Park Jimin, habitación 23.

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 Teenagers scare the living shit out of me, they could  care less as long as someone'll bleed, so darken you clothes or strike a violent pose, maybe they'll leave you alone but not me. —Cantaba la pelirroja, mientras caminaba como si estuviera siendo parte de un vídeo musical, acompañada de la música que salía extremadamente fuerte por sus auriculares. —Tanananananana. — Tamborileó su vieja y desgastada mochila tratando de imitar el mini-solo de guitarra al final y volvió en sí de que, por desgracia, no estaba en un concierto de My Chemical Romance. 

Admiró la imponente estructura mientras se sacaba los auriculares y los enrollaba para guardarlos. Era su primer día de interna y por amor a los fuertes nervios de su padre que tenía que hacer bien las cosas o por lo menos dar una buena impresión. En el momento que abrió la gran puerta de vidrio sintió como el olor de medicamentos y desesperación, con un pequeño toque de esperanza llegaba a sus fosas nasales. Definitivamente amaba esos lugares. 

Su mirada viajó a las personas con batas blancas y uniformes de enfermeros, automáticamente se imaginó a ella llevando una de esas impecables batas. Pero ahora no tenía tiempo para seguir pensando en estar en un concierto o vestir como una profesional, debía buscar a su profesor e informarle que estaba lista para empezar a ayudar cuanto antes. Caminó decidida hasta la no muy simpática recepcionista y se las arregló para intentar ser lo mas amable posible. 

— Buenos días, estoy buscando al Doctor Jhoson, soy la nueva interna y- — La aburrida mujer la cortó levantando una de sus manos. Mascó su desgastado chicle y miró por encima de sus anteojos, acción que causó a Samanta cierto rechazo hacia ella. 

— Así que nueva interna. — Rió mientras se volteaba para ver el viejo reloj que estaba en la pared y volvió a verla.— Habitación 23, segundo piso a la izquierda. 

Sami asintió con su mejor sonrisa armada y partió en busca de las escaleras, podría usar el ascensor, lo haría si no fuera porque los odia profundamente. "No sabes cuando pueden detenerse y dejarte encerrado, yo no pienso arriesgarme a eso", ese era el pensamiento, y también respuesta siempre que le preguntaban por qué iba por las escaleras. 

Subió el primer tramo regalando sonrisas a quienes se cruzaba, cuando ya estaba en el piso correcto, se dispuso a buscar la habitación asignada por el tan amable orco de la entrada. 

— 19...20...21.. —Contaba en voz alta los números marcados en dorado sobre las puertas.— ¡23!

Acomodó su intento de ropa y mochila profesional y suspiró en grande, la emoción le corría por todo el cuerpo. Miró hacia ambos lados y todas las sillas estaban vacías, tampoco escuchaba palabra alguna desde la parte de adentro. Abrió la puerta con cuidado y entró decidida con una gran sonrisa totalmente dispuesta a dar un ruidoso saludo. Pero toda loca idea se le esfumó de la mente en cuanto vio a una enfermera mirándola totalmente sorprendida y a su profesor con los extremos de los labios levantados. 

Cables, tubos, un respirador, dos maquinas a cada costado de la camilla y el desesperante "pi..pi..pi" que salía del aparato a su izquierda el cual avisaba que el inmóvil cuerpo todavía seguía vivo.

Sus ojos se abrieron y su boca cayó un poco al ver como su superior terminaba de introducir una sonda en el miembro del chico que estaba acostado. El mayor terminó su trabajo y colocó todo en su lugar para luego subir los boxers del pelinegro, acomodarle nuevamente la bata y cubrir su cuerpo con una fina tela. 

Coma |P. JM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora