Capítulo 9

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Elizabeth abrió los ojos pesadamente, el sol choco contra sus ojos provocando que la joven se viera obligada a cerrar los ojos nuevamente, más no a dormir. Desde hacía un rato habia unos toques insistentemente coordinados de manera que formaran tonaditas conocidas, era de lo más enfadoso que se le hubiera podido ocurrir a alguien, era demasiado incluso para Charles, y eso ya era decir mucho.

- ¿Qué demonios?- se quejó Robert a su lado.

Elizabeth sintió una extraña y agradable sensación al sentirlo ahí con ella, él mantenía su brazo recostado holgadamente sobre su cintura y su cabeza descansaba sumido en su hombro, provocándole cosquillas por su rítmica respiración que chocaba contra su cuerpo.

No era normal que él se quedara hasta tarde a su lado, generalmente Robert madrugaba, eso le daba el indicio de la hora que era, otra pista es que ni siquiera podía abrir un ojo, serian como las seis y media entonces.

- ¡Robert entrare, ya me harte de tocar!- Elizabeth oyó como el picaporte cedía y la puerta hacia un pequeño rechinado al abrirse.

La risa gruesa proveniente del único otro varón en la casa estallo en la habitación.

- ¡Pensé que habías dicho que tenías sueño!- rio Richard viendo el estado en el que habia encontrado a la pareja.

Elizabeth se hizo lo más pequeña que pudo debajo de las sabanas, tenía la esperanza de que el cuerpo grande de Robert cubriera lo necesario el suyo, intento cubrirse lo mejor que pudo con las sabanas, pero no lograba hacer un buen trabajo, puesto que Robert la tenía atorada a la altura de la cintura, y ella apenas era capaz de cubrir un poco de sus senos. Su durmiente marido permanecía abrazando su cintura imposibilitando su buen encubrimiento, y por desgracia no daba indicios de despertarse, siquiera moverse.

- Lo siento preciosa ¿Dijiste algo?- se acercó a su lado de la cama, sus ojos escudriñaron su cuerpo que estaba debajo de las sabanas, aunque no cubriéndola como ella desease, era demasiado para ella.

Le asesto un fuerte codazo a su marido para que despertara.

- ¿Qué demonios?- se quejó el hombre al ser molestado tantas veces en una mañana. Miro primeramente hacia su esposa casi enterrada bajo las sabanas para después fijar su vista al pie de la cama, donde Richard se encontraba embelesado mirando en dirección a Elizabeth.

- ¿Por qué estás aquí?

- Ah, viene a despertarte- aparto los ojos del bulto en el que se habia convertido Elizabeth, logrado taparse hasta la cabeza.

- Bien ya lo hiciste, ahora lárgate- le hablo rudamente al notar lo ofuscada que se encontraba su esposa.

- Vaya que despiertas de malas.

- No quiero que vuelvas a entrar aquí.

- Mmm no, creo que lo hare si tengo la oportunidad de encontrarme con tu bella esposa en estado inconveniente- Elizabeth sentía que moriría en ese momento, su cara estaba tan roja y ardiente que pensó que no se le dificultaría incendiar la cama.

- ¡Lárgate!- Robert grito por fin enojado.

- Ya, ya primito, me voy- dijo saliendo a carcajadas -Eres bastante celosito.

Se escuchó el golpe de la puerta al cerrarse, pero Elizabeth no pensaba descubrirse hasta dentro de tres días, era lo más vergonzoso que le habia pasado en su vida.

- ¿Elizabeth?- le hablo Robert.

Pero no le contesto, ¿Cómo era posible que no lo hubiera oído? El tipo era un total escandaloso, sin embargo Robert habia permanecido dormido hasta que ella eficazmente lo golpeo.

Lo que desata un beso (Saga los Bermont 1)Where stories live. Discover now