Hermione no volvió a aparecer en su oficina hasta la noche previa a Navidad, poco antes del comienzo del dichoso banquete.

—Es Navidad, Granger— bufó el hombre cuando la maraña de cabello castaños asomó detrás de su puerta.

Ya casi no le sorprendía verla ahí.

—¡Oh! No seas tan gruñón— comenzó ella, cerrando la puerta detrás de su espalda —te traje algo.

Snape se le quedo mirando por un largo segundo.

—¿Qué?— inquirió la castaña mientras se dejaba caer en el sofá frente al fuego.

—Y no podía esperar hasta mañana, ¿por qué...?

La castaña le sonrió, ligeramente complacida, porque Snape había terminado por irse a sentar a su lado.

—Tu árbol es muy pequeño para dejar el regaló debajo, además... Quería ver tu cara cuando lo abrieras.

Snape rodó los ojos, pero igual tomo la caja que Hermione le estaba entregando.

—¡Ábrela!

El hombre se deshizo del papel para envolver color escarlata con una mueca de asco que consiguió hacer reír a Hermione.

Era una pluma. Una bellísima pluma de ala de pegaso negro tan rara e imposible de conseguir que Snape estuvo a punto de parecer sorprendido. Solo a punto.

—¿Te gusta, verdad?

Hermione parecía tan complacida consigo misma que Snape podría haber prescindido de responderle y la sonrisa igual se hubiera mantenido en su rostro.

—En cuanto la ví pensé en ti.

El hombre se forzó a restarle importancia al comentario.

Snape le devolvió la mirada y sin decir nada, con un movimiento de la varita, un paquete de envoltorio negro apareció sobre la mesita frente a ellos.

—¿Tienes algo para mi?

Los ojos de las castaña brillaron y Snape se descubrió a si mismo demasiado complacido de haberlo conseguido.

—Debería estar esperándola en su habitación esta noche, pero en vista de su imposible impaciencia...

Hermione sonrió todavía más. Y Snape en verdad necesitaba dejar de mirarla.

En un segundo el papel de envolver desapareció y Hermione se encontró con un libro de pasta negra en sus manos.

Miró a su profesor con curiosidad. No había un título al frente ni tampoco a un costado. Ni siquiera en la primer página. Pero si había algo escrito.

"Para H. Granger.

S.S"

No era mucho, pero Snape sabía que había sido suficiente, porque Hermione cerro el libro de golpe.

—Lo hiciste.

Había una sonrisa en los labios del profesor. Diminuta, casi seductora y Hermione sintió que se estremecía.

—¡Lo hiciste!

—Me fastidió tanto con lo mismo que supuse que le gustaría tener la primer copia cuando estuviera lista.

La sonrisa de la Gryffindor creció aún más.

—¡Oh! ¡Por supuesto que me encanta!

Era mejor que cualquier otro regalo que podría recibir la mañana siguiente, mejor incluso que la caja inmensa de chocolates que tambien acompañaba al libro.

MarcasWhere stories live. Discover now