Capítulo 19: La bruja y el príncipe

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~Lilineth~

La reunión había sido rápida, no tomando más tiempo que una cena cualquiera. El plan tenía diferentes etapas y, para mi sorpresa, había una parte del mismo que yo podía hacer. Al parecer, en esta ocasión no me negarían la participación como había sido en toda misión desde que había llegado a la armada.

Una sonrisa satisfecha se instaló en mi rostro: por fin podía ser útil a la armada de un modo que valiera la pena y no fuese sólo regalar pociones o hacerme pasar por una muchacha noble de otro reino.

El plan estuvo cerca de tomar un giro que no me incluía cuando Alexander se opuso a que yo me encargara de una parte, pero Sebastian, Dante y Gabriel le hicieron ver que estaba preparada, cosa que me hizo sentir un genuino agradecimiento por todos ellos.

La reunión siguió con calma luego de eso y todos nos retiramos a prepararnos o descansar un poco antes de cumplir con lo asignado. Aunque subí a la habitación que me habían prestado durante mi estancia en el castillo, estuve segura de que no conseguiría dormir.

La noche se escurrió con más lentitud de la que creí capaz en un solo día. Tal como esperaba, pasé todo el tiempo girando en mi cama incapacitada de conciliar el sueño. ¡Tendría la oportunidad de ir a una misión! Y tras los meses con la armada, sabía que aquello que me habían asignado no era tan sencillo y una pizca de orgullo y anticipación me impedía hacer otra cosa que pensar en cómo cumpliría con mi parte del plan.

Finalmente, la madrugada llegó y salí del palacio con sigilo, justo como había prometido. Una vez fuera, caminé hasta encontrar los establos y miré a todos lados, comenzando a sentir que algo podía estar mal. Se suponía que alguien me acompañaría, dado que cabalgar no era algo que dominara en lo más mínimo, pero el lugar se hallaba desierto.

Tal vez aún era demasiado temprano y con mi desesperación había olvidado ver el reloj, por lo que no podía estar segura. De todos modos no planeaba esperar más. Busqué en todas las caballerizas hasta encontrar un caballo que estuviera lo más preparado posible para salir, puesto que no tenía idea de cómo ensillar un caballo y, mucho menos, cómo ponerle las riendas.

Por fin encontré uno que tenía las riendas en su lugar y abrí la puerta para sacarlo del establo, tratando de mantenerlo calmado a pesar de empezar a considerar que aquella era una muy mala idea.

—¿No crees que es demasiado temprano para salir a cabalgar? —preguntó una voz burlona justo detrás de mí tras haber avanzado un par de metros fuera del establo.

Me sobresalté, soltando las riendas del caballo un momento y volviendo a tomarlas antes de que el animal pudiera echar a correr.

Me giré con cautela, encontrando al menor de los príncipes mirándome con curiosidad, como si tratara de analizar lo que estaba a punto de hacer.

—Y más aún si tu habilidad para cabalgar es cuestionable y estás intentando hacerlo sin una silla y riendas adecuadas —añadió tras su pequeño análisis.

—¿Qué hace aquí, alteza? —pregunté, evitando responder a todo lo que había dicho y tratando de poner una sonrisa en mi rostro.

—Me gusta cabalgar por la mañana —respondió con media sonrisa, un gesto muy parecido al de su hermano—. Aunque no encontré a mi caballo en el establo, así que supuse que Mirsha estaría contigo.

Negué con la cabeza.

—Ese hombre es como un gato —murmuró—. Y ahora secuestró a mi yegua. Seguro que no lo vamos a volver a ver hasta dentro de dos semanas.

Le devolví la sonrisa de forma nerviosa mientras lo miraba de reojo: Mirsha y él compartían algunos rasgos, pero no se parecían en realidad.

Desvié los ojos antes de que me atrapara observándolo.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant