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James suspiró justo al bajar del avión. El reloj estaba a punto de dar las doce del día, y al parecer, sus asuntos en el aeropuerto de Madrid tardarían más de una hora. Después de haber llegado a la conclusión de que algo en verdad estaba sucediendo con respecto a él, Cooper y una tal Dianne, se acordó junto con Allori tomar el primer vuelo que saliera desde Tenerife con rumbo a Madrid. ¿Qué encontrarían? Ni él lo sabía, pero estaba seguro de que todo aquél asunto de los Pasajeros apenas estaba dando inicio. Como Cooper había propuesto, durante las horas de espera en el aeropuerto, ambos se pusieron a trabajar en los reportes que debían llenar con respecto a las investigaciones de los días recientes y enviarlos por correo a sus respectivos jefes. No sabían cuánto tiempo les llevaría arreglar ese extraño asunto, así que por lo menos se encontraban trabajando en algo que fuera de ayuda para la compañía.

—No han contestado mis mensajes en la oficina —murmuró Cooper mientras los dos esperaban las maletas—. Es como si el número no existiera, o nos estuvieran ignorando.

—Seguro es la línea —dijo James, sin prestarle mucha atención.

Su mirada seguía en las maletas que aparecían en la fila de espera, pero su mente estaba en otra parte. ¿Enserio estaba ocurriendo todo eso?

—James... James... James...

—¿Qué pasó? —inquirió él, aún con la mirada fija en las maletas.

—Que posiblemente pasen el avance de la segunda temporada de Stranger Things en el Super Bowl —dijo Cooper, tranquilo y cómico a la vez—. Faltan sólo dos semanas, viejo. ¡Espero podamos ver si Once está...!

—No, eso no —James apartó la mirada de la hilera de maletas y miró a su amigo—, mencionaste mi nombre. ¿Qué pasa?

—No mencioné tu nombre.

—Pero si...

James cayó en la cuenta de que no había sido la voz de su amigo. Ese siseo había sido muy diferente y... casi sobrenatural.

—Creo que necesito dormir.

—Tendrás que esperar —Allori apareció detrás de ellos—, estoy intentando contactar a Dianne... no responde el celular.

—¿Crees que algo le haya pasado a tu amiga? —preguntó Cooper.

—James... James... James...

El hombre giró sobre sus talones rápidamente. Había un sin fin de personas en las demás estaciones del maletero; parecía como si el mundo entero estuviera ahí.

—¿A quién buscas? —le preguntó Allori.

—Yo...

—James... James... James...

—Nada, tomemos las maletas. ¿Sabes el hotel donde está tu amiga?

Aunque la ciudad de Madrid era inmensa, Allori parecía conocer bien cada zona por la que pasaban en un taxi, que no les había cobrado tan barato el trayecto desde el aeropuerto hasta el hotel donde supuestamente Dianne se estaba quedando.

James y Cooper iban al frente, moviéndose rápido entre la gran cantidad de personas que había en el lobby, y mientras Allori intentaba comunicarse con Dianne, pidieron una habitación doble para poder pasar ahí la noche. El proceso les llevó poco más de quince minutos.

—Lo siento —dijo el recepcionista—, al parecer estoy teniendo problemas con su tarjeta de crédito —murmuró.

—¿Qué dice?

—Parece que la tarjeta fue reportada hace unas horas —respondió el recepcionista, volteando la pantalla de su computador—, por un tal... James Adams, propietario de la tarjeta.

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