CAPÍTULO 33 | No más mentiras

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ZAYN

Desperté al día siguiente sin tener demasiadas ganas de hacerlo. No recordaba cómo había llegado a mi habitación, más específicamente a mi cama, sin embargo ahí estaba. Observaba el techo en silencio mientras jugaba con mis dedos sin estar nervioso, sólo aburrido. No tenía idea de qué hora era, de si alguien estaba despierto o de si todos estaban durmiendo, pero tenía miedo de cerrar otra vez los ojos. No por la oscuridad, no por las imágenes. Sólo sentía que mi mente estaba a punto de colapsar y que dormir sólo era una excusa para escapar de lo que sí o sí tiene que llegar en algún momento.

Pensé que mis dedos iban a convertirse en huesos y decidí sentarme, pasarme una mano por el cabello y sacudirlo antes de incorporarme al fin. Fui al baño para lavarme la cara pero me detuve dos segundos a verme en el espejo. Noté que ciertas cosas habían cambiado pero mis ojos parecían estar tan vivos como siempre; más lo otro parecía estar muriendo. Mis labios curvados y no hacia arriba, mi cabello caído y desordenado, mi piel aceitunada y esa extraña manía que nunca me abandonó de mirar siempre directo a los ojos, incluso si era mi propio reflejo.

Me dije a mí mismo que eso daba igual. Todo eso era lo de menos. El espejo me devuelve un reflejo y soy más que eso.

Salí de mi habitación y caminé hasta la cocina al ver que la casa estaba vacía. Pensé que todos debían de estar durmiendo, yo todavía me sentía algo atontado como si hubiera dormido demasiado tiempo. Me encontré a Heather sentada en una de las sillas observando las manzanas con recelo.

—¿Te hicieron algo?—pregunté, tomándola por sorpresa.

Desvió la mirada en mí dirección al tiempo en el que yo me acercaba para sentarme a su lado, y creo que puso los ojos en blanco cuando tomé una manzana ante su atenta mirada para darle un mordisco. Tras eso esbocé una sonrisa y ella se relajó dejando salir todo el aire.

—¿No dormiste?—cuestioné otra vez, observando cómo ella clavaba sus ojos en un punto fijo.

Negó con lentitud y durante unos segundos me dio miedo verla actuar de esa forma, como si estuviese muerta. Me daba una mala impresión increíble.

—Creo que sólo dormiré cuando muera—susurró.

Recuerdo que casi escupí mi manzana pero ella, por el contrario, ni siquiera se inmutó. No pude evitar reír.

—Amiga—repuse—, eso suena demasiado...

—Lo sé—me interrumpió, y de repente su mirada se alzó. Me observó en silencio durante unos segundos como si estuviese aguardando al momento adecuado. No supe qué esperar de esa mirada, de esa lentitud con la que se movía, pero supuse que se debía al sueño—. ¿Crees que soy una mala amiga?

Me tomó por sorpresa, sé que ella lo notó pero tampoco reaccionó a eso. Mis recuerdos divagaron hasta la noche de la fiesta, esa noche que me esforzaba por olvidar, pero se me vino a la mente el momento exacto en el que me acerqué a ella. Cuando la vi por primera vez, cuando quise que estuviera con Daniel. Y luego vi cómo subían por las escaleras y ella actuaba como ahora, como si fuese un zombie que no quiere matar a nadie e intenta contener su naturaleza.

—No. De hecho, eres una muy buena amiga.

No esbozó ninguna sonrisa pero estoy seguro de que tampoco se esperaba esa respuesta.

—No lo dices en serio.

—Claro que no—admití, dejando de tener hambre. De todas formas no pensaba tirar la manzana, así que le di otro mordisco antes de continuar—. Heather, desde que llegamos a la casa no he visto en ningún momento algo que pueda decirme que tú, Maia y Esther son tan amigas como dicen. Si no lo supiese porque ya las había visto antes juntas, habría creído que incluso se odian entre ustedes.

00:00Donde viven las historias. Descúbrelo ahora