Tercer capítulo; Caballeros y joyas

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Tercer capítulo; Caballeros y joyas.

El muchacho se iba despertando poco a poco, estaba en una cama amplia pero no se encontraba sólo. Tocó el hombro de su pareja despertándola, cuando apartó las cobijas ambos estaban totalmente desnudos.

—Esteban… ¿qué quieres? —Se movió, volviendo a jalar la cobija para cubrirse el cuerpo.

—Joseph, ¡se nos hace tarde!

Eran dos jóvenes, él que aún estaba enredado en la cobija se levantó como si le hubieran lanzado un vaso de agua, miró a su novio y le sonrió.

—Mis padres nos descubrirán. —Abrió mucho sus ojos adaptándolos a la luz con algunos parpadeos y se levantó, corriendo al cajón para ponerse ropa interior.

Joseph era más alto que Esteban y tenía el cabello negro, ancho de hombros y con musculatura levemente marcada; el otro era más pequeño, cabello castaño y muy delgado.

—Hay que irnos rápido, son más de las siete. —Decía el más chico mientras se vestía también.

Joseph agarró una camisa de él y se la tendió a Esteban, sonriéndole.

—Te quedará hermosa. —Su pareja le correspondió con una sonrisa y se puso la camisa que le había ofrecido; olía a jabón y a él.

Cuando ya habían terminado de vestirse se acercaron para darse un beso fugaz y salir por la puerta a toda velocidad, primero saliendo Joseph para asegurarse que no hubiera nadie en el pasillo, una vez comprobado jaló a Esteban para salir por el jardín trasero de la casa.

Joseph tenía una casa linda, era hijo de buena familia, pero últimamente el negocio familiar estaba a punto de la quiebra, por lo cual comenzaron a escasear los tan abundantes recursos que poseía, su novio era de familia una más reservada de catedráticos. Nadie sabía de su relación, pues era algo que en los tiempos como esos la gente no lo aceptaba mucho; Esteban siempre se preguntaba qué era lo malo de aquello, solo eran dos personas que se amaban.

Al fin llegaron al final del jardín, una puerta de hierro que daba a un estrecho pasillo en las afueras de un pueblito, pero Joseph se detuvo y corrió de vuelta a casa, dejando al otro sorprendido.

—¿Qué sucede?

—Olvidé el violín. ¿Quién tocará la música para que cantes? —Gritó y entró a la casa, dejando al otro solo, a punto de salir. Suspiró con una sonrisa.

Puso las manos en los barrotes helados y miró al exterior, un camino empedrado llevaba por otro y luego a los adentros de la ciudad, siempre que iba con su novio tenían que salir por ahí, pues sus padres solían estar en la sala principal.

Mientras estaba perdido en sus pensamientos se escuchó el sonido de una piedra moverse, cuando volteo a ver, una pequeña roca del suelo empedrado de la callecita se hundió, dejando solo un hueco de nada. Vació.

Frunció el ceño y abrió la puerta de hierro para salir, él tenía llave que le había dado Joseph cuando tuviera problemas o quisiera visitarlo por la noche; se acercó al lugar donde estaba la roca y metió la mano en el espacio que había entre las demás. Realmente no había nada, no había tierra. ¿Es posible que el suelo estuviera hueco?

—¡Esteban! —Llegó su pareja con un maletín de violín en su mano. —¿Qué haces?

—Mira esto…—Sacó la mano y la volvió a meter pensando que estaba alucinando. Cuando Joseph salió de la casa cerró la puerta de hierro y se quedó en el camino adoquinado de la calle, observando al otro. Se sorprendió al instante y naturalmente, fue a comprobar que fuera real. Era extraño.

Los sacrificios humanos de AliciaWhere stories live. Discover now