01 ~ Conocí a una ñoña

13K 571 81
                                    

—Soy guapo. ¡Un auténtico cañón!

Aleix no podía dejar de admirarse frente al espejo, al mismo tiempo que daba varias vueltas sobre sí mismo para poder contemplar cada centímetro de su anatomía. Era un hecho, no tenía ninguna imperfección. Su belleza comenzaba desde la raíz de sus cabellos negros, descendía hasta sus grandes y azules ojos, su nariz griega, sus labios perfectos, su mandíbula fuerte, su cuello, su torso marcado, sus nalgas duras, sus piernas tonificadas, hasta los dedos de sus pies. Y él era plenamente consciente de ello. Y las chicas también. No había ni una sola alma femenina que se resistiera a sus encantos, y afortunadas eran las que caían en su cama, porque Aleix no era tan solo un hombre de ensueño, también era una máquina sexual.

Estuvo varios minutos perdido en su propia imagen, hasta que decidió comenzar de una vez con su trote matutino.

En cuanto pisó el rellano sintió la mirada coqueta de una joven que se detuvo a dos puertas de la suya, a la que le mostró su sonrisa perfecta, causando que ella tropezara al abrir su puerta y entrara a su apartamento de un modo un tanto ridículo.

Una vez más, Aleix no pudo evitar soltar una suave carcajada, satisfecho y agradecido con sus padres por haberle otorgado semejante perfección.

No había gata que no ronroneara cerca de él.

Al salir del edificio, se deparó con un cielo grisáceo vagamente iluminado por el sol oculto. No tenía quejas respecto a los cielos nublados ni a la lluvia, de hecho, le parecía lo ideal para correr.

Conforme avanzaba por la acera de ciclistas, se deparó con alguna mujer que captó su interés, a las que saludó con un ademán y una sonrisa, haciendo que ellas se desconcertaran, se apenaran o le miraran con picardía. Incluso saludó a una anciana que se sostenía de su bengala y que casi se cae por la impresión.

De un momento a otro, como supuso, comenzó a llover, pero continuó trotando hasta que la lluvia se intensificó y se vio en la obligación de resguardarse debajo de una parada de autobús.

Se limpió el sudor que le resbalaba por el rostro y el cuello con una de las toallas que siempre llevaba encima de los hombros, mientras miraba distraído el tráfico que pasaba y a algún que otro transeúnte que corría del otro lado de la carretera en busca de refugio. Después miró al cielo, el que estaba muy oscuro, lo que le indicaba que iba a seguir lloviendo por un buen rato.

Estaba por llamar a una de los cientos de chicas que tenía guardadas en la agenda de su móvil para matar el tiempo cuando de repente notó la presencia de alguien que también se había resguardado de la lluvia allí. Su compañero de techo era una chica que ocupaba el único banco de piedra y que estaba muy concentrada en la lectura de un libro bastante grueso. Lo primero que Aleix notó, era que tenía un gusto por la moda horroso y el pelo desaliñado —a pesar de lo corto que lo tenía —.

En su inspección, no pudo evitar mirar más de una vez su camiseta de Spiderman con una mueca. Lo único pasable de su vestuario eran sus jeans negras, porque sus zapatos eran cáncer para sus ojos. Respecto a su rostro, le parecía normal, aunque su color de ojos, marrón, era de lo que más común. En definitiva, no era fea la chica, quizás un poco enana, pero al menos era delgada, pero que andara con aquellas pintas... no la ayudaba en nada.

La desconocida parecía no haberse percatado de su existencia. Solo estaba interesada en seguir las líneas de palabras con el dedo y la mirada, y pasar página cada cierto tiempo. Y de vez en cuando empujaba las gafas, pegándolas al ceño. No se daba cuenta de que Aleix la había mirado varias veces de arriba a abajo, al principio con una mueca, pero después con diversión.

Se le ocurrió que sería muy divertido ligar con una chica así. Nunca lo había hecho, y de repente le apetecía, eso, y que estaba aburrido. Estaba seguro de que la chica se iba a caer para atrás de la emoción al saber que había acaparado el interés de un chico tan perfecto como él. Seguro que se iba a desmayar en el momento que rozara su cama. Jamás iba a vivir nada igual.

Aleix no pudo evitar sonreír de placer al imaginarse a la chica, ya una adulta, contándoles a sus hijos aquella aventura. 

En cuanto se detuvo frente a ella, notó que ella apretaba los labios, poniéndola nerviosa al instante, y lo estaba tanto que no se atrevió a alzar la mirada. Prefirió fingir que el libro le interesaba más, pero Aleix sabía muy bien que no. Nada era más interesante que él.

Era evidente que la chica no iba a tomar la iniciativa, por lo que decidió inclinarse sobre ella, acercando el rostro al suyo. La tensión que sintió por su parte realzó su sonrisa. Fue sumamente placentero verla cerrando el libro para mirarle a él con una expresión que aparentaba desinterés. Claro que Aleix tenía claro que era una fachada, y lo confirmó cuando notó que la chica comenzaba a alzarse, haciendo que la distancia entre sus labios se hiciera cada vez más nula.

Ya estaba listo para apretar los labios contra los suyos y empujarla contra la pared de plástico de la parada de autobús, pero no sucedió, porque lo que hizo esa chica fue subirse a un autobús que acababa de llegar.

Había pasado olímpicamente de él, como si fuera posible pasar de él. ¡había desperdiciado la oportunidad de su vida! Aleix estaba que no se lo podía creer. Le había ignorado como a una lata vacía en medio de la acera. Por primera vez en su vida había probado el amargo sabor de la humillación.

—¡Oye! ¿subes? —le dijo el conductor del autobús desde su asiento.

—Ah, sí —entró en el vehículo de inmediato, sintiéndose borracho del bochorno, pagó su billete y caminó por el pasillo entre los asientos.

En cuanto captó a la desgraciada, no pudo evitar fulminarla con la mirada. Le había ardido su actitud. Le jodía verla sentada, leyendo el dichoso libro otra vez, como si él no existiera.

Sin despegar la mirada rencorosa de ella, ocupó un asiento junto a una tía que estaba muy buena, pero él no se percató de su existencia porque estaba totalmente entregado a hacerle llegar todo su rencor a aquella chica a través de la mirada, pero ésta no le miró en ningún momento de los doce minutos del trayecto. Se los pasó leyendo hasta que lo cerró, se alzó y pulsó el botón rojo avisando que su parada era la siguiente.

Aleix descendió después de ella y otro chico que se fue en otra dirección, y la siguió hasta un lote de apartamentos de un color verde horroroso y con escaleras exteriores de metal muy oxidadas, y desde una distancia prudente, la vio entrando en uno de los pisos.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Te volverás adicta a mí #1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora