Quizá pueda echar alguna cabezadita durante la hora de la siesta mientras sus alumnos duermen... Con esa idea en mente, le da un poco más de vigor a sus zancadas y acelera calle arriba, sabiendo que su meta va a ser un café mocha recién hecho.

En menos de diez minutos ya ha llegado a su cafetería de siempre y relaja el paso lentamente hasta quedarse parada frente a la puerta. Empuja el cristal y en una de sus agitadas respiraciones le llega el aroma a café recién hecho. Coge una profunda bocanada de aire, quitándose los cascos y dejando que cuelguen del cuello de su jersey, música enlatada sale de ellos, pero queda amortiguada por el ruido matinal de personas que vienen y van y máquinas funcionando a toda marcha.

Cuando llega al mostrador de granito, Joey la recibe con una sonrisa más grande de lo habitual.

- Vaya, vaya, no pensé que fuera a verte esta mañana – dice a modo de saludo mientras teclea algo sobre la pantalla táctil, lo más probable es que esté metiendo ya el pedido de Chloe, porque ya se lo conoce de memoria.

- ¿Por qué no? Ya sabes que nunca fallo – responde la pelirroja confundida, y le tiende el dinero para pagar su café. Esa sensación de que algo extraño está pasando se intensifica ante el comentario del camarero.

- Ya, pero creí que, no sé – Joey se encoge de hombros y su sonrisa adquiere un matiz travieso –, creí que quizá estarías demasiado cansada como para salir a correr... O que alguien te lo impediría – añade, remarcando la palabra con un guiño.

Chloe frunce el ceño y se queda parada frente al mostrador, la boca abierta como si fuera a decir algo, pero ninguna palabra cae de su boca porque no entiende nada de lo que está ocurriendo.

- Oiga, si quiere estar de cháchara, échese a un lado. Algunos tenemos prisa – se queja algún impaciente de la cola que se ha formado tras ella.

Se gira para disculparse y capta algunos susurros que se cortan bruscamente cuando se dan cuenta de que les está mirando. Chloe se ve obligada a moverse hacia la zona de recogida, y mientras espera, su ceño se hace más profundo todavía. Le está dando vueltas a esta mañana, el cúmulo de acontecimientos inexplicables que no tienen sentido alguno y hacen que no entienda nada. ¿Estará soñando? Porque este tipo de rarezas suelen estar reservadas a sus sueños...

- ¡Chloe! – llama el camarero encargado de hacer las bebidas. La pelirroja da un paso adelante para reclamar su mocha, y los ojos del camarero se abren de par en par de forma casi cómica –. Oh – se escapa en una exhalación.

Chloe entorna los ojos y analiza al camarero, sin reconocerle, lo que significa que, o bien es nuevo, o le han cambiado el turno.

- ¿Pasa algo? – inquiere suavemente.

- Eeeeh – tartamudea él –. No, perdona – se excusa, tan rápido que a Chloe le cuesta entenderle, y antes de que pueda reaccionar, el chico ya le ha dado la espalda y está centrado en la máquina de expresos.

¿Qué demonios está pasando?, piensa Chloe.

Vuelve a ponerse los cascos y sale a la calle. A paso calmado, va dando cuidadosos sorbos a su café mientras sube hasta su siguiente parada: el kiosko. Está a un paso de cebra de distancia, esperando a que el semáforo cambie a verde para permitirle cruzar la avenida, cuando su música se para abruptamente. Gira el brazalete que rodea su bíceps derecho y en el que guarda su móvil, a través del plástico puede ver en la pantalla que su mejor amiga le está llamando.

Presiona el botón de responder y se alza el micrófono de los cascos a los labios para que se la escuche mejor.

- Chloe Elizabeth Beale – espeta su mejor amiga, sin siquiera dejar que la pelirroja le salude apropiadamente.

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