- 10 -

558 82 61
                                    

  ---

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  ---

   No fue un beso extraordinario, nada fuera de lo común. Pero tenía algo, imposible de descifrar de un solo bocado, lo supe cuando me aparté de él. Sus ojos permanecieron cerrados mientras seguía sosteniendo su rostro entre mis manos.

Es demasiado lindo –. Pensé guardándome el comentario.

  Sería mentira decir que no tenía ganas de volver a besarle, como si ese breve contacto no hubiese bastado. Quería más, necesitaba más de él.

  Sus ojos se entreabrieron antes de terminar sentándose en el suelo tocando con la punta de los dedos sus tiernos labios. ¿Cómo debería describir la mirada que me dedicó en ese instante? Han pasado once años y no he podido borrar siquiera un detalle de ella.

  No pude decir nada, sólo tomé mi abrigo y salí de allí. En mi cabeza todo estaba tan confuso que empecé a sentir pánico. Si sólo me dejaba llevar por mis impulsos temía lastimarlo, o lastimarme a mí. ¿Qué estaba mal conmigo? No tenía nada de normal que dos chicos se besaran, sintieran esa especie de enamoramiento entre ellos y mucho menos que hubiese algo más.

  Me detuve en seco y llevé ambas manos a mi cabeza soltando un suspiro lleno de aflicción haciendo que las personas que caminaban por la acera me observaran por un instante. ¿Y si había enloquecido como mi hermano? No era un secreto que él disfrutaba vivir solo, así podía llevar a cualquier hombre a su habitación sin preocuparse por ser descubierto por mis padres.

  No llamé a Ah-Ri esa noche, quería entretener mi cabeza con cualquier cosa que no tuviera que ver con aquel pequeño duende que empezaba a hacer de mi existencia una verdadera pesadilla. Pero de alguna forma terminaba observando ausente la televisión rememorando aquel beso. El beso que yo había empezado.

   Podía evitarlo toda la mañana, pero a la tarde terminábamos coincidiendo en aquella sala de castigo. Cuando lo observé de reojo, sentado como siempre en una esquina hacia el fondo al costado de la ventana noté lo ausente que estaba, tan torpe como yo lo había estado toda la mañana, echando mi propio lápiz y golpeando mi cabeza contra la mesa al recogerlo del suelo.

  Dejé de mirarlo en el momento preciso en el que sus ojos amenazaron con encontrarse conmigo.

   Me coloqué los auriculares y recosté mi cabeza sobre la mesa, casi podía sentir las pulsaciones de mis latidos en mis oídos.

– Trata de pensar en cualquier cosa – me ordenaba mentalmente – cualquier cosa.

   Cerré los ojos y la imagen de nosotros mirándonos en aquel sofá fue lo primero que apareció, incluso su perfume había quedado tan grabado que lo sentía real como si en verdad estuviese justo frente a mí. Mi respiración se detuvo cuando la canción que estaba escuchando se pausó. No necesitaba ver a mi alrededor, podía sentirlo, aunque no me estuviera tocando.

Percepción erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora