Capítulo 30: Solo dime, ¿por qué?

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Entramos en la cafetería y nada más entrar un olor a guiso, huevos, pasta,…inundó mi nariz como si me hubiesen dado una patada en el estomago, ya que empezó a rugir de hambre como si no hubiese comido en la vida.

Me cogí un gran plato de pasta, un refresco con cafeína, ya que todavía tenía los efectos de las plantas en mi interior, y una manzana de postre.

- Ya te vas pareciendo a nosotros. – dijo Jeremy cuando vio el plato que había cogido.

Miré su plato y estaba tan lleno como él mío, recuerdo cuando me sorprendía lo mucho que comían, ¿ahora a mí me pasará lo mismo?

Por primera vez, desde que había entrado en el mundo de los protectores, estaba comiendo solo y exclusivamente con Jeremy. No podía apartar los ojos de él ni un segundo y a él le pasaba lo mismo.

- No me has dicho nada de cómo te sientes. – dijo tras un largo silencio y miradas

- Estoy bien. – le miré confusa, no entendía lo que me decía.

- Me refiero a lo de transformación. Yo aparte de verte más guapa, si es que es posible, te veo bien. Como siempre.

- Eso es porque estoy bien. Bueno, más que bien, soy feliz de estar en tu mundo. – hice una pausa en la que las imágenes de ayer desintegrando a los subterráneos pasaban por mi mente. – Y al parecer, se me da bien.

- Ya, eso parece. – dijo ahora algo desanimado. Le mire sorprendida por la actitud y al final, él me lo aclaró. – La de ayer fue la peor noche de toda mi vida.

- También la mía.

- Sí, pero el simple hecho de verte en medio de una guerra, me volvía loco. Me tiré todo el tiempo ideando diez mil maneras de sacarte de aquel lugar, y si no llega a ser por ti, estaríamos todos muertos.

- Bueno, soy la elegida.

- ¿Y cómo voy a lidiar con eso? Tendrás que ponerte más veces en el foco del peligro y yo tendré que volverme loco todas esas veces.

Le sonreí en señal de apoyo. Le entendía a la perfección, anoche me pasó lo mismo, de hecho, si no llega a ser por esa furia que me entraba cada vez que les hacían daño, dudo que hubiera conseguido lo que conseguí.

- Entrenaré. – le dije al fin. – Así, las próxima vez estaré preparada y sabré que hacer exactamente. – Eso pareció gustarle.

Terminamos de comer y nos quedamos un rato más en la mesa mirándonos el uno al otro como si no nos hubiésemos visto nunca. Y para mí, así era, nunca le había mirado detenidamente con todos mis nuevos sentidos. No es que fuese tremendamente guapo, que lo era, es que olía especialmente bien, como a flores. Al tacto, tenía la piel más suave que haya visto nunca, pero a la vez era tersa y daba sensación de impenetrable.

Nuestra soledad duró poco, entraron al comedor Gloria, Henry, Laurent, Lucia y sus dos guardaespaldas. Me levanté para saludad a la recién llegada y me percaté que ahora su luminosidad ya no me cegaba tanto como antes, la notaba resplandeciente pero no me dañaba.

- El cambio te ha sentado realmente bien. – me dijo nada más llegar a donde estábamos.

- Gracias.

Miré a Laurent con una mirada algo preocupada, no le había visto desde anoche antes de desmayarme y en ese momento no tenía muy buena pinta, bueno ninguno la teníamos. Él me hizo un gesto con la cabeza para decirme que estaba bien y Gloria me hizo ese mismo gesto en cuanto la miré a ella.

- Bueno, supongo que tienes cosas que contarme y preguntas que hacerme – dijo mientras cogía una silla y se sentaba. Todos la siguieron.

- Sabias quien era desde el principio. – no era una pregunta, si no una afirmación.

Soledad *[En Edición]*Where stories live. Discover now