58 ~ Ni mis libros me alivian

915 98 22
                                    

—¡Estás tan linda!

La propietaria de semejante comentario, recibió una mirada punzante que la hizo encogerse.

La personita frente a sus narices no compartía su opinión.

—¿Podrías tragarte tus comentarios hipócritas? ¡Soy miope, no ciega! —se señaló los ojos con los dedos índices —¡Estoy más fea que el puto Gollum! ¡Mira esta panza! —se señaló el enorme vientre —¡Y mírame las rodillas! —tan regordetas como unas patatas —¡¿Dónde ves aquí algún sinónimo de belleza?!

Los cambios de humor de Marlene no deberían de ser tomados a la ligera. Siempre que leía se mantenía tan inmóvil como una estatua, pero ahora no paraba de removerse y de quejarse. No podía acostarse de barriga para abajo, su postura favorita, cosa que la irritaba.

—Tranquila, Marlene.

Aleix siempre trataba calmarla. No podía existir hombre más compresivo y más atento con su esposa.

—¡Ni te me acerques! —le advirtió Marlene, apretando los dientes. Si le tocaba aunque fuera apenas la punta de un cabello, iba a golpearlo— ¡Estoy en esta situación por tu culpa!

Varias venas le sobresalían en la frente. Estaba hecho un basilisco.

Sin borrar su mala entraña, Marlene agarró el libro una vez más. Quería leer para poder olvidarse de su horrible situación, pero como si no fuera suficiente el dolor, el bebé también hacía cuestión de atormentarla. El dichoso energúmeno se removía en su interior, estirándose y retorciéndose, como si quisiera romperle la piel.

—¡No puedo más! — desfallecida, se dejó caer en el lecho. Su miraba detonaba enorme cansancio —¡Me está matando!

No estaba exagerando.

Agobiada, deslizó la mano por su vientre, acariciándolo, tratando de que el bebé se calmara. A veces lo lograba, otras se removía más.

—¿Estás bien?

Ángela vio con notable espanto la caótica situación. Al parecer, alguien se lo pensaría mejor antes de plantearse tener un bebé.

—"¿Estás bien?" —Marlene la miró con sed de sangre — ¡¿Tengo cara de estar bien?!

—Ya falta poco, cariño —Aleix le dio cobijo entre sus brazos. La acarició con dulzura. Quería aliviarla, aunque fuera un poco. — Pronto darás a luz.

—¡Ni me lo recuerdes! —se mordió el labio inferior, temerosa —Ya no sé si es preferible seguir embarazada a dar a luz.

Cerró los ojos. Quería dejar de pensar. Por suerte, su bebé ya se había calmado.

Al abrir los párpados, descubrió el rostro zopenco de su esposo. Lucía feliz el muy cabrón.

—¿Sabes que te odio?

No tardó en arrepentirse de haberlo dicho, a pesar de que sabía que Aleix no le había creído.

—Es mentira, lo siento.

Marlene siempre se disculpaba. Cuando se tranquilizaba, veía lo tan afortunada que era en realidad. La mayoría de mujeres desearían tener a un hombre como Aleix a su lado.

***

—¡SOCORRO!

Días después, un grito espantoso recorrió toda la vivienda.

Somnoliento, Aleix saltó de la cama, tropezó con sus propios pies y se fue de morros contra el marco de la puerta, pero el dolor no le frenó.

Encontró a Marlene de pie en el salón, mirando con asco un charco incoloro que tenía bajo sus pies.

—¡Qué asco! —comentó ella, sacudiendo un pie como un chucho.

—¡As roto aguas! —exclamó Aleix poniéndose muy nervioso.

—Ah, no me digas —Marlene le miró como se mira a un idiota. —Por un momento pensé que me había meado. ¡Deja de hacer el tonto y llama a la ambulancia de una vez por todas!

—¡Voy!

Aleix fue corriendo a la habitación para agarrar su móvil.

Pasados unos quince minutos, poco más, llegó la dichosa ambulancia y se encaminaron al hospital.

—Aleix, si no sobrevivo a esto, prométeme que vas a cuidar a mis hermosos libros por mí. No los abandones nunca —le pidió, mirándole a los ojos con lágrimas y estrechándole la mano dramáticamente.

—Marlene, no te vas a morir —puede que lo hubiera dicho en broma, pero igual no le había gustado en lo absoluto, razón por la que sonó enfadado. —Deja de decir tonterías.

—Señorita, todo estará bien —le aseguró un joven enfermero, que era más o tan enano como Marlene, y que tenía cara de todo, menos de confianza.

—¿Has estado en algún parto antes? —le cuestionó Marlene, mirándolo muy seria.

—No, pero he estudiado mucho —le aseguró el chico, tratando de sonar lo más seguro posible.

—Oh, estupendo... Aleix, dejo mis libros en tus manos.

Incluso Aleix se sintió engullido por el pánico, y solo se calmó cuando llegaron al hospital.


Te volverás adicta a mí #1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora