Tercer capítulo; Caballeros y joyas

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—¿El suelo esta hueco? —Preguntó.

—No, es imposible, éste suelo tiene años y se hubiera caído con tan solo pisarlo si estuviera así. 

Otro sonido se escuchó y cuando voltearon la casa había desaparecido al igual que todos los edificios, ahora solo era un extenso y tal vez infinito suelo de rocas y el cielo gris sin nubes. Se les erizo la piel.

—Pero que mierd…—Soltó Joseph horrorizado.

Esteban le tomo el brazo asustado y habló con la temblante voz, señalando el lado opuesto al que miraba.

—Joseph…—Cuando volteo se dio cuenta que estaban quedando rodeados, todas las rocas del perímetro caían, dejando solo el vacío a su paso. Todo colapsaba más y más, hasta consumir todo, dejando caer a los chicos a la nada, abrazándose e intentando decirse sus últimas palabras, pero la impresión se los había impedido, sus ojos se cerraron, sus corazones acelerados querían salir disparados por sus pechos y simplemente la oscuridad los envolvió.

Los latidos de su corazón eran más suaves, cuando Esteban abrió los ojos se percató que estaba acostado sobre Joseph, quien sentía los latidos del corazón de él. Lo abrazó al ver que parpadeo y se incorporaron, sentándose sobre una superficie… era césped.

—¿Qué ha pasado Joseph? —Volteo a todos lados, buscando lo que fuera. Era un bosque.

—No tengo idea… me desperté hace poco y sólo me alegró haberte encontrado conmigo. No sé cómo acabamos aquí.

—Tengo miedo, pero me siento… libre. —Le sonrió.

—Siempre hemos sido libres, Esteban.

—Siempre nos ocultamos. —Le refutó.

—Porque no quiero que…—Se quedó callado y se levantó, sacudiéndose las hierbas y tierra.

—Lo sé, no queremos que sepan por tus padres y los…—Joseph se agachó, tapándole la boca con la mano, lo cual le provocó ruborizarse.

—No.

Se apartó la mano de la boca y se levantó.

—¿Si no es eso que es?

—Es por ti…

—Pero que dices, a mí no me interesa que…

—No me entiendes, serás famoso y prestigioso, Esteban, tu voz es angelical, no dudo verte dando conciertos alrededor del mundo alguna vez. —Sonrió bajando la mirada. —No arruinaría tu reputación.

El más joven se quedó pasmado, viéndolo.

—¿Era eso?

—Sí. No me interesaría ocultarme de nadie.

—Entonces preferiría no ser famoso nunca, porque ni en un millón de años te dejaría. —Le sonrió, siendo correspondido.

—¿Y desperdiciar tu preciosa voz? Yo querría que todo el mundo la escuchara, Esteban.

—A veces tenemos elecciones que podrían cambiar nuestras vidas, pero cualquiera que tome sea buena o mala, será la decisión que aceptaré y querré.

Joseph se sonrojó y abrazó al otro cuando se acercó.

—¿No sería mejor que buscáramos por ahora la salida? —Río él.

—Joseph Donovan, siempre tan importuno.

Se sujetaron la mano y cuando estuvieron a punto de soltarse un niño pequeño apareció ante ellos, dejando a ambos pasmados.

Los sacrificios humanos de AliciaWhere stories live. Discover now