8. Alicia - "Asesinos"

43.7K 4.8K 2.9K
                                    


El pánico me hará desvanecer.

No muevo ningún músculo; ni siquiera parpadeo. Los pasos de los protectores se vuelven más y más audibles y la amenaza es cada vez más latente.

Estamos atrapados.

Imagino los posibles sucesos futuros: Carlos y yo nos meteremos en problemas, pero no tan graves como los que tendrán William y Max. Si los protectores son capaces de traer consigo aeronaves y un escuadrón numeroso para atraparlos, es porque han de ser peligrosos.

A pesar de las dificultades que enfrentaremos, Carlos tiene influencia y poder. Los protectores no se arriesgarán a ponerlo de mal humor. Podremos negociar un acuerdo y salir de esta, pero los demás no contarán con la misma suerte.

Le debo mucho a Max. Tengo que ayudarlo.

Y ya sé lo que haré.

—Max, tengo una idea —susurro en su oído.

—¿Qué idea? No es buen momento —musita.

—Hágannos pasar por sus rehenes.

—¿Qué?

—Es la única alternativa que tienen para escapar —afirmo—. Es eso o ir a prisión.

Max duda. No hay tiempo, debe decidir qué hacer. Los protectores se aproximan a nosotros y encienden una luz casi cegadora que ilumina el sótano de rincón a rincón.

—Hecho —acepta, y le susurra algo a William en su oído. Ambos asienten.

Es hora de actuar.

—¡Alto! —grita William—. ¡Tenemos secuestrados a Carlos Scott y su prometida!

William se pone de pie con precaución. Levanta a Carlos de un brazo y le apunta la pistola en su sien derecha.

—¡Lancen las armas al suelo o mataré a su futuro gobernador!

Max saca una pistola del cinturón y repite la maniobra: me levanta con un brazo alrededor de mi cuello y apunta el arma en mi cabeza. Aunque confío en que no va a herirme, me estremece tener un objeto letal tan cerca de mí.

Los protectores nos miran como si no creyeran lo que ven.

—¿Son realmente Carlos Scott y su prometida? —pregunta uno de ellos.

Me adelanto a Carlos.

—Somos nosotros —confirmo—. Por favor, bajen las armas. Dejen ir a estos sujetos y todo acabará bien.

Me esfuerzo en mostrarme aterrada. Los protectores se miran unos a otros sin saber qué hacer. Un hombre alto, de aspecto intimidante y de no más de cuarenta años entra en el sótano. Lo reconozco como Richard Tenns, uno de los líderes del Cuerpo de Protección.

—Bajen sus armas —les ordena a los protectores.

Ellos obedecen. Percibo odio en la voz y en la mirada de Richard. Su desprecio por William y Max es notorio.

—Todos a la pared de la izquierda —exige William a viva voz—, o le volaré los sesos a este idiota mucho antes de que alguno de ustedes intente algo apresurado.

Los protectores miran a Richard como si esperaran instrucciones; él asiente. Los uniformados se agrupan contra la pared del lado izquierdo y dejan sus armas en el suelo.

—No saldrán vivos de esta —amenaza el líder.

Max tiembla por un segundo, pero retoma su faceta imperturbable de inmediato.

Prohibidos [En físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora