Capítulo 7- La flauta

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Después de sacarme de la jaula y proclamarme como la "Niña Perdida", me dieron de comer y de beber, no me lo pensé dos veces y sacié mi hambre y mi sed lo más rápido que pude. Todos los Niños Perdidos bailaban en círculos alrededor del fuego, saltando, gritando y dando golpes con palos, mientras Pan tocaba una flauta de una forma poco común, que emitía un sonido suave y agradable. De pronto, todos se quedaron quietos para poder escuchar mejor aquel sonido que salía de la flauta. Se sentaron en los troncos que había alrededor del fuego y se limitaron a escuchar. Yo, que estaba sentada en el suelo, apoyada en un árbol, escuchaba atentamente y veía como Pan nos observaba a todos sonriente mientras hacía sonar el instrumento. Cuando su mirada se paró en mi, comencé a sentir el cuerpo más pesado y notaba como los parpados se me cerraban sin poder evitarlo. Y escuchando aquella melodía me quedé dormida, con la sonrisa misteriosa de Peter grabada en mi mente.

A la mañana siguiente, amanecí en una habitación, pero no era una habitación normal, estaba en un árbol. Las paredes eran de madera y lo único que había en la estancia era una cortina que tapaba parte del cuarto, una ventana y la cama en la que yo me encontraba. Me senté en la cama y recordé lo que había pasado la noche anterior, y su sonrisa volvió a mi mente. Un escalofrío recorrió mi espalda al recordarle, quería pensar que solo había sido un sueño, pero hubo algo que me demostró que todo había sido real.

-¿Que tal has dormido?- dijo Pan a mi espalda.

Me dio tal susto que mi grito se debió de escuchar por toda la isla. Formuló la pregunta con tono malicioso, lo que me dio a entender que en realidad no le importaba, solo quería divertirse con mi reacción. Me di cuenta de que había estado escondido tras las cortinas, y le mire con desprecio.

-¿Cuánto tiempo has estado ahí?- le pregunté, acusadora.

-No has contestado a mi pregunta- dijo con una sonrisa que hizo que me recorriese una ráfaga de frio de la cabeza a los pies.

-Ni tú a la mía- le contesté intentando parecer firme, aunque se notaba el miedo en mi voz.

Dio una risotada de tal manera que se me creó un nudo en la garganta, que me dejó paralizada cuando él se acercó a mi lo suficiente como para sentir su respiración en mi cara y hacer que el pánico en mi aumentase considerablemente.

-El tiempo necesario. Y bien... ¿cómo has dormido?

-Bi...bien...- se podía notar el miedo en mi al decir aquello, estaba temblando. Al tenerlo tan cerca me dio la impresión de que podía oler mi miedo, me sentía incómoda. Se alejó de mi mientras se reía maliciosamente y me dejó sola en la sala, con los ojos muy abiertos y la respiración entrecortada.

Unos minutos más tarde salí de la casa del árbol, pero tenía un problema, no sabía cómo regresar al campamento desde allí, volvía a estar perdida. Caminé para seguir explorando, hasta que mi cuerpo me pidió una pausa, estaba cansada. Me senté junto a un árbol y mirando al frente comencé a cantar inconscientemente la melodía que tocaba Pan ayer con la flauta. Recordé como me sentí en aquel momento, cuando escuché aquel sonido por primera vez, me hizo sentir insegura y frágil, pero sobre todo me hizo sentir sola.

Iba a levantarme del suelo para seguir andando cuando una flecha me detuvo. Justo encima de mi cabeza alguien había lanzado una flecha que estaba clavada en la corteza del árbol en el que hace unos segundos yo estaba descansando. Me quedé totalmente paralizada, hasta que lo escuché, aquella risa, la risa de Peter. Apareció entre los árboles con un arco, que supuse que era el arma con el que había lanzado aquel palo afilado que casi me mata. La situación parecía divertirle y yo a cada segundo me ponía más enferma. Cogí la flecha y la sostuve en mi mano, no sabía qué hacer, pero no me hizo falta pensarlo, en aquel instante Pan me lanzó el arco y yo lo atrapé en un acto reflejo.

-Deberías aprender a utilizar las armas- me dijo, serio.

-¿Para qué? Puedo conseguir comida con tan solo desearlo, no necesito aprender a cazar.

-No es para cazar, es para defenderte, todos los Niños Perdidos saben luchar.

Le miré dubitativa, no sabía de que me tendría que defender y sinceramente tampoco quería averiguarlo. Pero el no me dio tiempo a quejarme y me dijo:

-Coloca la flecha en el arco- después de unos segundos hice lo que me ordenaba-, sube los brazos, tira de  la cuerda y suéltala.

Así lo hice, pero la flecha no dio en el tronco que tenía como objetivo, se desvió y la perdí de vista. Él suspiró e hizo aparecer otra flecha en su mano. Se acercó a mí y me la dio, acto seguido fui yo la que se alejó de él lentamente. Repetí los pasos anteriores, pero cuando iba a lanzarla me detuvo.

-Concéntrate, mira bien tu objetivo, obsérvalo detenidamente, no le quites los ojos de encima... Y lanza- sentenció.

Volví a hacer lo que me decía, pero esta vez acerté, di justo donde quería. Peter me miró con una extraña sonrisa y antes de desaparecer dijo:

-Te veo en el campamento, procura no perderte.

Me quedé sola, pero para mi sorpresa, los arbustos se abrieron creando un sendero. Ya estaba anocheciendo, por lo que me encaminé para no perderme de nuevo en la oscuridad de la noche.

El camino me llevó hasta el campamento, donde, como la noche anterior, todos bailaban. No había ni rastro de Pan, hasta que apareció a mi lado. Me dio otro susto, pero esta vez no grité, no iba a darle ese placer.

-¿La escuchas?- me preguntó.

No sabía a qué se refería, y al parecer el notó mi confusión. Elevó la flauta y entendí de que me hablaba.

-Claro que la escucho, ¿por qué lo preguntas?

-Únicamente las personas que se sienten solas son capaces de escuchar esta flauta- dijo con su habitual sonrisa y volvió al centro para deleitar a todos los Niños Perdidos con aquella melodía.

Pasé la noche sentada en un tronco divagando entre mis pensamientos, sin poder aclarar ninguno. Yo ya sabía que me sentía sola, pero aceptarlo me resultaba muy difícil. Cuando la ultima llama de la fogata se extinguió, todos aquellos muchachos se fueron a descansar, dejando a Pan solo, en el centro del campamento. Me acerqué a él para resolver una de mis muchas dudas.

-¿Tu también la escuchas, verdad?

-Si- me contestó, tajante.

-Entonces... tu también te sientes solo, ¿no?

Me miró con odio,  una punzada atacó mi corazón, volvía a tener miedo. El se levantó de su asiento y se acercó a mí, elevando su brazo para señalarme.

-A ti no te interesa si me siento solo o no. No te metas en mi vida, ¿¡te queda claro!?

-Si...

Me temblaba todo el cuerpo, le había enfadado. Se fue enfurecido dejándome sola en aquel claro del bosque, en el que por primera vez, había experimentado el verdadero miedo. 

The Lost Girl (Fan Fiction de Robbie Kay)Where stories live. Discover now