37. Aaron - "Trato"

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Me toma varios minutos recuperar la lucidez. No puedo ver nada, ni siquiera un mínimo punto de luz a mi alrededor. 

Antes de perder la calma, intento ponerme de pie. Escucho un extraño ruido metálico cuando trato de estirar las piernas, algo me impide moverme con facilidad. Llevo las manos a los tobillos y los tanteo. Toco dos argollas frías unidas a cadenas...

Grilletes. Me pusieron grilletes en cada tobillo.

Vuelvo a la realidad y recuerdo lo que sucedió antes de que cayera dormido: me encontraba en el Departamento Informático del Hospital General de Libertad. Manipulaba y alteraba el sistema del establecimiento en compañía de David, de mi padre y de otros rebeldes. Sentimos golpes en las puertas del elevador, los protectores querían entrar. Teníamos controlada la situación, hasta que llegó Carlos. De algún modo, logró colarse en la sección. Me tomó del cuello, apuntó su arma contra mi sien y amenazó con matarme de no hacer lo que nos pedía... y le disparó a David en vez de a mí.

No puedo evitar romper en llanto. El recuerdo del cuerpo desplomado de David clava estacas en mi corazón. Todo pareció ocurrir en cámara rápida tras el disparo: los protectores entraron en el Departamento, me sometieron junto a los demás rebeldes y recibimos descargas eléctricas que nos hicieron caer dormidos. Es todo lo que puedo recordar.

¿Estará muerto David? Tal vez sí. ¿Habrá funcionado el sabotaje a las reproducciones sexuales? Lo dudo mucho. Quizá tanto Alicia como los demás fueron capturados y encerrados cerca de mí.

Requiero de mucho esfuerzo para ponerme de pie. Aún siento el cuerpo adolorido por la descarga eléctrica, y creo tener un poco de fiebre. Tomo las cadenas de los grilletes y las sigo con mis manos hasta dar con una fría pared y un soporte metálico al que están sujetas. Golpeo la pared con las cadenas. Genero un estruendo ensordecedor que me eriza la piel.

Detengo el golpeteo y espero por alguna respuesta sonora a la distancia, pero no se oye nada salvo mi respiración. Debo haber sido encerrado a solas en algún lugar aislado.

Vuelvo a impactar la pared con las cadenas, desesperado por llamar la atención de quien sea que pueda ayudarme. Detengo mis golpes al oír el abrir de una puerta corrediza a mis espaldas.

Se enciende una luz blanquecina en las alturas. Me cuesta adaptarme a ella, cierro mis ojos hasta acostumbrarme a su intensidad. Cuando los abro otra vez, logro distinguir algunos detalles de la habitación: las paredes son blancas y pulcras, menos sucias de lo que esperaba encontrar por los grilletes y cadenas. Hay una pantalla plana apagada en una pared, una cama de sábanas blancas en una esquina, un inodoro en el extremo opuesto y, junto a la entrada del cuarto, veo a Carlos y dos protectores armados.

No sé en dónde estoy, pero sé que esta celda-habitación no se encuentra en una cárcel cualquiera.

—Déjennos solos —les ordena Carlos a los protectores, y estos obedecen.

La puerta corrediza se cierra automáticamente tras la salida de los protectores y se bloquea con un sonido de validación característico de un sofisticado sistema de seguridad.

Ahora, Carlos y yo estamos a solas.

Él me mira con soberbia, como si disfrutara tenerme aquí en la peor de las miserias. Deambula de un lado a otro por la habitación con una sonrisa cargada de sorna.

—Mira dónde has acabado. —Suelta una carcajada

Camina hacia una silla metálica ubicada junto a la cama, la toma y la ubica cerca de mí. Su rostro denota altanería, pero lo conozco demasiado bien para saber que es una máscara que oculta sus verdaderas emociones. Él está más destruido que yo.

Prohibidos [En físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora