Capítulo 16 - Revelaciones

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Desde hacía dos semanas que le evitaba. Iba con cautela por todas partes para no cruzarme con él, miraba siempre a todos lados para comprobar que no estuviese allí. Estaba tomando todas las medidas necesarias para no tener que verle y empeorar las cosas, porque si me arriesgaba a mirarle, Félix y la Sombra se asegurarían de que fuese la última persona que mirase en mi vida. Pero no podía evitarle eternamente. Sabía que algún día tendría que mirarle, ese tipo de impulsos son los que se siente cuando una está enamorada. En ocasiones pasaba por el campamento para comer algo y él estaba allí, observándome y esperando a que le dijese algo, pero yo no hacía eso, tan solo me limitaba a coger suministros y acto seguido continuaba andando, así durante dos semanas, llorando cuando Pan no podía verme, gritando de impotencia cuando no podía escucharme y huyendo cuando me buscaba. Yo nunca quise esto, jamás esperé que nuestro amor pudiese enfurecer de tal manera a alguien, pero el daño ya estaba hecho y las consecuencias aún estaban por venir.

Estaba caminando hacia la playa, para poder estar sola, cuando alguien se posicionó frente a mí.

-Buenos días enamorada- dijo Félix con una sonrisa triunfal.

-¿Qué quieres ahora?- le pregunté cortante.

-Solo quería informarte de que lo estás haciendo muy bien, más de lo que te imaginas- continuó, dando vueltas en círculos a mi alrededor.- Pan está muy confuso, no sabe porqué le evitas, y se está volviendo loco. Sigue así y pronto recuperaremos al Peter que teníamos.

-Querrás decir que tú recuperaras al Peter que tenías, no yo.

-Já, pobrecita...¿te duele el corazón?¿Sientes cómo todo tu mundo se destroza sin él?¿Tienes ganas de llorar?- me preguntó, acercando su boca a mi oído.- Pronto serás tú la que se vuelva loca por la desesperación y vendrás a mí pidiéndome que te saque de la isla...

-Nadie puede entrar ni salir de la isla sin su consentimiento- dije mientras giraba sobre mis talones para mirarle a los ojos y enfrentarme a él.- Y si piensas que me voy a dar por vencida estás muy equivocado Félix, puede que me puedas herir emocionalmente, pero no tienes ni la menor idea de lo que soy capaz de hacer, así que no me tientes- le reté.

Acto seguido me di la vuelta y proseguí mi camino hacia la playa.

-Me encantaría ver lo que puedes hacer contra la Sombra- dijo riendo, indiferente.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Contra Félix podría ganar, ya lo demostré cuando Pan nos obligó a enfrentarnos, pero no podría hacer nada contra la Sombra, me mataría sin ninguna dificultad.

Al llegar a la playa me senté en la arena y me quedé observando el mar incontables horas, hasta que alguien me sacó de mis pensamientos y se sentó junto a mí.

-El mar es más bonito en el atardecer, ¿verdad?- me preguntó Pan.

-Lo siento, tengo que irme... tengo hambre...- dije levantándome, no podía usar de nuevo la excusa de Campanilla.

-Te acompaño- dijo levantándose.

-¡No! Prefiero ir sola... de verdad... déjame sola...

-No voy a dejarte sola, Isabella, estoy harto de que huyas de mí, no entiendo por qué lo haces.

-Solo... necesito estar sola...- dije intentando contener las lágrimas de impotencia.

-¿Por qué?¿Por qué te escondes? Aunque creas que no te veo, sí que lo hago, cada vez que te vas al verme, cada vez que me apartas la mirada, cada segundo que respiras despacio para que no sepa que estás justo detrás de mí...- dijo acercándose a mí.

No contesté, no podía revelarle todo lo que Félix me decía, o los dos acabaríamos mal parados. Esta vez no pude ocultar las lágrimas.

-Lo siento Pan...

-No te disculpes, eres tú la que se perjudica. Llevas toda tu vida alejándote de la gente, no logro entender por qué haces lo mismo conmigo...

-Te sabes toda mi vida, ¿eh?- dije con una sonrisa melancólica.

-Si... pero tú no sabes nada de mi...

No dijo nada más, solo me cogió de la mano y comenzó a caminar, sabía que si la Sombra o Félix nos veían podríamos meternos en graves problemas, pero la única diferencia era que Peter no era consciente de ello. Continuamos andando hasta que llegamos a la orilla en la que se encontraban las barcas para ir a la Isla de la Calavera. Montamos en uno de los pequeños barcos y remamos hasta la isla. Cuando llegamos hasta la sala donde se encontraba el gran reloj de arena, le pregunté a Pan:

-¿Qué hacemos aquí?

-Yo lo sé todo sobre ti... pero tú no conoces mi historia, te he traído para contártelo todo.

Se sentó en el suelo y yo hice lo mismo, esperando a que comenzase su relato.

-No soy como crees- comenzó.- Yo... soy mucho más mayor de lo que parezco... En realidad, soy padre...- al decir eso, mis ojos se abrieron como platos, pero el continuó.- Me enamoré de una mujer, y tuvimos un hijo, luego, cuando el niño cumplió nueve años, nos quedamos solos. Yo no era capaz de mantenerle, no estoy hecho para ser padre, no estaba preparado, y me ganaba la vida engañando a la gente en un juego de cartas, la verdad es que no tenía muy buena fama en aquel lugar... era conocido como "el cobarde". Mi hijo encontró una manera de alejarnos de todo el mal que nos rodeaba, aunque en realidad fuese yo quien lo causaba. Vinimos los dos juntos a Nunca Jamás, pero yo... le cambié por la juventud, abandonándole para poder ser como soy ahora...- se quedó callado y yo enmudecí.

Se levantó de donde estaba sentado y se aproximó al reloj de arena, yo le imité.

-Este reloj mide lo que me queda de vida... he de encontrar una manera para permanecer joven eternamente, sin necesidad de depender de un polvo de oro que cuente los días que me quedan...- se acercó a mí y me cogió de las manos.- Sé que esto no es lo que  te esperabas, pero esta es mi historia, he sido un cobarde toda mi vida, pero no quiero cometer el mismo error contigo...

Toda esa historia me pilló de sorpresa, no me esperaba que Pan tuviese un... hijo... Pero no iba a reprocharle nada, porque ahora era yo la que le ocultaba algo de gran importancia.

-Si no consigo hallar una manera de permanecer joven, quiero que me recuerdes... no quiero que me olvides...

Me cogió de la mano y la cerró. Al abrirla, pude ver un collar, con una piedra preciosa y brillante, de color verde, en forma de corazón. Le miré a los ojos, él sonreía. Me puso el collar y se aproximó a mi rostro, de modo que respirábamos el mismo oxígeno.

-No me olvides...

Después de que Pan dijese eso, juntó sus labios con los míos y puso sus manos a lo largo de mi espalda. Sentía la necesidad de permanecer a su lado, pero ese acto de amor nos traería muchos problemas...

The Lost Girl (Fan Fiction de Robbie Kay)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu