Prólogo.

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"The world gives you so much pain and here you are making gold out of it."


"Solo cierra tus ojos, el sol está cayendo. Estarás bien, nadie puede herirte ahora. Ven luz de la mañana, tú y yo estaremos sanos y salvos."  -Safe And Sound, Taylor Swift.

Él está olvidando como pestañear.

Sus ojos están secándose mientras mira las baldosas blancas del suelo, sin sentirse capaz de apartar la vista de lo único firme que puede detectar en la habitación. Su vista está nublada a los bordes, y nítida, cuando intenta enfocarla en algo más, pero las baldosas siguen ahí y el mundo no parece caerse a su alrededor como él creía a un principio mientras no las veía.

Sus dedos están congelados, la yema de cada uno escoceando a cada minuto que pasaba y temblando rígidos sobre su regazo, pedazos de una acción que no se llegó a completar en lo absoluto, curvándose sobre su palma en un auto—reflejo y no sosteniendo nada más que aire.

Sus dedos pican cuando chocan contra sus muslos, rizándose alrededor y apretando tanto que sus uñas pasan el jean sucio, arañando la piel.

¿Quién está llorando tanto?

Escucha un llanto a lo lejos, como si estuviera bajo agua, nítido y casi inexistente que golpea su cráneo como rayos, alejándolo del pitido constante en el que se encuentra envuelto, un pitido que rasga sus oídos y su cabeza. Sus pulmones se mueven involuntariamente sobre su pecho, calmo y en paz, y él sigue mirando la baldosa sucia, gotas de sangre cayendo rojas sobre el mármol pulido. Nota, también, después de minutos, algo caliente corriendo de la punta de su sien hasta su barbilla, goteando hasta el suelo.

Algo aparta sus dedos, apretando su palma, a pesar de que él no puede alejar la vista de las baldosas. Limpian el goteo, lo cálido desaparece y lo envuelve un frío que lo hace temblar, dedos apretando la mano que se detiene sobre su palma. La piel se siente caliente, rasposa, y para nada correcta, solo un pedazo de carne que sostiene entre sus dedos casi sin ningún sentimiento, otras baldosas para sostener con desesperación.

Él frío está envolviéndolo como ráfagas de luz, golpeando su pecho insistente y haciendo que todo su cuerpo se estremezca. Su labio tiembla en su rostro, murmurando, temblando.

¿Quién está llorando tanto?

Sus dedos se mueven bruscamente, estremeciéndose y rígidos, alejando la mano de su fuerte agarre. No reconoce los dedos ensangrentados que están sobre su regazo, un perfecto puño de nudillos blancos cerrándose sobre su pantalón, sangre seca en la palma y entre las uñas, alrededor de todo el lodo y tierra que lo recorre.

Louis cierra su palma.

No son sus dedos o puede que sí lo sean, pero un collar brilla enredado entre sus nudillos, sobresaliendo entre la suciedad de la piel con pequeñas motas de la luz reflejada en el frío metal. Lo siente como un reloj, tic, tic, tic, golpeando el interior de su muñeca cuando lo mueve hacia arriba, ojos nublándose mientras ve un pequeño avión de papel chocando contra la piel rojiza y, centelleante, allí en medio de baldosas blancas. Tiene sangre en sus dos puntas brillantes, casi como pequeñas gotas incrustadas en el material, contrastando con el material centelleante. Se mece sobre muñeca cuando la deja caer, golpeando su mano mientras aprieta el puño otra vez.

Tic, tic, tic.

Está congelado, el frío lamiendo su interior como agua congelada y palpitando en su cabeza cuando se mueve. El avión se sigue balanceando en su puño, brillante, sucio, puro.

"El frío golpea su rostro cuando sale de la cafetería, mejillas sonrojadas y envuelto en lana, contrarrestando con la calidez del interior. Tiene el teléfono entre su hombro y su mejilla, a penas sostenido en la mullida bufanda que trae y chocando contra su mentón cada vez que habla. Está riendo tan fuerte, tan alto, que su garganta raspa, quejosa, por la baja temperatura y sus dientes se secan por el viento que lo golpea al salir."

Walking in the Wind.Where stories live. Discover now