Viejas excusas

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Sabemos desde niños lo terrible que se siente el creerse abandonados.

Como cuando estas de compras con tus padres y de repente te distraes con alguna cosa linda que pasa por de frente, entonces reaccionas y te das cuenta que tu madre/padre ya no esta a tu lado.
Aún si no te ocurrió, puedes imaginar lo desesperante que es para un niño el sentirse abandonado. Así sean sólo segundos, la espera es agobiante.

Ese era el sentimiento que más temía Leo. El sentirse abandonado, dejado, olvidado.

A corta edad aprendió a ser independiente, entendió que cada que mirara hacia atrás sus padres no estarían protegiendo su espalda.

Que por más ganas que tuviera de llorar su corazón, tenía que seguir sonriendo, tenía que seguir viviendo.

Siempre le habían dicho lo afortunado que era de haber nacido como parte de la familia "de la Iglesia"
¿Qué tenía aquello de grandioso?
Una y otra vez Leo se preguntaba, sin obtener respuesta alguna.

Su madre era Mexicana, de tez morena como la canela, cabellos negros y ojos chocolate profundos, en los que podías perderte si la mirabas por mucho tiempo mientras ella te sonreía ampliamente.

Su padre era americano, castaño  y con una cara tan seria que hacia parecer imposible que, aquella mujer de cuerpo delicado, se hubiera emparejado con él.

En algún momento, por alguna razón sus padres se juntaron, como en un cuento de hadas se casaron, formaron una bella familia trayendo a la vida a él pequeño Leo.

Pero luego de eso su padre comenzó a hacerse cargo de los negocios familiares, aquella empresa a la que le dedicaba todas las horas del día. Leo comenzó a crecer sabiendo que aquel hombre era su padre, pero jamás recibió un trato de él como tal.
Mientras tanto, la madre de Leo era consumida lentamente, dejándola día con día con 5 minutos menos de energía. Un día sin darse cuenta ella quedó en cama, ya no volvió a levantarse.

Tan sólo tenía un poco más de 5 años y a su alrededor solo estaban aquellas personas que se encargaban de decirle lo bueno que era haber nacido en la familia "De la Iglesia"

Meses después, al cumplir los 6 su padre sentenció que comenzaría a estudiar en el extranjero, conociendo personas y formándose una perspectiva del mundo única.
Esa era la razón que se encargaba de decirle a todo mundo.

Lo que Leo realmente escuchaba es que lo quería lejos para no seguir mirando los ojos profundos heredados de su madre.

Entonces, luego de 10 años moviéndose de un lado a otro, sin conocer cuando sería el fin de su viaje conoció a Guang Hong, cuando estaba más perdido que nunca.

Cuando sólo deseaba desaparecer un pequeño se acercó brindando ayuda, a él, un total desconocido al que le sonreía.

Por esos minutos su soledad desapareció. 

Fue entonces cuando mirar a Guang  Hong se volvió su habito favorito. 

Tardo varios meses en darse cuenta que en realidad sentía algo mas que gusto por aquel chico de mejillas coloradas, tardo un tiempo en aceptar sus sentimiento, tardo un poco mas poder dejarlos en claro y para cuando el tiempo hizo de las suyas podía gozar de las tardes de risas en brazos de quien se volvió su pareja.

Tan solo tenia 16 años cuando Leo de la Iglesia se enamoro, tan solo era un adolescente que se olvido del porque se encontraba en ese lugar; era tan solo una persona disfrutando de la vida, por primera vez, con sonrisas sinceras cuando llamaron informándole que debía marcharse a un nuevo lugar.

 Disfruto cada minuto ocultando en lo profundo de su corazón las ganas de llorar. Odiaba las despedidas y seguía sin poder enfrentar la realidad. Tenia que marcharse, lo supo todo el tiempo, pero esta vez, por primera vez, deseaba quedarse. Deseaba permanecer junto a Guang Hong

Excusas (LeoJi // LeoGuang)Where stories live. Discover now