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Las paredes eran de un tortuoso blanco que estaban haciendo perder los estribos a Justin y Zayn. No sólo estaban débiles físicamente sino emocional. Lo que estaban sintiendo no se comparaba con ninguna otra cosa que alguna vez hubieran experimentado. Lo que estaba delante de sus ojos estaba rompiéndolos lentamente. Tan lento que nunca jamás habían llegado a creer que un ser tan pequeño los haría sentir tan devastados. Zoe era una pequeña caja de sorpresas, y justo en aquel momento estaban conociendo una nueva, y no tan buena como lo deseaban.
Acostada en la gran camilla veían su pecho subir y bajar suavemente. Los chicos sintieron como se les desgarraba el corazón al verla como estaba. Mierda, se veía tan vulnerable, tan pequeña. Las ojeras que descansaban bajo sus parpados eran enormes. Sus pómulos eran más pronunciados. Aquel brillo en su cabello había desaparecido dejando solo una maraña de cabellos desordenados. Estaba tan pálida, tan jodidamente pálida que el color natural de sus mejillas había desaparecido igualmente, era como si ella acabara de envejecer diez años y Zoe siempre lucia como una pequeña colegiala.
No había nada más que los rompiera que ver aquella imagen. Dios, les dolía verla en ese estado. Zayn y Justin jamás olvidarían lo que unas horas atrás habían presenciado. La imagen tan devastadora que habían sido testigos de presenciar había sido muchísimo para ellos. Lo que el médico les había dicho había sido muchísimo peor.
Había tenido una baja de presión y su cuerpo no supo cómo responder apropiadamente. El estrés había impactado en ella y produjo un ataque de ansiedad que la hizo colapsar. El médico les había recomendado que la pequeña chica debía quedarse internada para hacerle breves estudios mientras los había mirado con compasión. Ellos lo odiaron, lo odiaron hasta el punto de tener que aceptarlo únicamente por ella. El temor de que algo grave le pasara los hacía aceptar las constantes miradas que las enfermeras les lanzaban al verlos a los dos muy cerca de la cama de la pequeña pelirroja. Justin y Zayn odiaban las atenciones. Odiaban las multitudes. Odiaban las miradas que les lanzaban. Sabían muy bien que debían soportar todas las miradas lascivas que las mujeres les daban, pero era muy diferente tolerarlas afuera, que tener que soportarlas dentro de un hospital y todo mientras estaban vueltos mierdas y su novia aún no despertaba. Y todo aquello lo hacían únicamente por Zoe, ya que la incomodidad que sentían no se comparaba con todo el amor que le tenían.
La amaban. La amaban tanto que les dolía. Aún les sorprendía como es que ella lo había logrado. Cómo es que alguien tan alegre e increíblemente humana los había hecho sentir tanto amor. Como es que alguien en tan pocos meses se había convertido en un ser tan sustancial para ellos. Como es que alguien los había hecho creer puesto que ellos eran incrédulos ante las cosas y los sentimientos. Nunca habían llorado por nadie. Nunca habían reído tanto con alguien. Nunca habían pasado navidad con ninguna mujer. Nunca habían llegado a querer de la manera como lo estaban haciendo en ese momento. Justin y Zayn jamás amaron tanto a alguien como lo hacían con Zoe y si lo que los dos sentían no era amor... Ellos no tenían ni la más remota idea que significa esa palabra.
