🌑 Capítulo 16 🌑

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(Se me perdió el separador del capítulo, así que puse esta sensual luna)


Desperté en una habitación de paredes blancas, estaba recostada en una camilla de hospital y al ver mi muñeca reconocí la aguja del suero enterrada en mis venas. Esto habría sido un incómodo Deja Vu de no ser por los chicos que se encontraban junto a mí.

—¡Despertó! —exclamó Aby.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Daniel.

—¿Cómo crees? Es segunda vez que hace que los hermanos Limerick peleen —bromeó Hannah, aunque no logré entender qué se refería.

Los recuerdos recuerdos retornaron a mi cabeza de un golpe. Estaba Cedric por un lado, tan arrogante como siempre, haciéndose pasar por el chico simpático que nunca ha sido, antes de convertirse en lobo y atacarme con brutalidad, demostrando su verdadera naturaleza. Y por otra parte, estaba el lobo que apareció de la nada.

Aún podía sentir el sabor de la sangre en mi boca, mi cuerpo estaba adolorido, y no sabía qué saldría de mi garganta si intentaba hablar.

—De seguro me veo un poco mejor de lo que me siento —dije, mi voz se fue debilitando con cada palabra, dándome a entender que mis cuerdas bucales y pulmones estaban frágiles.

Recibí algunas sonrisas compasivas, me tenían lastima y no era para menos, incluso yo sentía pena de mi misma.

—Estuviste un par de días inconsciente —explicó Aby—. Pero no te preocupes, he tomado apuntes por ti.

—Eso es lo que menos me preocupa —reí, aunque en el fondo agradecía el gesto—. Es obvio que yo perdí, pero, ¿quién ganó?

Hubo un incómodo intercambio de miradas entre todos los presentes.

—Angus —dijo finalmente Eddie.

Fruncí el ceño confundida. No recordaba haber visto a Angus antes de la batalla, mucho menos tuve tiempo para distinguirlo entre la multitud mientras me pateban el trasero, pero aún así podía asegurar que él no estaba ahí. Mis instintos me habrían informado.

Mi cabeza registró los acontecimientos que tenía guardados, fue análisis lento y torpe, pues mis pensamientos también parecían haberse afectado por los golpes que recibí. Encajé las piezas poco a poco, hasta que al final comprendí que el lobo que llegó a último momento, con su hermoso pelaje rojo, era Angus.

Estaba impresionada.

La siguiente visita que recibí ese día habría preferido no recibirla nunca.

Eva entró con su característico taconeo y su rostro furioso, pero estaba segura que su ira no era nada comparada a la mía.

Evité mirarla y me crucé de brazos, esperando a que se fuera, aunque en el fondo sabía que no se iría sin decir la última palabra respecto a lo ocurrido.

—Mírate —habló finalmente—. ¿Estás feliz? Lo conseguiste, creo que no puedes llegar más lejos a estas alturas.

¿Era un desafío?

—¡No enviaste a nadie! —respondí con rabia, la presión en mi pecho aumentó—. Tu trabajo era cuidarme y por poco me dejas morir.

—Mi trabajo es cuidarte, pero no puedo hacerlo si me lo pones tan difícil.

—¿Perdón? Lamento no sentirme cómoda si me metieron aquí por la fuerza —repuse con sarcasmo—. ¿Y qué mierda es eso de asuntos internos del clan?

Mi cuerpo no resistió más y comenzó a toser con fuerza, causando espasmos por todo mi cuerpo. Eva se acercó e intentó asistirme, pude ver que su expresión se había suavizado, aunque seguía molesta conmigo. Así era ella, ya había aprendido a conocerla, llegaba y te amendrentaba con ganas, para luego calmarse e intentar comprender lo que le decían.

—Tú eres así, cierto, tu trabajo va por sobre mi seguridad —observé—. Es curioso, porque justamente tu trabajo consiste en mantenerme segura.


Eva me miró fijamente, no había culpa en su mirada, no estaba arrepentida, pero sí le molestaban mis palabras. Tampoco es que la estuviera acusando de algo tan grave, en cierta manera la entendía, todos somos así, no importa qué, cuidamos nuestros intereses.

—¿Has estudiado cómo se formó la Hermandad? —preguntó.

Negué con la cabeza y vi como mi respuesta la enojaba

—Tus evaluaciones serán la próxima semana, ¿qué has estado haciendo? —Tomó un largo respiro, intentando contenerse—. Bien, tal vez me dejen aplazarlas un poco debido a que tendrás que quedarte aquí unos días. Pero voy a enseñarte algo aquí y ahora, y quiero que lo recuerdes por el resto de tu existencia.

»La Hermandad fue una idea que promovieron los cinco Clanes Superiores, cada uno puso a disposición su propio potencial y cualidades especiales que los distinguían hasta que lograron unir a todas las familias de humanos cambiantes, limando las asperezas que los distanciaban. Para mantener esta paz crearon un número de reglas básicas que ayudaran a la convivencia, pero de entre todas destaca una como norma de oro, que todos debemos obedecer: No intervenir en asuntos internos de los respectivos clanes. Esto quiere decir que, si existe un problema dentro de una de las familias, que debe ser solucionado internamente por sus miembros, ningún otro individuo, cualquiera sea la especie, puede entrometerse.

»Generalmente se consideran asuntos internos los que deben ser resueltos únicamente por los miembros del clan, y que no involucran a nadie más, como la sucesión o las peleas. Por esto, Kenzie, no olvides que perteneces a los lobos y cualquier problema en que pueda derivar tu obsesión con Cedric o Angus se resolverá conforme a estas reglas, y yo no podré hacer nada aunque quiera.

Asentí sin pensar.

—Eva —llamé, mi voz sonaba cansada.

Ella elevó las cejas, preparándose para un sagaz comentario de mi parte.

—¿A qué clan perteneces? —interrogué, tomándola por sorpresa.

—Cisnes —contestó, poniéndose de pie—. Descansa.

¿Cómo se había convertido en eso?

Mi tutora me dejó sola, en el silencio de una fría habitación, sintiéndome como un chicle usado, lanzado al suelo y pisoteado una y otra vez.

Y aún así, mi último pensamiento antes de caer dormida, fue que no conocía ninguna otra mujer cisne, sin contar la obra de Tchaikovsky.

SelenofobiaWhere stories live. Discover now