Capítulo 25: Deseos.

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- ¿Puedo esperarte en mi habitación? – le dije con mirada de suplica. – Quizás allí me sienta más cómoda.

- ¿No te sientes cómoda aquí?

- Si tú no estás, no.

- Claro, puedes esperarme en tu habitación. – estaba ya casi saliendo por la puerta cuando dijo. – Pero tienes que llevarte esto.

Me dio el móvil, lo había tirado en la cama cuando todos se fueron. No me gustaban mucho esos cacharros, pero si los veía útiles para situaciones como esta. Lo cogí y lo metí en uno de los pequeños bolsillos de este pantalón ajustado.

Salimos de la habitación y los tres ya estaba ahí, Laurent, Gloria y John. Pero había algo extraño alrededor de ellos, era como un aura brillante que los envolvía como una funda.

- Pero…¿qué es lo que llevan? – le pregunté en susurros a Jeremy. Tenían una mirada de concentración que no me atrevía a interrumpir hablando alto.

Jeremy me miró algo sorprendido por la pregunta, pero al final pareció entenderla.

- Es el glamour. Antes no eras capaz de verlo, pero es así, como un aura. Es útil para saber si lo llevamos o no.

Una vez en la puerta de mi habitación, mientras nos estábamos despidiendo le dije:

- ¿Puedes ponerte el glamor? Para verte con el aura.

Él me sonrió pero acepto. Tal y como había pasado la noche del baile, se concentró mucho, con los ojos cerrados. Pero esta vez pude verlo. De la zona de sus pies iba subiendo un aro dorado y brillante que le iba envolviendo todo el cuerpo. Era precioso y para cuando terminó, todo su cuerpo estaba rodeado de ese aro dorado.

- Tendrías que ver la cara que pones. – y noté que le estaba mirando con la boca abierta. La cerré de golpe y él se rió más de mí. – Siento dejarte sola, pero en cuanto termine vendré corriendo. Quizás cuando te despiertes esté durmiendo a tú lado.

- Haz que sea así. – me dio un fugaz beso y se marchó.

No quise ver como se iban y me dejaban ahí, así que en cuanto Jeremy se alejó un metro yo cerré la puerta.

Con mis nuevos oídos, era todo un placer que esta planta fuera tan sumamente silenciosa. Recuerdo, como no hace mucho, este silencio me impedía dormir. Y ahora mírame, dando gracias al cielo porque nadie roncara o saliera de sus cuartos dando portazos.

Me desvestí y me puse ropa más cómoda, un pantalón gris de chándal y una camiseta dos o tres tallas superiores a la mía, pertenecía al equipo de fútbol al que jugaba mi padre con sus amigos. Cogí uno de los libros de su colección de Jane Austen, mi favorito era “Orgullo y prejuicio”, ya que no iba a ser capaz de dormir, al menos leeré.

Lo abrí por la mitad, más o menos. Amaba todo el libro, pero la mejor parte era la del medio, cuando ella llega a visitar la casa del señor Darcy pensando que él no estaría y se lo encuentra, es el momento donde Elizabeth (la protagonista) se empieza a enamorar del señor Darcy. Empecé a leer:

Elizabeth llegó a la conclusión de que el señor Darcy iría a visitarla con su hermana al día siguiente de que ésta se instalara en Pemberly, por lo que decidió no alejarse de la posada en toda la mañana. Pero se equivocó, pues sus visitantes se presentaron un día antes. Elizabeth y los Gardiner había estado paseando por los alrededores con algunos de sus nuevos amigos, y acababan de regresar a la posada para…”

Un sonido me interrumpió, era el sonido de una puerta abriéndose a la fuerza. ¿Sería capaz de oírles? Me concentré mucho y resultó que sí, no les oía con mucha definición. Me tumbé en el suelo y apoye una oreja para conseguir oír mejor lo que pasaba abajo.

Soledad *[En Edición]*Where stories live. Discover now