Capítulo 2- Killian Jones

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Se hizo de noche y yo seguía  en la calle. No quería volver a mi casa, me negaba. Pasé por la taberna para ver el estado de mi padre, porque aunque él no me quisiese, yo me preocupaba por él. Al entrar, todos los hombres pusieron su mirada en mi. Yo hice caso omiso y busqué a mi padre, al que no me costó encontrar. Estaba en la barra, con otros hombres a los que no había visto nunca. Me aproximé a él y llamé su atención.

-Padre...

El me miró por encima del hombro y me contestó con tono cansado:

-¿Qué demonios quieres?¿No ves que estoy ocupado?

-Lo siento, no pretendía molestarte, madre me ha echado de casa y...

-Algo habrás hecho, ahora déjame en paz, estoy haciendo cosas importante- dijo riendo con sus amigos.

-Claro, beber es lo más importante que te queda, porque pronto perderás a mamá y a mi... ya me has perdido... borracho.

Fui a salir de la taberna mientras mi padre me gritaba por detrás y hacía ademán de salir tras de mí, cosa que la borrachera no le permitía, ya que se tambaleaba y se caía al suelo sin poder levantarse.

Estaba anocheciendo y yo caminaba por la calle sin ver a nadie en ella. Fui al embarcadero y me senté en un banco. Me cogí las rodillas y empecé a llorar. No podía más, necesitaba salir de allí, alejarme de ellos, ser libre...

Cuando pensaba que estaba sola escuché unos pasos a mi espalda. Al girarme vi a un joven con los ojos azules y el pelo negro recogido en una coleta, que llevaba puesto un uniforme de marine. Se sentó a mi lado y me dijo:

-¿Qué haces aquí a estas horas? Deberías estar en tu casa, es peligrosos estar en la calle tan tarde.

-Estoy más segura aquí que en mi propia casa...

Después de decirle esto me miró extrañado. Era un joven de veintidós años como mucho, de piel blanca y con unos ojos azules que hipnotizaban.

-¿Cómo te llamas?- le pregunté.

- Killian Jones, encantado... ¿Y tú?

-Isabella Blich...- al pronunciar mi nombre sus ojos se abrieron del asombro.

Me miró con compasión, cosa que no me gustaba que hiciese la gente, me hacía sentir más desgraciada de lo que ya era.

-Si quieres te acompaño a tu casa, y como esta noche tengo que estar de guardia por las calles, si tienes algún problema solo tienes que gritar y saldré en tu ayuda, ¿de acuerdo?- me dijo con una sonrisa sincera.

Asentí con la cabeza y accedí a que me acompañase a casa. Las luces de esta estaban apagadas, no había ni una vela encendida, pero se escuchaban los llantos lastimeros de mi madre desde fuera.

-No quiero entrar, lo pagará conmigo...-dije retrocediendo, asustada.

Me paró posando sus manos en mis hombros y al girarme me miró y dijo:

-Debes entrar, yo estaré atento si necesitas ayuda.

Le sonreí y acto seguido entre en mi casa dubitativa. Cuando estaba en el interior de esta, mi madre lloraba desconsolada en una de las esquinas de la casa, no se percató de mi presencia. Sus ojos estaban rojos y no se le entendía al hablar. Fui directamente a mi habitación, me quité el vestido que Ámbar había hecho para mí y me puse un camisón que mezclaba los colores marrón y verde, ajustado por la parte de arriba y que se dejaba caer por la parte de abajo, también era una creación de Ámbar. Me puse unos zapatos desgastados que usaba cuando estaba en mi alcoba, encerrada y aislada del mundo.  

Llevaba un buen rato mirando por la ventana, pero los llantos de mi madre se hicieron más fuertes, y comenzó a gritar, no podía soportarlo, me estaba volviendo loca...

