llevo mis manos a la cabeza. Detesto pensar en esa posibilidad—. O peor aún: podrían amenazarlo con encerrar a su familia tal como hicieron conmigo. ¡Tenemos que encontrarlo ya!

—No hay nada que podamos hacer nosotros —insiste Max—. Dejemos que los rebeldes se encarguen de eso. Ya verás que lo traerán de vuelta. En cuanto a su familia, no tendremos que preocuparnos por ellos.

—¿Por qué? —Hundo el entrecejo.

—Están con nosotros ahora.

—¿Bromeas?

—Su padre llegó anoche, mientras que su madre y su hermano llegaron esta mañana. —Max sonríe—. No fue fácil para los rebeldes sacarlos de Libertad sin llamar la atención, pero lo lograron. El padre de Aaron tiene algunas heridas y lesiones a causa de las explosiones, sin embargo, estará bien en un par de días.

Prohibidos [En físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora