CAPÍTULO 32 | Mis demonios me llaman amigo

Comenzar desde el principio
                                    

Fortaleza.

Era su escudo, su muro, lo que lo mantenía de pie. Confiaba en que estaba cuerdo, se había convencido a sí mismo de ello y por eso permanecía de pie contra todo lo que día a día se dedicaba a hacer.

Mierda.

—¿Cuál es la verdadera pregunta?

No se inmutó, tampoco intentó girarse. Seguía concentrado. Demasiado. Sabía que no iba a decírmelo, o al menos eso pensaba. Su respuesta me tomó por sorpresa.

—Descúbrela—zanjó.

Y así como así la sala se me hizo pequeña. El mundo se me hizo pequeño. Sentí que había demasiadas cosas, preguntas sin respuestas, dudas que nadie iba a poder responder nunca. Me sentía grande pero, a la vez, minúsculo. Supe entonces que era verdad: había cosas, ciertos errores, que uno no puede cometer toda la vida. Yo no podía sentarme a su lado a esperar que él volteara a verme, que me mirase, que respondiera a mi pregunta: "¿te decepcioné? ¿Fui yo o todo esto es por ella?". Quería volver al pasado, a ese día, a los diez años; cuando mi hermana y yo estábamos aburridos, a cuando accedí a equivocarme, a cuando sus gritos llegaron a mis oídos y no supe cómo detenerlos hasta que una bala lo hizo por mí. Pero no quería volver a eso, quería volver al momento exacto en el que le dije que era mala idea para seguir con eso, para impedirle... morir.

—Yo no estoy jugando—intenté excusarme, sacándome de mis pensamientos.

Richard tampoco volteó, pero esta vez sí se detuvo.

—Todos estamos jugando. ¿Aún no lo entiendes?—me espetó con ese tipo de voz que parecía decirme que era lo último que iba a responder—. 00:00 es como la vida. La vida es un juego, uno que solo termina cuando mueres.

No lo entendí, claro que no. Pero me habría gustado hacerlo. Me habría gustado entender a mi padre incluso si eso significaba perder también mi cabeza.

Era lo único que lo habría hecho valer la pena.

DANIEL

Era la primera vez en la que la medianoche llegaba y yo seguía sintiéndome vivo. Acostumbraba a notarme cada vez más débil conforme las horas avanzaban pero esa vez fue diferente. Era mi día, supuse que se trataba de eso, y estaba más atento a todo que ante. No podía dejar de chequear el reloj, mis propios pensamientos, a Victoria...

De hecho, seguía preguntándome qué tenía que hacer. Era evidente que ayudarla como había intentado hacer sólo le hacía rechazarme con más ímpetu, como si pensase que estoy diciendo que de verdad está enferma. Pero no era eso lo que yo intentaba hacerle saber, solo pensaba ayudarla a darse cuenta de que había alguien que podía preocuparse por ella, sólo tenía que dejarse cuidar.

Observé el reloj justo cuando el último minuto se adelantó y la hora llegó. 00:00.

—La puerta—dijo Zayn entonces—, escuché que la puerta se abrió.

Observé que Heather intercambiaba una mirada con Esther. La primera intentaba preguntarle con señas si podía escuchar algo, y la segunda negaba con la cabeza, pero de todas formas sonreía. Me pregunté qué mierda tiene de bueno estar sordo. Pasé de eso y me adelanté hasta alcanzar a Victoria, quien estaba acercándose a la pared. Las luces se habían apagado y todo estaba a oscuras, por lo que era difícil encontrar la puerta que según Zayn estaba en alguna parte.

Finalmente, no sé con exactitud cómo, fui quién la encontró. Estaba entreabierta y en cuanto la empujé un poco más, un fuerte humo me abrazó y alguien detrás de mí me empujó para que terminara cayendo dentro del lugar. Mi cara se estampó contra el suelo y recuerdo que me quedé sin aire, pero creo que lo peor llegó cuando alcé la mirada y descubrí que ese lugar podía convertirse en muchas cosas. Hacia tan sólo un día había sido un pasillo, pero esa vez era el hospital de mis sueños. Sentí que estaba rodeado de pesadillas, de demonios que me perseguían a todas partes como si fuesen mis amigos.

00:00Donde viven las historias. Descúbrelo ahora