Capítulo 12: Los dichos del más allá

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Capítulo 12: Los dichos del más allá

—¿Qué es lo que él quería decirme? —pregunté, cazando valor—. Es por eso que estás acá, ¿no?

El fantasma estuvo un momento en silencio; no me miraba directamente, de nuevo, aunque suponía que sí me estaba viendo. Mientras más segundos en silencio pasaba, más nerviosa me ponía yo.

—Tenés que tener cuidado —dijo, al fin—. No vayas al río.

Perpleja, me la quedé observando sin poder entender.

—¿Por qué?

—No estás a salvo.

Tragué saliva y me encogí todavía más en la cama. El fantasma siguió flotando.

—¿Por qué? —Ella no me respondió—. Tenés que decirme por qué.

Por un turbio momento, enfocó sus ojos perdidos en mí. Retrocedí hasta los almohadones, asustada.

—Te vas a unir a nosotros.

Fue todo lo que dijo antes de que un golpe en la puerta me sorprendiera. Ella desapareció y Bonnie preguntó qué necesitaba.

—¿Eh? —le dije; me di cuenta de que estaba sudando, y no por el calor, cuando me bajé de la cama.

—¿No me llamaba usted? —preguntó la señora y yo asentí. Le pedí un vaso de agua y algo para comer solo por haberla hecho subir hasta ahí sin razones lógicas para ella. En realidad, tampoco era muy lógico para mí.

Apenas toqué el aperitivo que me dejó, pensando que la chica fantasma volvería. Pero parecía que ella había dicho todo lo que deseaban decirme por el momento. Si me acercaba al río, me moría, al igual que Daria, y no pensaba correr ese riesgo. Esa era mi vida ahora y tenía que seguir adelante como pudiera, si es que no existían chances de volver a ser Brisa.

Esa noche, no pude dormir. Me sentía inquiera y asustada. Me daba miedo estar en mi cuarto como en cualquier lugar de la casa y el pueblo. Los fantasmas y las advertencias estaban por todas partes y me daba dolor de panza darme cuenta de que no solo tenía que pensar en la muerte de Daniel, sino ocuparme de la mía y evitar cualquier cosa peligrosa.

Me quedé sentada, mirando por la ventana, preguntándome si el fantasma de Daria también estaría por allí, de estar muerta ella. Razoné que no, ya que el fantasma del precipicio, Enrique, y la chica de la tarde no habían hablado de ella como uno de los suyos. Ellos habían creído, por un momento, que yo era Daria y que entendía el alemán.

Más importante me parecía también reconocer que los fantasmas se comunicaban entre ellos y que había mucho que sabían. La próxima vez juraba preguntarles por Daria, por su intento de suicidio y por el futuro. Si sabían que algo me pasaría en el río, entonces podrían saber de Daniel.

La memoria de DariaМесто, где живут истории. Откройте их для себя