Capítulo 10: El príncipe y el castillo

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Llegaron a la armada cuando comenzaba a caer la tarde, pero eso no impidió que se dirigieran de inmediato a la torre de los magos para discutir la forma de ir al castillo del rey. Cuando por fin terminaron, el cielo ya había oscurecido hacía varias horas, trayendo consigo un leve dolor de cabeza para el príncipe. Por suerte, la noche era fresca y eso atenuó la sensación.

Los muchachos se dispersaron enseguida con rumbo a sus habitaciones tras el extenuante día, y por primera vez desde que había llegado, nadie le indicó a Mirsha donde pasaría la noche. El muchacho se contuvo de preguntar, no queriendo que alguien cediera su habitación por él.

En cambio, Mirsha se dirigió rumbo a la torre de la entrada, suponiendo que alguien estaría ahí y, si no era así, tendría un lugar para pasar la noche.

Subió lentamente los recién reparados escalones de madera, conteniendo una mueca ante lo ruidosos que le parecieron pero, incluso antes de llegar a la cima, escuchó como la puerta se abría mientras un suave aroma a café le inundaba las fosas nasales.

—¿Quién es? —preguntó en un susurro cauteloso el arquero que, según Mirsha sabía, parecía estar casi siempre asignado a ese lugar.

—Mirsha —anunció—. Lo siento... creí que no habría nadie.

La risa de Gabriel se hizo escuchar por toda la habitación.

—El día que eso pase, seguro le da un infarto al jefe. Siempre debe haber alguien aquí o al menos eso se supone —respondió el muchacho.

—¿Eso se supone? —repitió el muchacho con media sonrisa, atreviéndose a entrar aun sin la invitación explícita—. Sólo buscaba un lugar para dormir —añadió con media sonrisa.

—Eso se supone —confirmó Gabriel—. Y podrías dormir aquí —ofreció—. O en mi cuarto, ya que yo estaré aquí hasta el amanecer.

—No puedo aceptar la habitación de alguien más —se negó con media sonrisa—. Si no te molesta, tal vez duerma en un rincón... o en el techo —comentó alzando la vista, como si recién hubiese considerado esa opción.

—¿En el techo? —se escandalizó el muchacho—. Mejor duerme aquí entonces, ¿quieres un café o algo?

El príncipe rió por lo bajo, buscando un cojín y sentándose en el suelo, cerca de una ventana desde la cual podía ver el cielo estrellado.

—Gracias —respondió asintiendo.

Gabriel asintió también antes de buscar una taza en la mesa y servirle una taza.

—¿Azúcar? —ofreció.

—Por favor —sonrió, mirando las estrellas—. ¿Te gustan las alturas? —preguntó por hacer conversación.

—No mucho en realidad —admitió entregándole la taza de café—. Y lo del azúcar era una formalidad: no tengo. Espero no te moleste mucho —añadió con una sonrisa de disculpa.

Mirsha soltó una carcajada, aceptando la taza.

—Descuida, me gusta más el café amargo.

»Y si no te gustan... ¿por qué estás aquí?

—Porque me gusta disparar a la gente desde aquí —respondió con un toque de ironía—. Y qué bueno, gasté todo el azúcar de mi propio café.

»Espero no te moleste —añadió de nuevo, con una sonrisa de disculpa.

Mirsha sonrió de lado.

—No me molesta.

»Y nunca lo habría imaginado... ¿a ti? ¿Te gusta dispararle a la gente? —rió, bebiendo un sorbo de café.

Cuentos de Reyes y Guerreros I: El MagoWhere stories live. Discover now