Me dio igual estar vestida con un camisón y unos zapatos viejos, salí de mi casa corriendo y me dirigí a la taberna en busca de mi padre, necesitaba que volviésemos a ser una familia feliz, necesitaba volver a sentirlo, estaba totalmente desesperada... Cuando llegué fui directa a por mi padre, que abrió los ojos del asombro al verme allí de nuevo.

-¿Qué quieres ahora?- me dijo con desprecio, cosa que me dolió en el alma, pero me lo callé.

-Quiero que vuelvas a casa, con madre y conmigo, quiero que volvamos a ser una familia y que dejemos de ser el tema de conversación diario del pueblo, quiero recordar cómo era mamá cuando sonreía y como eras tú cuando no estabas ebrio, quiero despertarme y escuchar risas en vez de gritos, quiero estar orgullosa de mi familia y no avergonzarme cada vez que alguien me pregunta mi apellido, simplemente quiero ser feliz...

Mi padre me miró fijamente y toda la taberna se quedó en silencio, observándome, pero mi corazón se rompió en mil pedazos cuando el hombre que me dio la vida se levantó de su asiento, me miró a los ojos y me dijo:

-Lo siento, pero eso no va a ser posible, porque yo no te quiero ni a ti, ni a tu madre, nunca os quise, tu madre para mí fue una simple mujer de una noche, a la que desgraciadamente dejé embarazada, nunca quise casarme con ella ni tenerte a ti, mi sueño siempre fue surcar los mares en un gran barco y vivir libre, pero cometí una estupidez y me tocó pagar la consecuencias renunciando a mis sueños. Tu madre aprendió a amarme, pero desgraciadamente yo no hice lo mismo, y aproveché la más mínima oportunidad para alejarme de ella y de ti, porque todos los días me recordáis que mis sueños jamás se cumplirán. Asique hazme un favor y sal de aquí, solo me haces pensar en mi desdicha...

Tras decir aquello se sentó y pidió otra jarra de bebida. De mis ojos empezaron a brotar lagrimas como si fuese una cascada. No fui deseada, le arruiné la vida a mi padre y más tarde hice lo mismo con mi madre, mi nacimiento destruyó miles de sueños y oportunidades. Me sentía estúpida, por estar allí, rogándole a un hombre que me acababa de dejar claro que no me quería a pesar de ser mi padre, bajo las miradas de toda la gente de aquel lugar, escuchando murmullos que me ponían enferma y viendo como se reían de mí. En ese momento mi padre se giró y dijo:

-¿Aún sigues aquí?

-¡¡TE ODIO!!- dije mientras salía corriendo de aquel sitio de mala muerte.

Las lágrimas se amontonaban en mis ojos y no me dejaban ver con claridad, no sabía hacia donde me dirigía, pero en aquel momento esa era la menor de mis preocupaciones. De pronto choqué con un cuerpo que me cogió de los brazos e intentó ver mi rostro con claridad.

-¿Qué ha ocurrido?¿Qué sucede?- era la voz de Killian, preocupado al verme así.

No dije nada, solo le abracé desesperada por encontrar consuelo, el me abrazó mientras intentaba calmarme, pero las piernas me fallaron y caí rendida en el suelo, sin fuerzas...

A la mañana siguiente me desperté en mi habitación con Killian sentado en un extremo de la cama.

-¿Estás mejor?¿Qué ha pasado?- me preguntaba.

Me senté en la cama y me acomodé, notaba mis ojos hinchados y me dolía la cabeza. Le conté todo lo sucedido a aquel marine que a pesar de no conocerme me estaba ayudando como a una hermana pequeña. Tras relatarle lo que había pasado la noche anterior, se acercó a mí y me abrazó

-Killian... me siento sola- dije intentando no comenzar a llorar de nuevo.

-Tranquila, todo irá bien...

Intenté creerme aquellas palabras, aferrándome a la esperanza de que aquel joven llamado Killian Jones tuviese razón.

The Lost Girl (Fan Fiction de Robbie Kay)Where stories live. Discover now