CAPITULO 10: FORMANDO UN GRUPO (Capitulo Doble)

297 59 19
                                    


El sábado a la siesta tenía todo preparado. Estaba ansioso por la respuesta de los chicos. Quería que este fuera un año diferente, que pudiéramos alcanzar a otros chicos y ser de impacto como grupo.

Había leído varios libros que hablaban sobre los adolescentes y sus necesidades, sobre la importancia de sentirse aceptados y valorados, sobre la presión de sus iguales y la necesidad de formar parte de un grupo.

Quería poder ser el líder que ellos necesitaban, que pudiera ayudarles en esta etapa tan difícil.

Sabía que mis capacidades eran limitadas y que sólo no tenía ninguna chance.

Recuerdo aquel día como si fuera hoy. Estaba en el salón afinando mi guitarra y pensando en algunas canciones cuando sentí que debía orar.

Me puse de rodillas en la soledad de aquel edificio vacío y clamé a Dios:

_Señor, no puedo hacerlo!, necesito de Ti, Señor soy tan poco, tan imperfecto, tan indigno... quiero que puedas utilizar mi vida para tu gloria... quiero ser de bendición para estos chicos... Utilízame...

Sentí una gran paz. Supe que las cosas estaban en manos de Dios, él se encargaría de todo, él traería a los chicos y yo solo debía descansar en sus manos.

A la hora de la reunión comenzaron a llegar. Luz fue una de las primeras, luego Nico y Ezequiel aparecieron riendo y jugando por la puerta del fondo. Victor y Florencia que habían comenzado a venir el año pasado llegaron después, y Tomás el hijo de Felipe se incorporaba este año porque recién había cumplido 12.

Estábamos a punto de comenzar cuando entró Victoria acompañada con otra chica y se sentaron en uno de los bancos del fondo. Me acerque a saludarlas y Victoria nos presentó. Nadia era nueva en la ciudad y compañera de Victoria. Hacía una semana que se había integrado a la escuela y habían comenzado a ser amigas.

Nadia aceptó la invitación y estaba ansiosa de saber lo que se hacía en la iglesia evangélica, ya que nunca había asistido a una.

Repartí los cancioneros mientras daba la bienvenida a cada uno. Me sentía feliz de ver a todos estos adolescentes.

Tuvimos un tiempo de canciones y luego un juego de bienvenida para conocer los nombres y poder integrar a todos.

Raquel y Paula llegaron mientras jugábamos, y poco después Jesica y su hermano Mateo.

Compartí el devocional que había preparado, pero sentía que era tiempo también de predicar, ya que había algunos chicos nuevos y de otros no estaba seguro de su salvación.

No había preparado un mensaje... pero sin embargo, las palabras comenzaron a fluir. Comencé contando mi testimonio y como acepte a Jesús cuando solo era un niño de 8 años. Relaté algunos de mis momentos difíciles en la vida, y como Jesús siempre había estado a mi lado y su presencia me había traído consuelo y fortaleza aun en medio del dolor.

Cuando les invite a levantar la mano, si habían recibido a Cristo, tres chicos lo hicieron.

Fue uno de los momentos más felices de mi vida.

Eran las primeras personas que llevaba a Cristo.

Me tomé unos minutos después de la reunión para charlar con cada uno de ellos mientras el resto jugaba en el patio al vóley.

Uno de los chicos era Mateo. Tenía 15 años. Había asistido un par de veces el año pasado, pero recién ahora había comprendido su necesidad de un Salvador y el perdón de sus pecados.

Después hablé con Ezequiel, el hermano menor de Victoria. Eze tenía muchas dudas sobre su salvación, porque había orado cuando tenía 5 años, pero no recordaba muy bien lo sucedido. Así que hablamos de seguridad de salvación y le alenté que confiara que Dios había escuchado ahora su oración y podía tener paz.

Mi lugar en el mundo _ (Completa)Where stories live. Discover now