Extra ~ Aquel libro

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—Bienvenido a casa, papá.

Como de costumbre, Mavis le recibió con una hermosa sonrisa y corrió hasta él, deseosa de recibir sus dos besos y su caluroso abrazo.

—¿Y mamá? —la alzó entre sus brazos, dándole más mimos.

—Está dentro —señaló la habitación conyugal. —, ordenando.

—¿Ordenando?

Movido por la curiosidad, dejó a la niña en el suelo y caminó hasta su habitación.

Que Marlene estuviera ordenando solo podía ser el resultado de una abducción alienígena. 

—¿Marlene?

La imagen con la que se deparó le hizo abrir mucho los ojos.

¿En qué momento su habitación se había convertido en una biblioteca?

Aleix se movió por entre la epidemia de libros, los que parecían formar caminos de un laberinto.

La ñoña estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas, apilando los libros en diferentes pirámides.

—¿Qué haces? —le cuestionó.

Todo aquel desastre siempre había estado en su habitación, debajo de la cama, en el interior de los armarios y en cada esquina. ¡Qué pesadilla!

—¿Vas a montar una librería y no me lo dijiste? —le cuestionó, después de que su primer interrogante hubiera sido ignorado.

—Nunca me libraré de ninguno de mis hijos —le recordó. —Excepto —alzó un libro y se lo quedó mirando con desagrado, antes de tirarlo al suelo como si no fuera más que un puñado de basura. —, libros como este, que son insignificantes. Que no son nada más que un puñado de hojas desperdiciadas. A personas como este autor, ¡no deberían permitirles el usufructo del sagrado papel! ¡Es que me indigna!

Hizo un mohín y de una patada lanzó el libro lo más lejos posible. El rechazado terminó golpeando una pila abrumadora de libros que casi se derrumba, y lo habría hecho, si Aleix no la hubiera sostenido.

Marlene solo lograba mantener la seriedad latente cuando se trataba de libros.

—¿En serio es tan malo este libro? —se agachó y agarró el libro repudiado. — Vaya, es de romance.

—Una de las razones por la que es una basura.

—¿Qué?

Solo ella diría que una historia de romance era una basura.

—No tengo nada en contra del romance —aclaró.— Solo detesto las historias en donde el protagonista se enamora y es correspondido de inmediato. Todo un cliché sin emoción —sacudió la mano como si espantara una mosca. —Es tan aburrido.

—No sé, es que te gustan libros tan raros...

Se sintió tentado a ojear el interior del libro. Sería capaz de leérselo.

—Solo me gustan los mejores libros. Los que no son del montón —declaró con orgullo, mirando mal a su marido porque había comenzado a leer aquel libro. —Así que —le arrebató la porquería que tenía en sus manos y volvió a lanzarla lejos. —No quiero que leas semejante bazofia. Si quieres leer un buen libro, solo tienes que pedírmelo.

—No quiero leer —le bufó en la cara.

Marlene encogió los hombros, restándole importancia, y volvió a centrarse en ordenar el desastre que había originado en la habitación.

Aleix, aburrido, paseó la mirada por la habitación. A pesar de los gustos absurdos de su mujer, también habían libros de romance esparcidos por donde quier. No todo en ella era sanguinario y desagradable.

Volvió la mirada a ella, topándose con una mueca que se expandía por todo su rostro. Su fastidio era dirigido a un libro que sostenía con ambas manos.

—Este libro nunca terminé de leerlo —comentó. — Es el libro que me spoilaste aquel día.

El fastidio se transformó en rencor, ahora dirigido a su conyugue.

Marlene tenía buena memoria para las cosas absurdas. 

—¿Aquel día? —Aleix no tardó en recordarlo. —¡Ah, ya recordé! Pero, ¿nunca te lo dije?

—¿Qué cosa?

—Pues, que no te hice spoiler realmente.

—¿Qué?...

Algo se torció en su interior.

—¿Cómo iba a saber qué libro estabas leyendo? Solo te dije lo primero que se me ocurrió, porque mi objetivo era molestarte. Porque creí que de esa manera me ganaría tu amor.

Después de su confesión se produjo un abrupto silencio. Aleix pensó que Marlene se había enojado, pero lo descartó al instante. No podía ser tan rencorosa ni tan infantil.

Cuando la vio yéndose al sofá, en donde dormiría aquella noche, supo que se había equivocado.

Mini especial. Continuación del capítulo anterior:

Un día después del cumpleaños de Aleix.

—Aleix.

Marlene se instaló junto a su marido en el sofá.

—Te compré un regalo de cumpleaños atrasado.

Hasta aquel entonces, Aleix había estado de morros, pero la noticia avivó una sonrisa en su rostro.

—¡¿En serio?! —incluso podría caerse de la emoción.

Recibió el pequeño regalo, y como un infante, rompió el papel azul que lo envolvía.

Al terminar el proceso, se quedó mirando el contenido con una cara bien larga.

—¿Qué es esto?...

Por un instante, pensó que se trataba de un desodorante, pero algo le decía que estaba equivocado.

—Un spray anti-violadores.

—¿Eh? —se quedó mirando el frasco, patidifuso. — ¿Y para qué quiero yo esto? ¿Para los gays?

—No, hombre —negó con la cabeza. —Es para que lo uses contra ti mismo todas las veces en que pienses en rondarme para que tengamos sexo.

—¿Qué?...

Aquello solo podía tratarse de una broma. De una muy mala por cierto. Estaba seguro de que Marlene iba a darle otro regalo. Uno de verdad.

—Venga, deja de bromear —dejó el dichoso frasco sobre la mesa de centro que estaba frente al sofá. —Dame ya mi regalo.

—Ya te lo he dado —encogió los hombros, mostrando cierta confusión.

¿Estaba hablando en serio? No puede ser...

—Venga, no te deprimas —le puso una mano sobre el hombro derecho. —Es verdad que te compré algo más.

—¿En serio? —ya no quería emocionarse antes de tiempo. Primero tenía que certificarse de que estaba diciendo la verdad.

—Sí —Marlene se levantó, fue hasta su habitación y regresó con una bolsita color crema. —Aquí tienes.

Aleix lo agarró como si fuera el último pedazo de pan que tenían para comer y desgarró el papel de regalo con rapidez. Cuando vio el reloj se quedó pasmado.

—Es un... reloj.

Marlene le había dado un regalo normal. Increíble.

—Sí, bueno, sé que hubieras preferido un libro, pero me decanté por ese reloj.

—Muchas gracias, mi amor —le dio un abrazo de oso amoroso, muy feliz. —De verdad.

—Aunque creo que el spray es un mejor regalo. No te olvides de usarlo —se burló.

—Mejor úsalo tú, para protegerte de los pervertidos. Eres demasiado linda, así que seguro que alguno te pone los ojos encima.

Marlene no tardó en ruborizarse y se apartó avergonzada.

—Tonto.

Eso dijo, aunque se notaba que le había gustado mucho su comentario.

Te volverás adicta a mí #1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora