4. La caravana de Gregory (EDITADO)

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Elizabeth se había mostrado magistral cuando se trataba de evitar a lord Pemberton. Por el resto de los días en la fiesta de campo, ella logró escaparse de cada una de las situaciones en las que hubiera la posibilidad de encontrarse cara a cara con el duque.

Todos notaron la actitud extraña de la joven, pero nadie se atrevía a hacerle más preguntas de las necesarias, incluso sus muy adoradas primas se perdían de la información que Lizzy recelosamente guardaba en su interior.

Le parecía de lo más vergonzoso lo que había hecho. Y por esa misma razón, sin remilgar ni protestar, regresó a Bermont para iniciar la locura de la boda de Gregory -el mayor de sus primos irlandeses y hermano de Charles-, a partir de ese momento solo tenía un mes antes de quedar atado de por vida con su prometida Claire Jones.

La duquesa Bermont y abuela de todos, estaba más alocada que nunca, aunque la boda era organizada por la novia, Violet no podía evitar inmiscuirse en los asuntos que no se le consultaban, frecuentaba la casa de los Jones y se llevaba con ella a alguna de las desdichadas nietas, quienes intentaban huir en cuanto la oían caminar cerca de donde se encontraran. Ir a esa casa solo significaba una cosa: ser la escolta de la feliz pareja.

—¡Niñas! —gritó la anciana— ¡Es hora de irse!

La abuela no podía negar que disfrutaba del momento, no le era ajeno el ruido que las cuatro chiquillas hacían en el intento de esconderse de ella. Para mala suerte de Elizabeth, su desaparición detrás de una cortina no fue efectiva y fue llevada a su habitación para que se pusiera ropas más adecuadas para una visita a la casa de su futura prima.

—No entiendo el motivo de que yo venga —refunfuñó en el carruaje.

—Vamos, vamos Lizzy ¿Qué no te pone contenta que se casa Greg?

— Lo único que me pondría contenta es que se casara de una vez.

—¡No seas grosera! —la retó su abuela.

—Ajá, yo soy la que tengo que escoltar a la feliz pareja — se cruzó de brazos—. Preferiría morir.

—Tranquila güerilla —sonrió Gregory—. Hoy no estarás sola.

—No sé por qué eso me hace querer saltar del carruaje.

—¡NO! —su abuela la sostuvo del brazo—. Dañarás el vestido.

Gregory rio, mientras Elizabeth la miraba con la cabeza ladeada y el ceño fruncido.

—Tengo dos cosas que decir: la primera, ¿En serio creíste que lo haría?; y segunda, en dado caso que lo hiciera, ¿Eso te preocuparía?

—Con ustedes todo es posible —resopló la anciana—. Además, hierba mala nunca muere, seguro que tú te salvas, pero el vestido no.

Elizabeth giró los ojos y fijó su atención en el camino, no tardaron demasiado en llegar, al menos, no lo que ella hubiera deseado. Sin darse cuenta, estaba bajando del carruaje, siendo auxiliada por su primo quien lucía contento de llegar a ver a su novia, la joven se alegraba por él, pero lo quería asesinar por desear venir todas las veces que su abuela lo hacía, lo único que ocasionaba eran problemas.

—¡Lizzy! —sonrió Claire al verla llegar— ¡Qué bueno que viniste!

—Sí, no hay problema, su perro guardián ha llegado —levantó su mano para hacer más dramático el asunto.

Clare rio, tapándose la boca con su mano enguantada. Rápidamente desviando la vista hacía su prometido, él la saludó galantemente con un beso en el dorso.

—Oh Elizabeth, deja de ser tan dramática y entra a la casa, hay tantas cosas que hacer —la abuela aplaudió feliz mientras caminaba para entrar a la morada.

Lo que desata un beso (Saga los Bermont 1)Where stories live. Discover now