Capítulo 3

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Los dos primeros combates habían ido bastante bien. Había tenido que enfrentarse a un chico y una chica que estaban demasiado nerviosos como para sujetar una espada en condiciones. Parecía que los dioses sí que estaban de su parte aquella noche. Estaba a punto de comenzar el tercero cunado reparó en que Signa, la teniente del jarl, no le quitaba ojo. Sintió que las manos le sudaban un poco y respiró profundamente. No podía desconcentrarse ahora.

Ante ella, un chico enorme se paseaba nervioso. Su cara estaba llena de cicatrices. La mayoría eran runas de combate, pero parecía que el muchacho se divertía cortándose la cara. Clarke había oído hablar de alguien así. Los chicos de su edad siempre andaban cotilleando sobre un tal Roan. Según tenía entendido, había perdido a sus padres siendo muy pequeño y desde entonces vivía solo en el bosque. Las malas lenguas afirmaban que decía comunicarse con los dioses y que, en las noches de luna llena, realizaba rituales extraños que siempre involucraban mucha sangre y algún que otro ungüento de propiedades desconocidas.

Clarke no tenía tiempo de averiguar si el tal Roan estaba de verdad tan trastornado como sus amigos decían. El chico era muy fuerte y ella era demasiado pequeña como para atacar directamente, y ambos lo sabían. Tenía que ser más lista que él y aprovechar cualquier abertura. Lo cansaría y luego iría a por él. Era un tipo enorme, tendría que cansarse rápido.

Ya llevaban un rato así. Él atacaba con todo lo que tenía y Clarke lo esquivaban justo en el último momento. Podía escuchar algunas risas entre el público y estaba segura de que más de uno ya la estaba tachando de cobarde, pero realmente no importaba lo que estuviesen diciendo de ella. Hasta que la oyó reírse a ella. Lexa parecía extremadamente divertida con algo que una de sus amiguitas acababa de susurrarle y Clarke sabía que era sobre ella.

Sintió la furia subir por su espina dorsal y quiso dirigirse hasta ella y romperle esa preciosa sonrisa que mostraba con arrogancia. Si no hubiese estado tan ensimismada lo habría visto venir. Roan aprovechó el segundo que se distrajo con Lexa y se abalanzó sobre ella como un animal salvaje. Clarke cayó al suelo y notó cómo el aire salía de sus pulmones. La había cagado pero bien. 

Todo el peso de Roan sobre ella casi no la dejaba respirar y él intentaba partirle la cara a puñetazos. Cubrió su rostro como pudo mientras su cerebro trabajaba a cien por hora buscando una salida de allí. Notó la sangre resbalar por la cara. Aquel cabrón le había roto una ceja. 

Intentó golpear su costado y sintió que Roan aflojaba su amarre. Algún candidato con suerte había conseguido herirlo en las rondas previas. Clarke agradeció a todos los dioses aquel golpe de serte y siguió golpeando allí. Cada vez más fuerte. Al final consiguió empujar al chico y esta vez fue ella la que se subió encima. Y golpeó. Golpeó hasta que los nudillos no le dieron más de sí. Ya no diferenciaba la sangre del muchacho de la de sus propias manos. Oyó que un murmullo se escapaba de los labios de Roan:

—Me rindo, por favor...Para—le suplicó. 

Entonces Clarke salió del trance en el que se había sumido y se levantó despacio. Lo había conseguido. Había vencido a ese capullo y ahora sólo le quedaba un combate. Se giró y vio que Lexa seguía con aquella sonrisa arrogante en el rostro. Se preguntó de qué se reiría ahora.

 —Jodida psicópata—murmuró para sí—, lo que daría por borrarte esa sonrisita.

Y parecía que los dioses la estaban escuchando en ese momento, porque tras oír las palabras de jarl, entendió por qué Lexa parecía tan feliz. 

El último combate era contra ella. Iban a tener la oportunidad de ajustar cuentas por fin.

     *********  


El combate estaba a punto de empezar. Cada una había podido elegir un arma. Por supuesto no estaban del todo afiladas, pero eso no impedía que se fuese a hacer daño de verdad. Ella había ido directa a la espada y es que sentía tan cómoda peleando con ella que era como una extensión de su propio brazo. Lexa, por su parte, había elegido un hacha. Eso la ponía nerviosa, hasta ahora había luchado con espada, si cambiaba ahora tenía que ser porque con el hacha estaba mucho más cómoda. Con la espada ya era extremadamente buena, y este nuevo cambio no parecía anunciar nada bueno para Clarke. 

Ambas se observaban con atención, se estudiaban con cuidado. Clarke sabía que Lexa era muy ágil y que era tan rápida o más que ella. Además, no había quitado aquella sonrisa que tanto la sacaba de quicio y eso no la ayudaba a concentrarse.

Notó un sutil cambio en la postura de Lexa y aumentó su guardia, pero no lo suficientemente rápido. Para cuando quiso darse cuenta, la chica arremetía contra ella sin piedad, lanzando el hacha una y otra vez sobre su cabeza. Clarke aguantaba las estocadas como podía mientras iba retrocediendo, pero pronto topó con la valla que delimitaba la arena. Vio que iba a atacarla de nuevo e intentó girarse y esquivarla. No supo cómo pero al instante siguiente estaba en el suelo. Lexa se sentaba a horcajadas sobre ella con una expresión triunfante en el rostro. Volvió a notar aquella furia en su cuerpo y le golpeó la cara con el pomo de la espada. "Toma esa sonrisita arrogante" pensó.

Ambas rodaban ahora por el suelo, tratando de ganarle terreno a la otra. Forcejeaban como si de verdad les fuese la vida en aquel combate. Al final Clarke consiguió inmovilizarla y sintió la sangre resbalar por su mejilla. La herida de la ceja se le había abierto de nuevo. Ya tendría tiempo de lidiar con eso más tarde. Ya estaba lista para descargar sus puños sobre la cara de Lexa, para acabar con aquel torneo y conseguir lo que había querido desde niña, pero oyó una voz que le ordenaba que parase.

  —Chicas, chicas —era el jarl quien hablaba —. Creo que ya hemos tenido suficiente por hoy, ¿no es cierto? Guardad algo para los sajones. Además, aquí mi queridísima Signa tiene algo que deciros. —proclamó mientras se giraba hacia la mujer.

La teniente sostuvo su mirada unos segundos y no demostraba especial cariño en ella. Luego, se levantó y les habló directamente a ellas. 

  —Supongo que ambas sabéis que cada año elijo a la mejor de las participantes bajo mi mando. Este año, sin embargo, no creo que sea capaz de decidirme por una de vosotras sin remordimientos por haber dejado a la otra — hizo una pausa mientras las observaba con calma —. Así que quiero que os vengáis ambas conmigo. 

A Clarke le costó un segundo entenderlo. Lo había conseguido, Signa se había fijado en ella y la quería dentro de su ejército. Lo había conseguido.

Y ahora iba a tener que compartirlo con Lexa.

  


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