Capítulo 6

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Habían llegado a lo que Lexa se le ocurrió bautizar como  "Campamento Princesitas" poco después de que oscureciera. No era más que una pequeña hoguera a los pies de un gran árbol, pero la muchacha parecía especialmente orgullosa de haberla encendido ella sola. Clarke seguía sintiéndose culpable por haberse comportado como una niña pequeña, y cuando Lexa se ofreció a hacer la primera guardia intentó impedírselo, pero había sido imposible convencerla. Parecía que Lexa había decidido dejar de lado por fin aquellas riñas idiotas, y no es que Clarke no estuviese contenta con el cambio, pero le daba miedo no saber en qué momento volvería a ser la engreída de siempre.

Así que allí estaba, tumbada boca arriba pegándose al fuego todo lo posible buscando calor. El bosque estaba tan silencioso que le ponía los pelos de punta. Tenía una sensación extraña en el estómago, como si sintiese algo oscuro acercándose, acechándola.

— Oye Lexa — la llamó aún con los ojos cerrados —, ¿quieres cambiar turno ya? No creo que vaya a dormir demasiado.

Clarke se extrañó al no escuchar respuesta. No sería raro que se hubiese dormido, pero estaba prácticamente segura de que Lexa la habría avisado para el relevo antes. Además, había algo más que la hacía sostener la respiración, algo a lo que era incapaz de poner nombre pero allí estaba. El bosque estaba completamente en silencio. Ni el crepitar de las llamas, ni los animales salvajes merodeando alrededor, ni siquiera la respiración de Lexa. Absolutamente nada. Se levantó despacio y descubrió con un escalofrío que Lexa ya no estaba con ella. No se podía creer que la hubiese dejado así en mitad de la noche. Poco había durado aquel pacto de convivencia. Se planteó la posibilidad de olvidarse de ella y dejarla que siguiese su aventura sola. Sería divertido  ver hasta dónde llegaba, pero la soledad de aquel bosque y la maldita presión en el pecho que no la abandonaba la persuadieron de lo contrario. 

Salió en su busca, andando muy despacio, temiendo encontrarse algún animal salvaje. Su nerviosismo aumentaba con cada paso, y el no haber oído un sólo ruido en el camino la desconcertaba. Notó un sutil movimiento con el rabillo del ojo y se giró deprisa, alerta.

Entonces la oyó. Era Lexa, no cabía duda. Y la llamaba dando gritos. No se lo pensó dos veces. Corrió hacía su voz golpeándose el rostro con las ramas a su paso. Los pulmones le empezaban a arder cuando la vio. Estaba arrodillada en medio del bosque y la rodeaban unos soldados ingleses. Clarke notó que dejaba de respirar. Aquello no podía estar pasando. Oía los latidos de su corazón golpeándole el pecho. Respiró hondo, lista para salir de su escondite. Si iban a matarlas no lo harían sin enfrentarse a una lucha antes. 

Se permitió observar por un segundo a los soldados. Llevaban un emblema en el pecho. Un pájaro dorado idéntico al que colgaba en su pecho. Y entonces todo empezó a volverse verdaderamente extraño. Se dio cuenta de que Lexa no llevaba su armadura como siempre. Iba vestida con una simple túnica, y lloraba desconsolada con la mirada fija en Clarke. Parecía reprocharle algo.

Dio un paso adelante saliendo de su escondite y, de pronto, ya no era Lexa la que estaba arrodillada en aquel bosque. Era su abuela. Su abuela suplicando clemencia y llamándola entre sollozos.

Oía que la llamaban. Cada vez más fuerte. Clarke. El nombre retumbaba una y otra vez en su cabeza como si fuese ajeno a ella. Clarke. No entendía nada. Tenía que llegar hasta su abuela. O hasta Lexa. No importaba. Clarke. Tenía que salvarlas.

— ¡Clarke, despierta!

Abrió los ojos sobresaltada. Tenía a Lexa a su lado, mirándola con  preocupación.

— ¿Qué coño ha pasado? — preguntó, intentando hacerse una idea de qué había sido todo aquello.

— No lo sé, Clarke. Debes haber tenido una pesadilla. Estabas dormida y de pronto empezaste a murmurar y a forcejear como si algo te agarrase.

LegacyWhere stories live. Discover now