Capítulo 27: Mátame a mí.

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Ariana me llevó arrastrando por las escaleras. Yo ya empezaba a notar a la chica dentro de mí haciéndose cada vez más fuerte y eso era algo bueno, ya quedaba poco.

Pero a la paciencia de Ariana también le quedaba poco, la ví ponerse el glamour el doble de rápido de lo que había visto con Jeremy, salimos al patio y pude intuir hacia donde nos dirigíamos.

Hacía frío, mucho frío, pero esa no era la causa de que mi cuerpo se tensara y mis pelos de la nuca se me pusieran de punta. Era el gimnasio o lo que había alrededor del gimnasio, mejor dicho. Monstruos de todo tipo bordeaban todo el edificio, algunos estaban escalando por las paredes para refugiarse en el techo, otro entraban al interior del gimnasio por las ventanas o por la puerta. Y Ariana se dirigía ahí.

Eran el doble de asquerosos de cómo los había visto anteriormente por dos motivos, uno porque había más de cien subterráneos y dos porque mis ojos eran capaces de verlos con más definición, a pesar de que era de noche.

Intenté salir de la presa de sus manos, me revolví y me tiré al suelo para frenarla. Pero era mucho más fuerte que yo y me levantó sin ningún problema.

- No intentes huir, ellos no te harán nada, seré yo quien te lo haga. – me amenazó.

Y, aunque parezca mentira, me relajé. Con ella, si esperaba lo suficiente para que la niña de  dentro de mí terminara de crecer y el proceso de conversión llegara a su fin, podría tener una oportunidad, pero con todos los bichos y monstruos que había en ese gimnasio, no me daría ni tiempo para respirar.

En cuanto llegamos a unos dos metros de la puerta, todos los subterráneos que había guardándola, se apartaron para dejarnos paso. Algunos se movían arrastrándose por el suelo, otros iban a cuatro patas y eran del estilo al felino que me ataco en el baile. Y luego estaban los más raros, era como gnomos, tenían aspecto de persona, con ojos, boca, nariz, brazos, piernas…pero por fuera, eran como el resto, con escamas y con la piel dura y ennegrecida.

- No hablan nuestro idioma, pero son lo más parecido a los humanos que hay entre los subterráneos. – me explicó Ariana cuando vio que me quedé mirándoles con mucha atención.

Fue tirando de mí bruscamente hasta que entramos en el edificio. Ariana encendió las luces y tuve que ahogar un grito. Dentro había muchos más…

- ¿Todos están bajo tu control? – dije realmente asombrada y también para perder tiempo.

- No, solo los líderes de cada manada. El resto los siguen como perritos.

Tenía que seguir pensando en cómo entretenerla, pero era difícil. El miedo y la trasformación estaban pudiendo conmigo. El olfato era algo que también estaba cambiando. Aparte del típico olor a cloro de las piscinas climatizadas, olía a moho y a putrefacción, me daban arcadas en el estomago cada vez que cogía aire por la nariz.

Aunque lo único positivo, es que empezaba a notar la furia de mi nuevo yo interior, eso hacía que el miedo se estuviera convirtiendo en odio. La odiaba por todo lo que me había hecho pasar.

Me tiró al suelo, justo alado de una columna que sujetaba el techo y me ató a ella con unas cuerdas.

- Si has dicho que me matarías tú, ¿para qué son todos estos subterráneos? – la dije para seguir ganando tiempo.

- Son para tus amiguitos. – contesto ella con su voz malvada.

- Y ¿qué pasara con el resto del colegio? Tú tienes amigos ahí, igual que yo.

- Ellos son mis juguetes, nada de lo que han dicho ha salido de ellos. Y por supuesto, nadie echará de menos a unos cuantos niños huérfanos.

Eso me enfureció aun más, pero me había atado demasiado fuerte como para que pudiera moverme, las cuerdas se me clavaban en las costillas y me impedían respirar con normalidad.

Soledad *[En Edición]*Where stories live. Discover now