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Capítulo • 6

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A la distancia, pude ver a mi mejor amiga caminando del brazo de otro hombre junto a Killian. Se trataba de un tipo alto, le sacaba dos cabezas a Aly, parecía tener la tez nívea y desde la distancia no podía ver la tonalidad de su mirada, pero podría jurar que era una de esas dobladoras de rodillas, ladronas de suspiros.

De pronto, Aly se soltó del agarre del amigo de Killian y corrió a verter los residuos de la cena de Navidad en casa de Gordon, sobre una bonita palmera.

—¡Eso es todo lo que me quedaba de ti, imbécil! —le gritó al vómito, con más odio del que uno esperaría encontrar en alguien que se dirige a los desechos de su propia digestión.

Sin poder reprimirlo, el amigo de Killian y yo reímos de golpe.

—Ezra —reprendió Killian.

—Lo siento —se disculpó tomando a Aly por el brazo—. Perdona, guapa, pero me temo que tendré que cargarte.

Aly lo miró como a su vómito.

—¿Y tú quién eres?

—Soy el hombre de tus sueños, cariño —proclamó con un guiño y una sonrisa encantadora.

Yo habría suspirado si solo hubiera sonreído, pero todo el mundo cargaba defectos y el suyo, al parecer, tenía que ver con el ego y las palabras.

—Ezra —repitió Killian como advertencia.

Mi amiga, en cambio, le dedicó una mirada asqueada.

—Puaj.

Ezra la miró confundido, pero no insistió en tomarla del brazo; se limitó, con inteligencia, a seguirle el paso de cerca.

Me habría echado a reír ahí mismo si uno de mis peores fantasmas no se hubiera materializado a pocos metros de la acera.

Nick.

—Mierda —soltamos Aly y yo, quedándonos de piedra ante la imagen del hombre rubio frente a nosotras.

—¿Cuáles son las probabilidades de que sea una aparición producto de nuestra etílica imaginación? —sugerí incapaz de apartar la mirada de Nick.

—Considerando que bailamos sobre las mesas hace un rato... Yo creo que 50-50.

Asentí.

—Correré el riesgo.

Me acerqué a él dispuesta a soltarle todas las palabras que se quedaron atacadas dentro de mí desde la última vez que lo vi.

La vez que lo descubrí metiéndole la mano a nuestra profesora de Inglés.

Apenas abrí la boca y la mano fuerte de Nick se ciñó sobre mi brazo, obligándome a seguirle por la acera.

Su agarre firme cortaba mi circulación, sus piernas se movían con una velocidad que superaba mi capacidad y estaba a nada de arrastrarme por el suelo.

—Oye, oye, oye, ¿tú quién eres? —preguntó Ezra detrás de mí, justo al tiempo en el que Killian apartaba su agarre de mi mano con brusquedad y lo fulminaba con una mirada escalofriante.

—Miren, no sé qué les haya dicho, ¿bien?, pero ella no está disponible, soy su novio y...

Mi puño tenía vida propia.

Mi puño era un ente pensante cuyo único deseo era chocar contra la bonita y afeitada mandíbula de mi exnovio.

Mi puño era mi héroe.

No le digan a Theo.

—¡Eres un imbécil! —solté mientras se tambaleaba aturdido por el golpe.

Con sabor a mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora